La Sagrada Familia de Nazaret y el misterio de la familia
Leonardo Bruna R. | Sección: Familia, Religión, Sociedad
La Sagrada Familia de Nazaret es la más perfecta imagen de Dios en la tierra y el modelo humano de la familia terrena, destinada desde toda la eternidad a ser familia de Dios. La familia humana de Jesús, con María y José, es el hogar por excelencia, por donde vino y viene actualmente al mundo la redención y santificación del hombre. Es el bellísimo e insondable misterio donde resplandece la perfección divina y humana; el descanso y gozo inefable del alma ante la unión sencilla y humilde de Dios con el hombre. La Sagrada Familia es germinalmente toda la Iglesia, el Reino de Dios en la tierra. En ella, en Jesús el Hijo, vive el cristiano como hijo del Padre y lo hace siendo hijo de María y de José, el más perfecto y humilde reflejo de la paternidad divina en el mundo.
Dios es uno solo, pero no solitario. La Santísima Trinidad, que es Dios, es una comunión en el Amor del Padre y del Hijo. Es una familia, porque familia es esencialmente una comunión de padres e hijos que se aman. Y porque Dios, causa eficiente primera y ejemplar de toda perfección creada, es una familia, por eso existe familia en la tierra. Dios es familia y, sin embargo, no hay en Él matrimonio. En la especie humana, en cambio, el matrimonio es necesario como principio de la familia, pero lo es por la finitud de la paternidad humana que, por ser paternidad de personas corpóreas, exige naturalmente la generación física. Pero la generación física no es absolutamente necesaria para la paternidad y la filiación, para que exista una familia. Si fuese así, José no sería padre de Jesús, ni habría paternidad en los matrimonios que adoptan. María y José no serían nuestros padres en el orden de la gracia, y ningún hombre redimido por Cristo podría ser, en Él, realmente hijo de Dios Padre. Cosas todas contrarias a la verdad de lo que es.
La paternidad es una operación vital, propia de todo viviente, aquella obra de vida consistente en la generación de un viviente a partir de otro viviente de la misma naturaleza. En el hombre, a diferencia de los animales irracionales y de los vegetales, la generación es paternidad personal porque es operación vital de un ser personal, y lo que por ella se constituye es propiamente una familia. Pero la paternidad personal, y la familia que de ella procede, no tiene por qué incluir el cuerpo, porque no es de la esencia de la vida, ni de la vida del ser personal, el que sea material. Si el ser personal y su paternidad incluye la materia, como naturalmente acontece en el hombre, es por la finitud o limitación de su ser y vida personal. Y por esta limitación no hay familia humana sin el matrimonio. Pero Dios es la Vida. No tiene o participa de la vida sino que es esencialmente la Vida, de la que toda criatura viviente, en diversos grados, participa. Y por eso Dios es esencialmente Paternidad (Padre), es esencialmente Filiación (Hijo), es esencialmente Amor del Padre y del Hijo (Espíritu Santo). Dios es esencialmente familia, de la que toma nombre toda familia en la tierra.
Los ángeles son personas cuyo ser o vivir es puramente espiritual. Y en esto son más perfectos y semejantes a Dios que los hombres, cuyo ser y vivir es espiritual y material. Pero los ángeles no pueden engendrar porque no tienen cuerpo y, en cambio, el hombre sí. Y en cuanto a esto el hombre es más perfecto y semejante a Dios que el ángel, porque es capaz de paternidad como en Dios hay paternidad, es capaz de familia como Dios es familia. “Varón y mujer los creó, a imagen de Dios los creó”.
La perfección infinita de la paternidad divina, que en Dios Padre se encuentra de modo máximamente uno, en la especie humana está dividida y como distribuida en la paternidad del varón, que llamamos paternidad, y en la paternidad de la mujer, que llamamos maternidad. Modos diversos de participar la paternidad divina, según la natural diferencia de los modos de ser persona humana varón y persona humana mujer. Y cada uno de los dos modos refleja aspectos diversos de la misma paternidad de Dios. Todo lo que hay de perfección, diversa y complementaria, en la paternidad del varón y en la maternidad de la mujer se encuentra en Dios como en su principio y lo manifiestan a sus hijos.
“Por eso dejará el varón a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y se harán los dos una sola carne”. Por la unidad conyugal se unifican en el matrimonio las dos participaciones de la paternidad divina, para poder ser los padres humanos perfecto reflejo de la paternidad divina para sus hijos. Y no existe, ni puede existir, una participación más plena, un reflejo más bello y luminoso de la paternidad divina que en la paternidad de José y en la maternidad de María, porque no es posible una mujer más perfectamente mujer que María, ni un varón más perfectamente varón que José. Ni puede darse un grado más alto de amor y unidad conyugal que en el matrimonio de María y José.
La perfección infinita de la filiación divina, que es Dios Hijo, “se hizo hombre y habitó entre nosotros”. El Hijo eterno del Padre se hizo visible para que los hijos de los hombres conozcamos por la fe, y podamos vivir por la gracia, lo que es ser hijo de Dios Padre. Pero no podemos comprender plenamente la filiación divina de Jesús sin contemplar su filiación humana, como no podemos contemplar la paternidad divina sin conocer la paternidad humana, porque ascendemos de lo inferior a lo superior, del conocimiento natural al sobrenatural.
Y como no se puede contemplar si no es por la vía del amor, porque conocemos hondamente lo que amamos, necesitamos el Amor del Padre y del Hijo, que es el Espíritu Santo, para amar y contemplar a María y a José como esposos y como padres de Jesús; para amar y contemplar a Jesús como hijo de María y de José. Amor divino que es el vínculo de unidad en matrimonio y la familia de Nazaret. Espíritu de Amor que nos introduce progresivamente, primero mediante la familia natural y luego a través del Hogar de Nazaret en las profundidades del misterio de la familia, en la vida íntima de la familia que es Dios. Familia de la que procedemos por la obra divina de la creación, familia de la que nos separamos por el pecado original, a la que retornamos y en la que vivimos de modo cada vez más perfecto en Jesús, como Él en Nazaret, de la mano de María y de José.
¿Por qué Dios quiso para el hombre la familia? ¿Por qué lo hizo varón y mujer? Porque nos creó para ser miembros de la familia que es Él; para ser hijos del Padre en el Hijo; para vivir, por el don del Espíritu Santo, la misma vida de Jesús: comunión de amor y felicidad sin término del hijo con su Padre. La redención del hombre es la obra del Hijo que, por el Amor que le une a su Padre, viene al mundo haciéndose hombre y entrega su vida para rescatar y volver a la Familia divina a los hombres que, como hijos pródigos, habían despreciado y abandonado al Padre. El Corazón de Jesús es corazón de hijo que rescata y lleva nuevamente a Dios a sus hermanos, perdidos por el pecado, mostrándoles en la cruz el amor del Padre. La familia humana natural y la Sagrada Familia de Nazaret es medio para eso.




