El olvido de la Verdad en los intentos actuales de “evangelizar”

Manuel Ocampo Ponce | Sección: Religión

#06-foto-1-autorEs de dominio público que en las últimas décadas se ha producido una considerable disminución en el interés por el tema de la verdad en lo que se refiere a la discusión sobre los valores. Los valores que hoy destacan son aquellos que tratan sobre la vida, el bienestar, la ecología, la justicia, la solidaridad, la libertad, la democracia, la política, etc. Incluso en la religión y en la Teología que se ha desarrollado desde la segunda mitad del siglo XX, se observa un exagerado interés por limitarse a la práctica y a la política, al margen de una reflexión seria sobre la verdad.

El discurso teológico y religioso actual interpreta el mundo y la historia en un intento por cambiarlos totalmente, al margen de profundas reflexiones sobre la verdad. Si observamos los escritos sobre Teología de varias décadas para acá, veremos que hay muchos que prácticamente no mencionan la palabra verdad en aras de un ideal de praxis pastoral.

Sin embargo, si reflexionamos un poco, veremos que el tema de la verdad es uno de los principales valores que fundamentan la comunicación en general y la comunicación teológica, religiosa y moral que es indispensable para la evangelización. Pero además, en el cristianismo, no es suficiente con conocer la verdad, pensarla y decirla sino que además es necesario vivir en la verdad. La evangelización exige ser testigos de la verdad haciéndola vida y realizándola. Cumplir con las exigencias morales de la verdad no es suficiente para evangelizar, sino que es preciso profundizar en la verdad hasta alcanzar su dimensión teológica. La verdad es una experiencia espiritual, intelectual y volitiva con Dios que manifiesta la dimensión teológica de la evangelización.

Lamentablemente es un hecho que en el mundo relativista actual, el tema de la verdad se aborda, en el mejor de los casos, con muchas reservas. El mundo moderno y contemporáneo, aunque reconoce la importancia de la verdad, se caracteriza por considerarla un ideal prácticamente inalcanzable para el hombre. La mayoría de los pensadores modernos y contemporáneos consideran implícita o explícitamente, que la búsqueda de la verdad es una causa perdida. Por todas partes nos encontramos razones que explican las reservas de los pensadores en general y de los pensadores católicos frente al tema de la verdad. El debilitamiento del lenguaje que ha ido vaciando el contenido de las palabras ha producido una disminución en la credibilidad de los discursos. Por todas partes encontramos discursos teológicos, filosóficos, religiosos, culturales, éticos, políticos, económicos, estéticos, técnicos, artísticos… vacíos de contenido o llenos de falsedades y sentimentalismos que desembocan en grandes reservas frente a la verdad.

Por otra parte, el abuso del lenguaje fenomenológico que caracteriza el discurso teológico y religioso de la segunda mitad del siglo XX, en sus ideales de hacer más asequible la doctrina, en la práctica ha oscurecido la verdad con un lenguaje demasiado largo, descriptivo y por lo mismo menos directo, menos preciso, menos concreto y menos eficaz a la hora de evangelizar.

Es evidente que la sociedad digital del siglo XXI exige cada vez más formulaciones más cortas, concretas y precisas en la comunicación y en la evangelización. La velocidad y la cantidad de información actual, son prácticamente incompatibles con los largos textos de los lenguajes descriptivos fenomenológicos que caracterizan incluso los documentos eclesiales del siglo XX y lo que va del XXI y que en este contexto acumulan malentendidos sobre malentendidos impidiendo una evangelización fundada en la verdadera doctrina.

Otro síntoma es la primacía de la emotividad sobre la racionalidad que caracteriza a la sociedad actual frente a la tiranía de la razón y al cientificismo de los siglos precedentes. Dicha tiranía que viene desde la modernidad, ha producido una acentuada reserva frente a la racionalidad, en la que poco a poco se ha ido perdiendo la esperanza de alcanzar la verdad incluso, mediante la única vía que últimamente se ha considerado válida, que es la de los consensos sociales. El pluralismo y el relativismo sincrético, ha conducido a un clima en que en muchos sectores ya no se cree ni se desea la integración en un discurso común y una integración social. Las minorías heterogéneas que se mueven en diversos niveles de superficialidad y de subjetividad, han ido renunciando a presentar y a discutir sus opiniones, viviendo de esta manera y dejando vivir a los demás según lo que cada uno ve conveniente. Ante esta situación, se usan métodos de evangelización que más que hablar de la verdad doctrinal, buscan justificar la superficialidad y fomentar una religiosidad paliativa y sentimental, en la que todas las religiones y creencias parezcan iguales o que tienen el mismo peso.

En lo religioso, la emotividad y las prácticas irracionales, es lo que prevalece desde finales del siglo XX. Los discursos teológicos y doctrinales, han perdido credibilidad y por lo mismo lo que se sigue buscando son experiencias subjetivas fuertes, tales como experiencias místicas, apariciones, videntes, manifestaciones amorosas, etc., al margen de cualquier exigencia teológica o religiosa. Existe un rechazo a reflexionar teóricamente sobre la verdad que desemboca en un fundamentalismo basado en la autoridad sin más. Existe una alergia a los esfuerzos racionales por comprender la fe, y una marcada tendencia de magisterios actuales de jerarcas y evangelizadores, por evitar las reflexiones teológicas y por limitarse a lanzar formulaciones basadas en la autoridad y en la sensibilidad más que en la verdad doctrinal. Bajo esta perspectiva el llamado diálogo interreligioso se limita a favorecer directa o indirectamente la creencia en que todas las religiones son iguales porque todas se manifiestan creyentes y amorosas.

Por su parte, el trasnochado marxismo del siglo XX infiltrado en grandes sectores eclesiales, ha desembocado en la absolutización de la praxis pastoral que menosprecia el esfuerzo racional por comprender los contenidos de la fe. Ortodoxia y ortopraxis han quedado prácticamente separadas. La preocupación por el ideal de verdad carece de sentido, porque lo que realmente se considera valioso es lo práctico, lo útil, lo inmediatamente provechoso, lo placentero, lo bonito, lo “amoroso”, rechazando cualquier esfuerzo racional para el encuentro con la Verdad. Es evidente que esto se presenta incluso en los discursos de grandes sectores de la jerarquía eclesiástica actual. Lo que importa son las soluciones prácticas e inmediatas a problemas graves como son la depresión, la soledad, el sufrimiento, el hambre, la desnutrición, la guerra, la explotación, la marginación, la injusticia, los atropellos contra los derechos humanos, la contaminación, etc. Todos estos problemas explican de alguna manera el olvido total de un ideal teórico por alcanzar la verdad. Lo que importa es la vida, la ecología, lo momentáneo por lo que las teorías filosóficas y teológicas ya no tienen sentido ni cabida en el discurso religioso y eclesiástico actual.

Lamentablemente, la misma naturaleza humana, ordenada por sus facultades superiores a la verdad y al bien, ha producido que a falta de un pensamiento profundo, lo que mueva al mundo eclesial y extraeclesial sean ideologías religiosas, políticas, económicas, etc., que legitiman públicamente las acciones bajo una apariencia de racionalidad y de deseos de paliar el sufrimiento de la humanidad. Mediante estas ideologías más o menos impregnadas de religiosidad, se justifican toda clase de intereses individuales y de grupos de poder dentro y fuera de la Iglesia. Y si a esto agregamos que el esfuerzo que se requiere para profundizar en la verdad es considerable, este esfuerzo es rechazado en una sociedad sensacionalista, que busca otros medios de vivir en las ideologías que se consideran como verdad.

Gran parte de la jerarquía católica y de la sociedad actual en general es alérgica a la tarea esforzada y ascética que exige la contemplación de la verdad cuando no ve una conexión práctica, gratificante y financieramente inmediata.

#06-foto-2Todo esto nos lleva a reflexionar en la importante necesidad de encontrar un modo de convencer tanto a jerarcas de la Iglesia como a la sociedad en general, sobre la necesidad de una evangelización realmente eficaz en cuanto basada en la verdad. Porque al margen de la verdad, y con métodos basados en la sensibilidad y reducidos a sentencias lanzadas apoyándose en la autoridad más que en la rectitud y fidelidad doctrinal, resulta imposible lograr una verdadera evangelización que nos conduzca a la justicia, a la paz y a la salvación. Al margen de la Verdad, es imposible evangelizar porque la “evangelización” sin una consideración profunda y seria de la Verdad no puede ser más que un intento de “evangelizar” sin Dios, en el que el error y el relativismo debilita las relaciones humanas, destruye la relación con Dios y acaba por conducir a la humanidad al error y a la frustración.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por InfoCatólica, http://infocatolica.com.