Crisis institucional
Cristián Poblete Rivas | Sección: Política, Sociedad
El país está viviendo una grave crisis institucional y política de su vida independiente. Esta pérdida de confianza en sus instituciones públicas podrá ir en aumento, a no ser que se produzca una gran unidad nacional de todos los principales órganos públicos e incluyendo a las Fuerzas Armadas, para debatir y, al menos, buscar alguna solución que permita ir dejando de lado, por el bien de la nación, el partidismo, los conflictos de intereses y todo resentimiento pasado.
Don Jorge Correa Sutil propone que el Congreso puede adelantar el proceso de elecciones, que podría ayudar a minimizar esta delicada situación.
Creo que la solución propuesta no tendría aplicación en la crisis, al no tener correlación directa con el tema de fondo, que no es otro que el deterioro político ocasionado por los enfrentamientos partidistas que han desestabilizado la institucionalidad vigente. El adelanto electoral no haría más que aligerar el grave daño y volver a tropezar con el mismo escollo.
La convocatoria de un Consejo Nacional, debería enfrentar esta crisis, superándola con miras a la seguridad de la patria, reorganizando nuevamente su vida republicana, estableciendo con su acuerdo un gobierno de transición que pueda permitir ir formando uno más estable y continuo que supere todo separatismo y odiosidad, y que su mantenimiento dependa sólo de su buena gestión, pudiendo ser reelegido para continuar su buena obra por el bien de todos.
Estimo por consiguiente, si se busca un ente de responsabilidad de este colapso y deterioro de la constitucionalidad del país, pueden haber múltiples factores, pero debo señalar la que considero como el más importante órgano de desunión y rompimiento de nuestra estabilidad: “la democracia moderna”, que ha sido estimada equivocadamente a mi juicio desde la formación de nuestro estado republicano como la principal guía de nuestra organización política, unida a la mal llamada soberanía popular. Este concepto ha sido degradado en el más amplio sentido del término, porque la soberanía no recae en el pueblo, esta sólo pertenece a Dios. En efecto, la mal llamada soberanía popular está fundamentada en el humanismo cristiano, en el ateísmo y materialismo al dejar a un lado el Derecho Divino como fuente de toda legitimidad.
Este órgano ha deteriorado la Patria desde sus cimientos, la que es una e indivisible y no puede ser dañada ni cuna de confrontaciones partidistas por ser común a todos los habitantes y expresar su continuidad histórica basada en la tradición.
En este contexto, creo que se hace necesario y así lo aconseja el recto juicio, suspender todo ejercicio atribuible al sufragio electoral, porque la experiencia así lo demuestra, que el sufragio de masas no es la vía idónea para elegir gobernantes, por carecer la masa de una preparación política adecuada que dé reales garantías de organización como también de no ser sobornable.
Esta es la razón por la cual hago un llamado a un Consejo Nacional imparcial, que su conducta no sea otra que la recuperación de nuestra integridad de nación, debiendo recaer en este la responsabilidad de estabilizar la institucionalidad vigente y buscar un medio de gobierno idóneo y un Consejo Asesor, que su buen ejercicio pueda extenderse todo el tiempo que sea posible, mientras no decaiga su soberanía y pueda surgir en el pueblo justamente el derecho de rebelión.
Un gran ejemplo fue la República de Gabriel García Moreno, en el Ecuador, quien con su buena política unió a su país en un camino común mereciendo ser elegido por tres períodos consecutivos.
Más que buscar normativas en aras de una estabilidad política, son las voluntades las que podrán tener un rol decisivo en este emprendimiento de participación.




