Los feriados en Chile
Carlos A. Casanova | Sección: Política, Religión, Sociedad
Tucapel Jiménez (PPD) y Osvaldo Andrade (PS) han propuesto la eliminación de tres feriados católicos y un feriado histórico-fundacional, la conmemoración de la llegada de Colón a este continente. Entre sus pretextos tenemos: evitar el daño que se hace al aparato productivo por no trabajar en esos días; y promover “que el país avance hacia el desarrollo” (?).
Toda sociedad política constituye un esfuerzo cooperativo, que se dirige no sólo a la producción de bienes económicos, sino, sobre todo, a alcanzar otros bienes más altos, como el Derecho, la virtud, la amistad, la contemplación. En griego, “contemplación” se decía theoría, y se usaba la palabra para significar las peregrinaciones religiosas. En ellas el pueblo, mancomunadamente, levantaba su alma a realidades invisibles que daban su sentido último y trascendente a la vida política. Éste sigue siendo el sentido de los feriados religiosos.
Por otra parte, estaría muerta una sociedad que no recordara los acontecimientos centrales que han dado origen a la comunidad del pueblo. Chile nació como sociedad política gracias a la cultura que trajeron los españoles, católicos y republicanos en sentido clásico, y a la acción conquistadora, transculturadora y evangelizadora de aquéllos. La llegada de Colón a las tierras del Caribe marcó el inicio de un proceso en el que las culturas indígenas se mezclarían con la española para dar lugar a una nueva sub-civilización, que David Brading ha llamado el Orbe indiano. Chile no es sino un fragmento de ese Orbe. Ignorar esto es querer arrancar de raíz el alma de Chile, es decir, es un rasgo de esas ideologías antiteístas y antipolíticas de las que el marxismo constituye la versión más extrema.
De ordinario, la celebración del origen es también una celebración de lo trascendente. Roma creía descender de héroes y estar protegida por los dioses. Los Estados Unidos conmemoran la abundante cosecha que en 1621 tuvieron los colonos y que compartieron con algunos aborígenes, con la fiesta de Thanksgiving, que refiere a Dios esa abundancia.
Por supuesto, las celebraciones comunes no deben llevarse a cabo violando la libertad religiosa de las minorías. Pero tampoco deben desconocer la trayectoria histórica de la comunidad o el alma de la mayoría.
El “desarrollo” no es el fin de las comunidades políticas. Pero, aun si lo fuera, para que se dé el desarrollo primero tienen que existir ellas. Sin un pasado compartido y sin un sentido trascendente, se disolverían las comunidades, o se convertirían en simples máquinas productivas, maduras para caer en las manos de la destructora tiranía marxista. No quiero terminar sin traer a colación las sabias palabras del famoso físico, Wolfgang Pauli, citadas por Werner Heisenberg: “Cuando en el mundo occidental se pregunta por lo que es bueno o lo que es malo, por lo que es deseable o lo que es condenable, siempre se halla inevitablemente la escala de valores del cristianismo incluso allí donde desde hace mucho tiempo no se quiere contar ya con las imágenes y las parábolas de esta religión. Si algún día se extinguiera totalmente la fuerza de esta brújula […], entonces me temo que pueden sobrevenir horribles atrocidades, peores aún que el terror de los campos de concentración y la misma bomba atómica.”




