¿Por qué molesta la nueva ley anti-tabaco?

Patricio Domínguez | Sección: Sociedad

La primera respuesta a esta pregunta podría ser: la nueva ley molesta a los consumidores de tabaco porque los corretea, los expulsa de los bares, de los estadios y hasta de la televisión.

Estoy de acuerdo. Me parece muy molesto que ya no se pueda prender un inocente cigarrillo en el bar, mientras se conversa con un amigo sobre los asuntos importantes de la vida. Y que nadie pueda prender un humilde Belmont en el estadio nacional, durante una fría y lluviosa tarde de julio, cuando Chile va perdiendo 1-0 contra Argentina y al último minuto hay penal para Chile, es una barbaridad. Esta nueva ley anti-tabaco va a cambiar el concepto mismo de “bar” y de “estadio” como lo conocía cualquier chileno desde hace décadas (quizá siglos, en el caso del bar, club, salón, taberna, ramada o el lugar de ocio que sea). Y con respecto a la televisión, olvídense de ver al poeta Armando Uribe fumando en “horario para niños”, no vaya a ser que sus mentes inmaculadas, forjadas a punta de Yingo, realities, programas de farándula y cuanta idiotez hay en la tierra, se vayan a traumar viendo a un señor hablando de poesía y prendiendo un cigarrillo.

Es verdad que la salud es importante y que fumar en exceso puede producir problemas graves de salud. No estoy aquí para discutir un hecho difícilmente refutable. Está bien que haya campañas para disuadir a los ciudadanos de fumar en exceso, para evitar que los niños fumen; se podría incluso multar a quienes ensucien las calles o los parques con colillas. Pero todo eso se puede hacer de modo civilizado, no son necesarias las campañas con cadáveres o mandíbulas llenas de gusanos en las cajetillas. No sería sensato para combatir el alcoholismo estampar en las botellas de vino y cerveza la foto de un borracho arrollado por el tren o de un hígado en descomposición, ¿no?

Pero no sólo se trata de expulsar a los fumadores de los espacios públicos (o sea, de la pólis) en pro de la salud del resto. Lo molesto de esta ley anti-tabaco no es sólo que el fumador se condenado a disfrutar su cigarrillo lejos de la gente y en lugares ocultos, como si estuviese cometiendo un acto vergonzoso, sino sobre todo la idea (o ideología) que hay detrás. Hagamos un análisis del caso televisivo. Si hoy es más grave ante la ley mostrar a Armando Uribe prendiendo un cigarrillo que mostrar groserías, obscenidades y degradación humana (lo que hacen los famosos realities) entonces es que estamos ante una clara jerarquía de valores, en donde la salud de cuerpo está por sobre la salud mental y espiritual. Si es más grave entrevistar a un señora que prende un cigarrillo (Hannah Arendt) mientras habla de ética que entrevistar a una modelo que difama a alguien a garabato limpio o un “humorista” que se burla de la religión cristiana, queda claro a qué tipo de sociedad aspiramos. No hace poco un senador de pocas luces dijo que las tabacaleras eran los “pedófilos del siglo XXI” (¡!). Esa triste metáfora vale más que mil explicaciones acerca de cuán trastocada la escala de valores de muchos paladines anti-tabaco.

Podríamos llamar a esta sociedad “la sociedad de la asepsia corporal” o “la sociedad del fitness”. Reconozcámoslo, la salud no es un mero asunto biológico, ha llegado a ser también un estilo de vida. No fumes, no comas tocino, no tomes café, sé delgado, sal a trotar, recicla la basura orgánica, haz yoga, esos son sus mandamientos. El guatón sabio, el Chesterton del barrio, el que prefiere pasar la tarde sentado conversando y ejercitando la mente con sus amigos fumándose un buen cigarro, ése está pasando a ser el gran paria. Quizá en el futuro se van a prohibir los arrollados de chancho y la leche entera.

Como lúcidamente ha escrito Federico García, el fumar no es meramente echarse “una sustancia al cuerpo”. El tabaco es también un posibilitador del ocio. Sin el ocio, sin aquella pausa dentro del ajetreo cotidiano (el neg-ocio), difícilmente el hombre puede “volver dentro de sí” – metáfora tan cara los amigos de la contemplación. Sin ocio no hay amistad, ni música, ni filosofía. Prender un cigarrillo, una pipa o un cigarro implican muchas veces una pausa contemplativa, justamente lo contrario del “hombre-fitness”, el que no se puede quedar tranquilo en un sitio y tiene que inventarse maratones todo el tiempo. El hombre-fitness, como no cultiva su mente, puede tragar libros de auto-ayuda o best-sellers de mala calidad, pero no puede tolerar una inocente bocanada de humo de tabaco. Por eso, la sociedad de la asepsia corporal, la sociedad que rinde culto a la salud y que anatemiza el cigarrillo como si fuera un crimen, es en último término enemiga del ocio, y con ello, enemiga del hombre.

Eso debería molestar. ¿no?

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por el autor en su blog Ruleta rusa, http://ruletarusablog.wordpress.com.