Adiós a los niños
Joaquín García Huidobro | Sección: Familia, Política, Sociedad
Mientras las economías del resto del mundo son un lloradero, Chile es el país que más crece dentro de la OCDE; el número promedio de emprendimientos se ha duplicado en el último año, y el Imacec sigue aumentando. Impresionante.
Es cierto que hay mucho que mejorar, pero la disciplina que logró mantener la Concertación y el buen manejo económico de este Gobierno están dando sus frutos.
Así las cosas, no nos puede extrañar que The Economist haya señalado a Chile como el mejor país para nacer, dentro de América Latina. ¿Será verdad?
Para saber si es así, podemos hacer un experimento mental, inspirado en el filósofo norteamericano John Rawls. Imaginemos que nos ofrecen elegir el lugar de nuestro nacimiento dentro de Latinoamérica, pero no sabemos quiénes serán nuestros padres, ni cuál será nuestra inteligencia, raza, sexo o el barrio que habitaremos. ¿Elegiríamos nacer en Chile?
Probablemente elegiríamos nuestro país: tiene buen clima, instituciones estables, un índice de corrupción comparativamente bajo, menos violencia que el resto del continente y posibilidades para los emprendedores.
Naturalmente nos asusta la desigualdad (no sabemos si nos tocará vivir debajo de un puente del Mapocho o en una mansión del barrio alto) pero en otros lugares es peor. Además, si atendemos a las estadísticas, lo más probable es que nos toque nacer en una familia de clase media.
Naceríamos, entonces, en una familia C2-C3, de esas que hoy gozan de bienes que nunca antes habían soñado, pero que, al mismo tiempo, tienen que vivir en un departamento más bien chico, pasar una parte importante de su vida en el Transantiago, y matarse trabajando para que sus hijos tengan acceso a una educación que ellos no tuvieron.
Sin embargo, las cosas no son tan sencillas. De hecho, aunque The Economist se ponga en el lugar de las guaguas y promueva nuestro país como lugar de nacimiento, los padres parecen opinar otra cosa. Así, esta semana la Organización Panamericana de la Salud informó que Chile es el país con menor tasa de fecundidad de Sudamérica (1,8 hijos por mujer, contra 3,3 de Bolivia y 2,4 de Perú).
¿Por qué los chilenos tienen tan pocos hijos? Las razones abundan, pero da la impresión de que, para alcanzar un nivel de vida mínimo, las familias chilenas han debido contentarse con “la parejita”.
Cuando uno llega a la casa tarde y agotado, cuando la educación escolar de calidad es, por lo general, carísima, y cuando las viviendas de un tamaño adecuado están fuera del alcance de muchos chilenos, la sola idea de tener más de dos hijos parece un desafío de valientes, más allá del bolsillo y las fuerzas de las personas normales. Es más, éste no es sólo un problema para las familias C2-C3, sino que también afecta a la gran mayoría de nuestros conciudadanos.
La respuesta de las familias chilenas es comprensible, pero esa bajísima natalidad constituye un dato preocupante. Dicen los expertos que durante 30 años los países experimentan una bonanza (muchos padres jóvenes, con menos hijos que criar), pero, pasado ese tiempo, las cosas se ponen muy feas. Si seguimos así, y nada augura que las cosas vayan a cambiar, en 2050 la mitad de la población estará jubilada. Esto significa el colapso para cualquier economía.
Los neomalthusianos podrán seguir hablando de explosión demográfica en el mundo. Habría que ver si hay una cosa semejante. Pero lo que está claro es que nuestra demografía está tan mal, que probablemente éste sea el problema político más importante de la actualidad, aunque ningún precandidato dé muestras de haberlo advertido.
Tenemos que conseguir que el promedio de los chilenos pueda recibir ese tercer hijo que tanto necesitamos. Muchas familias quieren tenerlo, pero lo ven como un imposible.
Este Gobierno ha debido afrontar desafíos inéditos, desde un terremoto a una gravísima crisis económica internacional, pero el problema demográfico chileno es todavía más difícil de resolver. Con todo, ¿no será capaz, en el año que le queda, de dar los primeros pasos para poner en marcha una política demográfica adecuada?
Un Gobierno que es capaz de exhibir todos esos índices positivos debería ser capaz de hacerlo. Sería una forma de pasar a la historia mucho más relevante y duradera que el meritorio 6,3% de crecimiento de la economía en estos tres últimos años.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio de Santiago.




