La peor de las ignorancias
Luis Fernández Cuervo | Sección: Sociedad
El que no se da cuenta de que vivimos cercados y oprimidos por la cultura de la mentira y de la muerte, es que está inmerso en ella, ya no le molesta porque es parte de ella.
Nuestro país [El Salvador], entre otros males, padece de tener grandes masas de gentes que permanecen en la ignorancia escolar y académica. Sumidos en una dura lucha diaria por la comida y el dinero necesarios para subsistir, no han tenido ni tiempo ni medios para salir de esa situación. Eso es malo pero no es la peor de las ignorancias. Tengo experiencia directa de como entre la gente económicamente pobre se encuentran personas con grandes virtudes de fortaleza y honestidad morales, de esperanza vital, solidaridad con sus vecinos, etc. No, no está ahí la peor de las ignorancias.
En cambio el mundo desarrollado o en vías de desarrollo está lleno de gente, incluyendo una masa creciente de jóvenes, que disfrutan de buena salud, posición económica alta o desahogada, títulos universitarios, éxitos laborales, etc., pero con unos corazones estrechos, duros, egoístas, un juicio duro y superficial sobre los demás y un desprecio sobre las generaciones anteriores, incluyendo sus padres. Manifiestan un desconocimiento arrogante sobre la historia del mundo y sobre todo lo que no entre dentro del pequeño reducto de sus aficiones e intereses. Ellos son parte creciente de la peor de las ignorancias: la ignorancia y vacío en humanidad.
Su visión del mundo es esquemática y confusa y el horizonte de sus metas vitales muy corto y amoral. No es extraño que entre los jóvenes les fascine tanto los robots, los “transformers”, los zombis, los vampiros y algunos “vengadores” simples, irreales, sacados de las historietas para niños.
Dentro de esta gente, los que tienen algún interés intelectual por conocer cómo es el hombre, fácilmente se pierden en un enredo mal digerido de lecturas, elegidas sin crítica, sobre paleontología, psicología, neurología, sociología, evolucionismo, etc. Y en el peor de los casos, sobre los mitos actuales de catástrofes mundiales, profecías de Nostradamus, los mayas, invasiones extraterrestres, etc.
Por lo tanto, el primer paso para derrotar a la cultura de la muerte y hacer que vaya siendo sustituida por una cultura de la vida es volver a descubrir la fuerte y necesaria unión que existe entre la vida y la libertad y entre la libertad y la verdad y lo que confiere dignidad a todo ser humano.
Los hombres y mujeres somos los únicos seres vivos sobre la Tierra dotados de una inteligencia capaz de conocer la realidad de las cosas; somos capaces de distinguir la verdad del error; podemos elegir lo que es bueno y rechazar lo que es malo. Esto nos lleva a descubrir que somos los únicos seres vivos con conciencia moral y que precisamente por eso el uso que hagamos de nuestro conocimiento ético es lo que nos confiere una dignidad muy superior a cualquier animal o vegetal. Para mí, que di clases de Ética Médica en dos universidades durante varios años, “ético” es lo mismo que “moral”, pero siempre conviene usar la versión de origen griego, “ético”, en lugares y con personas, donde la palabra “moral”, de origen latino, molesta o inquieta a los que padecen de “cristianofobia” porque creen descubrir tras ella algún clérigo agazapado.
El hecho ineludible es que somos seres éticos porque somos libres. Estamos siempre “condenados” a elegir. Si decidimos no elegir, eso también es una elección. Dependiendo del uso de nuestra libertad, crecemos en humanidad o nos embrutecemos.
La sabiduría humana surge y aumenta conociendo que “existe un vínculo profundo entre la libertad, la verdad y la vida” que lleva a la felicidad eterna. La cultura de la muerte, en cambio ofrece, como camino para la felicidad, el sexo, el dinero y el poder social despreciando las leyes morales que Dios impuso en la naturaleza para ser cumplidas por todos los hombres. “Por los frutos los conoceréis”.




