Discernimiento
P. Raúl Hasbún | Sección: Sociedad
Los elementos para discernir si una conducta ajena o propia es merecedora de reproche son tres: el fin o intención de quien actúa, el objeto mismo de su acción, y las circunstancias que lo rodean. Intentemos aplicarlos al bullado asunto de cinco deportistas chilenos recién desafectados de la selección.
El objeto: ¿qué hicieron mal? Lo hasta ahora conocido permite establecer impuntualidad y presumir estado etílico inconveniente. Lo primero es, en sí, una falta de cortesía y respeto. Las novias suelen demorar 45 minutos su llegada al templo. En Chile es convencionalmente aceptado llegar con retraso a las reuniones y aún al trabajo. Se exceptúan, para los actores principales, el inicio de las Misas y el de los partidos de fútbol. En cuanto al estado etílico, se penaliza como falta a quien con su embriaguez molesta a terceros en público y se castiga severamente al que, conduciendo bajo los efectos del alcohol, ocasiona la muerte o lesiones graves de terceros. El caso comentado parece acotarse a la trasgresión de normas éticas exigibles a un deportista profesional en plena competición.
En cuanto al fin o intención: ¿pueden estos deportistas alegar ignorancia o error respecto de las normas de concentración, o justificarse en caso fortuito o fuerza mayor? Todo hace presumir que no. ¿Había un compromiso, o al menos una instrucción específica en cuanto a comportamiento privado? Todo hace presumir que sí. Actuaron con libertad y descuidaron la responsabilidad.
¿Y las circunstancias? La impuntualidad y el estado inconveniente se configuran en el lugar de concentración, 72 horas antes de un partido en el extranjero y frente al campeón de América. En un contexto cargado de rumores y denuncias no confirmadas sobre conductas reprochables en el mes recién pasado y también en vísperas de un compromiso internacional. Uno de los protagonistas carga con la agravante de ser reincidente y suscriptor de una promesa de no recaer. Otro viene de liderar una conmovedora campaña de solidaridad con niños en situación de minusvalía. Son profesionales excepcionalmente bien remunerados. Representan a su país y encarnan sueños de victoria de millones de compatriotas. Tienen familia. Y colegas de profesión. Sus trasgresiones salpican, contaminándolos, todos estos escenarios. Escandalizan. Desmoralizan, desafectan a muchos respecto de sus ideales y aspiraciones. Dan argumentos al mito de nuestra genética propensión al vicio e irresponsabilidad. ¿Sanción básica? Que por ahora no jueguen en representación de Chile: son ellos mismos quienes se han desafectado. ¿Podrán rehabilitarse y expiar mañana con irreprochable cometido su desvarío de hoy? La fe en Dios y en el hombre nos prohíbe desesperar de la conversión de nadie. ¿Pueden, Dios y el hombre, ser severos con amor y por amor? Borghi estima que sí.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Revista Humanitas, www.humanitas.cl.




