Disco rojo al descontento
P. Tomás Morales, S.J. | Sección: Religión
Así titula el P. Morales, S.J. uno de los epígrafes incluido en su libro Laicos en marcha, cuyas páginas constituyen una orientación certera y realista para el apostolado laical en la Iglesia de todos los tiempos. Un Stop obligado ante desánimos prematuros.
En efecto, en tiempos recios, fríos, de tinieblas y tempestades para manifestar y proponer la fe que profesamos, es más cómodo ceder a un pesimismo que se nutre de incredulidad y desconfianza; nos paralizan para la acción apostólica. Podríamos denominarlo “prudencias cómodas”, respetos humanos. Sin embargo, el P. Morales propone desechar esta actitud, sencillamente porque no es evangélica. ¿Es que Dios ha dejado de ser El que es? Asimismo, deberíamos estar dispuestos a elegir la acción antes que la “reunionitis crónica” para analizar y programar, pues lo único que hace es dispensarnos del esfuerzo generoso.
Lo decisivo es la audacia, que se fundamenta en la humildad, esto es, en el reconocimiento sincero de nuestra impotencia, pero en la confianza sin límites en la omnipotencia de Dios.
Proponer a Dios en los vastos desiertos de nuestra civilización occidental sigue siendo la misión permanente de un bautizado. Resulta necesario y urgente ofrecer una “cultura de la interioridad” que propicie espacios de silencio para la reflexión, la contemplación y la hondura de pensamiento. En esta línea trabajó el Siervo de Dios, principalmente entre los jóvenes, sabiéndose ocultar con paciencia y abnegación en la formación de una minoría. Tomás Morales nos recuerda que los tiempos difíciles en la Historia siempre fueron salvados y dirigidos por minorías; minorías creativas, audaces y dóciles a la acción del Espíritu Santo en sus vidas.
Enseñar a pensar, a querer y a amar son tareas básicas que se proponen hoy al educador con nuevos retos. Enseñar a pensar en una cultura hedonista y consumista, a querer con la voluntad en una sociedad del bienestar que se rige por el mínimo esfuerzo, a amar desde nuestra dignidad de personas en un mundo saturado de sexo.
Nuestra misión se podría condensar en ser luz en la noche para preparar uno de los más bellos amaneceres de la Historia. El P. Morales describe la transformación que se opera en un lugar donde existe un bautizado decidido a ser “luz del mundo”: “La transformación de la noche en día, por radical y revolucionaria que sea, la hace la luz con una naturalidad y sencillez encantadoras. Sin ruidos ni estridencias, sin cortes bruscos que desconciertan, sin oscilaciones rápidas que perturban, con paciencia incansable, con exquisita suavidad triunfa la luz de las tinieblas, cambia la noche en día. El bautizado actúa así irradiando a Cristo con plácida serenidad, derrochando delicadeza. Sin agitaciones estériles, sin convulsiones aparatosas, sin activismo infecundo, sin teatralidad espectacular” (Hora de los laicos, p. 214)
Ser católico, bautizado militante en la Iglesia, no es un título honorífico, recibido quizá en los primeros años de vida; sino, más bien, una forma de ser y de estar en el mundo, un modo de ver la vida y, por tanto, de comprometerse en extender el Reino de Dios en la nueva evangelización, secundando los deseos de Benedicto XVI: “Nueva no en los contenidos, sino en el impulso interior, abierta a la gracia del Espíritu Santo, que constituye la fuerza de la ley nueva del evangelio y que renueva siempre a la Iglesia; nueva en la búsqueda de modalidades que correspondan a la fuerza del Espíritu Santo y sean adecuadas a los tiempos y a las situaciones” (28 junio, 2010).
Trabajemos, pues, en esta nueva evangelización mirando siempre a María en este mes de octubre, segundo mes mariano del año. Ella contagiará a cada bautizado fervor misionero, “pureza, humildad, ejemplaridad sencilla y alegre en el cumplimiento de la voluntad de Dios en esa santidad familiar y profesional exigida por su bautismo, reclamada por tantos hermanos que sólo conocerán a Cristo si él lo testimonia” (Laicos en marcha, 264).




