El Presidente Kast y la generación del ’19
José Ignacio Palma | Sección: Política
“Este no es un triunfo personal, no es un triunfo de José Antonio Kast, no es un triunfo de un partido. Aquí ganó Chile, el Chile que trabaja, que madruga; ese Chile que cría a sus hijos con mucho sacrificio; el Chile que cumple con esfuerzo con sus obligaciones; ese Chile que quiere vivir tranquilo”. Así comenzaba ayer el primer discurso de José Antonio Kast como Presidente electo. Y no se equivoca: luego de seis años de este periodo de revolución y contrarrevolución, de crisis política, social y cultural, nuestro país clama por un respiro, ese que solo puede venir de quien, como Manuel Montt, tiene claro que sin orden y justicia no hay cimientos para el ejercicio de la libertad, ni menos para un desarrollo integral.
Hoy el presidente Kast –¡así hay que acostumbrarse a llamarlo!– está en condiciones más que óptimas para liderar un desafío de esa magnitud, uniendo bajo el mismo proyecto político a las distintas sensibilidades del sector. Y para ello tiene una ventaja: su biografía le permite integrar de manera natural no solo a gremialistas, conservadores y liberales clásicos, sino también a socialcristianos, nacionalistas y libertarios. Su formación en la escuela de Jaime Guzmán, la admiración por su hermano Miguel Kast –uno de los principales responsables de la disminución de la pobreza en Chile–, y la construcción de vínculos en el extranjero con liderazgos del talante de Giorgia Meloni, hacen de José Antonio Kast un personaje idóneo para articular un discurso sincrético y por tanto familiar para el amplio espectro de las derechas. Orden público, soberanía nacional y desarrollo económico, pero también familia, subsidiariedad y superación de la pobreza, son conceptos que forman parte del lenguaje del nuevo portador de la piocha de O’Higgins.
Dichos atributos se ven reforzados por el gran elenco que lo acompañará desde el Congreso. Y es que es justo recordar que el triunfo de este domingo es también el resultado del desembarco en la primera línea de la política de un movimiento generacional que, aunque viene forjando su carácter y liderazgo desde la oposición al movimiento estudiantil, tiene su hito propiamente fundacional –a modo de reacción– en la revolución de octubre de 2019. Me refiero a la camada joven que formó parte de la Convención Constitucional, liderando una oposición férrea a su propuesta de refundación, y también al grupo de diputados republicanos que ingresó al Congreso en 2021, el cual ha servido como el principal fiscalizador del gobierno del Presidente Boric. Esa “generación del ’19”, de la cual varios fueron electos o reelectos como parlamentarios en la última elección, incluye a Benjamín Moreno, Chiara Barchiesi, Javiera Rodríguez, José Carlos Meza, Paz Charpentier, Eduardo Cretton, Constanza Hube, Francisco Orrego y tantos otros que, más allá de las diferencias partidarias, comparten un estilo de hacer política guiado por convicciones firmes y una visión integral del bien común. De ese talento, expresado desde el Congreso, dependerá también el éxito de la agenda impulsada por el gobierno entrante.
Es cierto que las expectativas de la ciudadanía son altas y que el hastío con la política es severo, pero en ello hay una oportunidad que hay que saber aprovechar. El mandato de esas 7.254.850 personas que optaron por José Antonio Kast –convirtiéndolo en el Presidente más votado de la historia de Chile– reviste en lo inmediato de una legitimidad política sustanciosa al próximo gobierno, que logrará mantenerse de la mano de cambios ágiles y contundentes. Para ello, el mandatario electo debe mantenerse fiel a su identidad, la misma que lo ha llevado a ser un gran padre de familia, un político de carácter y convicciones firmes, y hoy, Presidente de la República.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero el lunes 15 de diciembre de 2025.




