La ruta mistraliana
Rodrigo Ojeda | Sección: Arte y Cultura, Historia, Política, Religión, Sociedad
La noticia cruzó el mundo a través de un telegrama oficial desde Estocolmo. Sus ojos llorosos leyeron el comunicado en su residencia de Petrópolis. En Chile, su ciudad natal se “embanderó de manera espontánea”. La prensa mundial dedicó portadas a la escritora y el “cetro mundial de Literatura”. La distinción “me alegra profundamente el corazón”, estoy “emocionada, sorprendida y muy agradecida”. El 15 de noviembre de 1945, marcó un hito en la vida, pública y privada, de Gabriela Mistral. De “personalidad retraída” y origen indígena, quien “había superado muchos y difíciles obstáculos en su vida”, escuchó por la radio su triunfo, lloró y agradeció a su Dios. Ese primer día recibió más de ochenta telegramas y llamados telefónicos, sintió “como si la cordillera me estuviera aplastando”. Esa noche “no sufrió de insomnio” y confirmó su presencia en la ceremonia del 10 de diciembre en suelo nórdico, con una condición: “prefiero demorarme en barco que volar mucho en avión”. Los premios de la academia estuvieron suspendidos debido a la guerra en Europa. Los detalles de la nominación, ceremonia y estadía en Suecia se encuentran en el libro: Gabriela. Su difícil camino al Nobel (2024), de José Goñi.
La historia de la “maestra rural que escribe poemas” comenzó entre cerros, en un valle mágico de colores, contrastes y un sol que baña todo a su alrededor. En esas tierras conoció la miseria en Montegrande y Vicuña, y nacieron sus inquietudes sociales. La naturaleza fue su primera maestra. El imponente valle y su tapiz celestial fueron su patio, el universo y la vida misma, su tierra es la “fuente de la poesía que no se agotará jamás”. Embarcó con honores y navegó durante veintidós días en el Ecuador, la navegación en altamar no fue sencilla. Mistral se alojó en el camarote principal y compartió con toda la tripulación. Llegó a Suecia el 8 de diciembre, en medio de la expectación mundial, de la realeza y de la academia. Soportó el invierno con un abrigo regalado y se trasladó en tren a Estocolmo. Una tienda de la ciudad regaló el vestido para el gran día: la ceremonia del Nobel. Fue un día frío con nieve y una elegante Mistral. El lunes 10 de diciembre de 1945, la indiana se convirtió en reina. Compartió la primera fila con Alexander Fleming entre trompetas, silencios y protocolos. La profesora “del sur del mundo” y “reina espiritual” concentró las miradas al recibir su diploma, la medalla y un sobre, acompañada de un extendido aplauso. Los días siguientes los dedicó a reuniones y encuentros con representantes de la sociedad sueca. El comunismo nórdico discrepó del triunfo de “una desconocida” en desmedro de la literatura soviética.
Durante su extendida estadía en Suecia, habló de educación, la importancia de la maternidad y los niños, la paz y la libertad, la democracia y el “feminismo de nicho”. Fue escuchada con admiración más allá de la consagración literaria, especialmente al relatar sus vivencias y dolores. Nunca olvidó su origen ni los malos momentos entre pares y los prejuicios en su tierra natal, “campesina he sido siempre y nunca dejaré de serlo”. Su biografía formó su visión de mundo y su obra. Comió un racimo de uvas y recordó las cosechas de su valle. Reflexionó sobre el mundo y las tragedias recientes, “parece que toda revolución está condenada a volverse en contra de sus propios líderes”. “El comunismo ha sido una gran decepción para mucha gente”. “El fanatismo es siempre la antesala de una tragedia colectiva” antes y después de la guerra. Cristiana y budista, su literatura se volvió universal y eterna, previo al Nobel sus escritos fueron traducidos al inglés, francés y sueco. Fue una pensadora de la “paz mundial, la libertad y la justicia social”. Sin un título profesional, superó la pobreza y se convirtió en un referente mundial. Se desveló por la educación de los más necesitados. Tras ochenta años sus principios, preocupaciones y diagnósticos educativos siguen vigentes. “Nadie desea con más fuerza que yo un Chile sólido y cuerdo, un Chile de política inteligente y, sobre todo, coherente que amar y obedecer”.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Pingüino el domingo 16 de noviembre de 2025.




