La derecha chilena: entre la “pax romana” y el relevo necesario

Ramón Jara López | Sección: Política

La columna recientemente publicada por María Asunción Poblete propone una suerte de “pax romana” entre los tres polos que hoy conviven dentro de la derecha chilena. El fundamento de una convivencia armónica entre estos sectores fortalecería al bloque y permitiría una alternancia política estable. Su texto abre un debate muy interesante y necesario sobre el futuro de la derecha; sin embargo, me parece que su lectura del momento político que atraviesa hoy ese sector resulta excesivamente optimista.

Desde esa perspectiva, propongo algunas ideas que pueden ayudar a comprender por qué Chile Vamos parece haber llegado al final de su ciclo político y por qué la derecha requiere algo más que acuerdos internos para proyectarse hacia el futuro.

En primer lugar, considero necesario sostener el agotamiento del ciclo de Chile Vamos. El diagnóstico que desarrolla sobre el país y sus respuestas institucionales y técnicas pertenecen a otro momento histórico. No ofrecen soluciones suficientes a malestares actuales como la vivienda, la migración irregular, el auge del narcotráfico o el desempleo, y en su intento por sobrevivir han terminado recurriendo a acuerdos transversales que evidencian su desorientación.

Cuando una coalición de derecha, que se presenta como heredera de una cierta tradición política chilena, necesita apoyarse en sectores socialdemócratas para sostenerse, es señal de que su propio relato político se ha vaciado.

El segundo elemento para aportar a la discusión es creer que solo los buenos técnicos bastan. La autora indica que republicanos y nacional libertarios deberían aprovechar los cuadros técnicos de Chile Vamos. Volver a caer en esta idea es repetir el mismo error que ha marcado al sector desde los años noventa: creer que la “buena administración” reemplaza al proyecto político.

Los gobiernos del presidente Sebastián Piñera contaron con equipos de un nivel técnico increíble, de eso no hay duda. Pero el país se desbordó políticamente, el mismo 18 de octubre del 2019 lo simbolizó. La élite tecnocrática gestionando con eficiencia, pero sin capacidad de comprender ni canalizar el malestar social. Sin un relato político claro la técnica se vacía de contenido convirtiéndose en una jaula de hierro.

En tercer lugar, si la derecha quiere tener un futuro necesita una profunda renovación, no solo una recomposición de sus burocracias. Dicha renovación debe ser generacional y política: nuevos liderazgos con gran formación técnica pero un relato de país que vuelva a despertar épica y convicción moral.

En este sentido, un autor como Vilfredo Pareto y su idea de la “circulación de las élites” indica que toda sociedad sana requiere una renovación periódica de sus cuadros dirigentes para evitar el estancamiento institucional y el distanciamiento entre élites y base social. Cuando las élites políticas dejan de adaptarse a los cambios del entorno, pierden legitimidad y son reemplazadas por nuevas que expresan con mayor fidelidad las tensiones del momento histórico.

En esa línea, Gaetano Mosca ya advertía que “ninguna clase dirigente se mantiene indefinidamente” y que su continuidad depende de su capacidad para integrar a nuevos sectores y reformular su discurso. La derecha chilena, si pretende representar de verdad a las mayorías contemporáneas, debe abrir paso a una nueva generación de cuadros que comprendan la dimensión simbólica y política de lo que ha sucedido del 2019 en adelante, no solo su gestión técnica.

Finalmente, y retomando la idea anterior, más que una “pax romana” hoy la derecha necesita un relevo generacional y político. Este reemplazo no debe verse como una fractura destructiva sino como un mecanismo funcional de adaptación del sistema político. En este sentido y a partir de la “ley de hierro oligárquica” (Robert Michels) se advierte que las organizaciones políticas tienden a estancarse si no se producen mecanismos de renovación interna. Si la derecha quiere sobrevivir al ciclo político actual necesita sustituir sus liderazgo para preservar su vitalidad y relevancia. 

Ya lo decía Bourdieu y su teoría de los campos políticos, estos se reconfiguran mediante luchas de posición entre agentes que buscan redefinir las reglas del juego y los capitales legítimos dentro de cada sector. El proceso que estamos viendo hoy no es un síntoma de la fragmentación, sino que es una reconfiguración natural del campo de la derecha chilena que aún busca adaptarse y responder al nuevo contexto post-estallido social.

En ese sentido, que Chile Vamos pierda ante Republicanos y Nacional Libertarios puede ser leído no como una tragedia, sino como un ciclo sano de reemplazo político y simbólico, necesario para que la derecha vuelva a ser una fuerza interpretativa y no meramente administrativa del país.

En síntesis, éstos son, a mi juicio, los puntos centrales que nos permiten abrir un debate más honesto sobre el futuro de la derecha chilena y sobre si su renovación pasa por la convivencia de los tres mundos que hoy la componen o, más bien, por el cierre definitivo de un ciclo.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero el viernes 31 de octubre de 2025 como carta al director.