Una Legitimidad Incuestionable
Max Silva Abbott | Sección: Familia, Historia, Política, Sociedad, Vida
Actualmente, para vastos sectores los derechos humanos poseen una legitimidad incuestionable, al punto que no les cabe en la cabeza que alguien pueda hacer alguna crítica a su respecto, por mínima que sea.
Ello obedece a que en un principio, la proclamación y exigencia de estos derechos surgió como una respuesta evidente a los horrores de mediados del siglo XX. De esta manera, para muchos, su legitimidad quedó garantizada para siempre de manera irreversible.
Sin embargo, las cosas han cambiado bastante con el correr del tiempo, como se ha comentado aquí muchas veces, debido fundamentalmente a la enorme e incontrolada discrecionalidad que tienen los órganos internacionales que tutelan los tratados de derechos humanos para interpretarlos. De hecho, es tanta esta discrecionalidad, que su contenido original (y que fue lo que realmente pactaron los Estados) ha sido en buena medida eclipsado por dicha interpretación.
Sin embargo, lo anterior no ha alterado en lo más mínimo esta fe incondicional que aún existe en vastos ambientes respecto de los derechos humanos. Lo cual hace que sin querer se produzca en ellos algo así como un bloqueo mental, en el sentido que no se encuentra dentro de sus parámetros la más mínima opción de que estos derechos puedan ser empleados para algo malo. Es una posibilidad que sencillamente no existe.
O también, podría decirse que lo que los derechos humanos debieran ser (su “deber ser”), en muchos casos poco o nada tiene que ver con lo que varios de ellos son actualmente (su “ser”). Así entonces, se produce un espejismo en virtud del cual, el “deber ser” impide ver el actual “ser” de muchos derechos humanos.
Es cosa de contemplar un cúmulo de “derechos humanos” contemporáneos que al menos resultan inquietantes. Así por ejemplo, la auténtica corrupción de menores que se está produciendo mediante la educación sexual, escudada bajo el más que problemático concepto de “autonomía progresiva”; el llamado de varios activistas al “derecho humano al aborto” libre, limitado o ilimitado en el tiempo y financiado por el Estado; la consideración de la “familia intraespecie”, que incluye dentro de su seno a las mascotas; o la consideración de la naturaleza como sujeto de derechos, con todas las consecuencias que ello conlleva. Y estas son solo cuatro de las muchas materias que hoy están produciendo una notable polémica.
Todo lo dicho muestra que hoy por hoy, casi cualquier cosa podría acabar convirtiéndose en un “derecho humano”, al depender dicha categoría de la “interpretación” de los tratados de derechos humanos que hagan sus órganos guardianes, fruto de una notable ideologización y falta de control respecto de su actividad. Y además, al depender de su solo querer, resulta también imposible que estos “derechos” sean universales, como deben ser los auténticos derechos humanos.
De ahí que sea necesario romper este espejismo de legitimidad incuestionable, que hace que el “deber ser” de los derechos humanos impida ver el “ser” de los mismos; o si se prefiere, que su idealización no permita entender lo que está pasando en la realidad.
Por eso, no cualquier cosa que tenga el rótulo “derechos humanos” debe ser aceptada como un dogma, pues aquí tampoco todo lo que brilla es oro.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por el diario El Sur de Concepción. El autor es Doctor en Derecho y profesor de filosofía del derecho en la Universidad San Sebastián.




