Los inmaculados
Rodrigo Ojeda | Sección: Arte y Cultura, Historia, Política
Los inocentes al poder de Daniel Mansuy es una crónica y radiografía de la generación impugnadora aglutinada en el actual Frente Amplio (FA). Una ruta desde las movilizaciones y petitorios hasta la llegada a La Moneda. Sus diagnósticos, los cuestionamientos a la transición y concertación, la acumulación y representación de los malestares son parte de su mochila política.
Es una generación que se percibe dotada de pureza y transparencia, voluntad redentora, moral superior y lejanos a la opacidad. “Vienen a salvarnos” desde una voluntad transformadora y grandilocuente. Son “portavoces del malestar” de la calle y del pueblo, pero su verborrea está por sobre la reflexión y realidad. Creen en el uso y abuso de conceptos y la repetición como un acto suficiente para generar cambios. En las movilizaciones utilizaron las tomas de espacios como un mecanismo de presión y chantaje. Desde el altar callejero han buscado “impugnarlo todo”. El objetivo final es superar el neoliberalismo y el modelo constitucional de la dictadura. El neoliberalismo es la fuente del malestar social según el manual frenteamplista, el cual contiene sesgos y consignas para interpelar y llamar la atención. Dicen representar a los excluidos de la transición y el duopolio. Su ideario anhela fundar algo nuevo, ajeno a la mancha de la transición política, considerada como una traición y una concesión con el dictador, es decir, un falso consenso. El FA es el camino sin mácula y correcto para rescatar a los marginados. Cada paso importa y cada error se evade porque el objetivo ulterior es inevitable, lo importante es avanzar: “seguimos”.
El libro retrata y rastrea el recorrido del FA, sus contradicciones y fracasos, el repliegue discursivo e ideológico, sus pasiones y pulsiones, sus desafíos y el personalismo de Boric. Una generación que carga con la angustia del privilegiado que, de algún modo, la culpa los exculpa, carga con expectativas imposibles de cumplir. La tentación y pretensión de la inocencia permanece junto a la puesta en escena al momento de comunicar y amplificar el “malestar social”, pero “la acumulación de malestares no resuelve la cuestión del conflicto”, una característica en lo discursivo y en su estrategia electoral.
La épica del FA ya no es suficiente, la lógica del espectáculo ya no alcanza, no es lo mismo dirigir una federación de estudiantes que un país. Hoy son administradores de lo existente y chocan con la realidad, esa que indica que reunir malestares no es suficiente para empujar “cambios profundos”. El gobierno de Boric se ha caracterizado por la improvisación y la frivolidad. No basta con impugnar ni evadir las responsabilidades.
El FA tiene mala memoria, apoyó las evasiones del año 2019 sin importar las consecuencias reales ni las afectaciones domésticas. La desobediencia y movilizaciones de octubre fueron funcionales a “sus objetivos políticos”, la violencia fue vista “con benevolencia” ya que Piñera era el “adversario declarado del pueblo”. Convirtieron a “Carabineros en su enemigo y al perro Matapacos en ícono de la resistencia civil”. Una épica, lucha y dictadura imaginaria tras meses de acusaciones falsas con tal de dañar “al máximo la legitimidad del gobierno”, por ejemplo, el centro de torturas, un actuar “revelador del desquiciamiento generalizado”. A ratos, sacralizaron los desmanes tras la pulsión popular. Apostaron el todo o nada en la constituyente, esa convención heredera de la violencia del estallido que buscó refundarlo todo. Prefieren mantener su inocencia y “confirmar su propio diagnóstico”.
El país que sueñan se ha convertido en una pesadilla propia y ajena. Ya no son tan inocentes y habitan una “cárcel mental”. Lo inmaculado llegó para quedarse en el FA y ha cruzado las fronteras ideológicas con tintes demagógicos e impugnadores, olvidando que en la política no hay puros ni inocentes.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Pingüino el domingo 12 de octubre de 2025.




