Datos o Intuición: Decidir Mejor en Atacama

Paula Guerrero Zaro y Tamara Villalobos Portilla | Sección: Política, Sociedad

Atacama enfrenta una disyuntiva crítica: ¿seguiremos tomando decisiones basadas en intuiciones y consensos de corto plazo, o daremos el salto hacia un uso sistemático de la ciencia de datos como herramienta que nos permita anticipar riesgos y salir de las trampas que frenan nuestro desarrollo?

La Cepal define las “trampas del desarrollo” como obstáculos que impiden un crecimiento sostenible: baja productividad, desigualdades persistentes y debilidad institucional. En Atacama, estas trampas se reflejan en diagnósticos reiterativos sobre desempleo, escasez hídrica, dependencia minera y carencias en infraestructura productiva. Muchas veces, planes y estrategias se convierten en listados de intenciones porque carecen de datos confiables o sistemas de seguimiento que los conviertan en acciones medibles.

El contraste con el sector privado es evidente. Mineras y empresas energéticas en la región operan con análisis predictivo, inteligencia artificial y monitoreo en tiempo real para tomar decisiones, mientras gran parte de las instituciones públicas trabaja con estadísticas desactualizadas, registros dispersos y diagnósticos que llegan tarde. Esta brecha reduce la capacidad de respuesta y prolonga las trampas estructurales.

La Cepal lo advierte: “la evaluación y el seguimiento de políticas tienen el potencial de articular mejor la planificación y la gestión, y de generar aprendizajes institucionales que fortalezcan sistemas y resultados” (2018). Sin información sólida y monitoreo, los planes corren el riesgo de ser meros documentos sin impacto real.

Como dijo Geoffrey Moore: “Sin datos, eres solo otra persona con una opinión”. Y W. Edwards Deming complementa: “Sin datos, solo estamos adivinando”. En Atacama, adivinar perpetúa nuestras trampas de desarrollo.

Y mientras adivinamos, se desplazan los problemas respecto a los canales secos, se vacían las aulas en pueblos del interior, y las familias siguen haciendo malabares para acceder a salud y educación digna para sus hijos. Son las mismas personas que ven pasar políticas que prometen cambios, pero que no logran tocar sus vidas. No se trata sólo de cifras: se trata de esperanzas postergadas, territorios invisibilizados y decisiones que, sin evidencia, condenan a repetir errores.

La ciencia de datos no es un fin ni un nuevo pilar de progreso, sino una herramienta estratégica para priorizar inversiones, sino identificar brechas sociales y productivas, comprender dinámicas territoriales y anticipar conflictos. Superar las trampas del desarrollo exige menos intuición y más evidencia: datos que permitan decidir con inteligencia y generar soluciones.

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Diario de Atacama el sábado 26 de julio de 2025.