La corbata presidencial
Rodrigo Ojeda | Sección: Historia, Política, Sociedad
Diputado del distrito 10. Egresó del Verbo Divino en 2005 y juró como abogado en 2020. Es aficionado al boxeo y a la política. Militante del Frente Amplio (FA) y candidato presidencial. Se reconoce como un “gran orador” universitario, especialmente durante las asambleas y movilizaciones estudiantiles. Gonzalo Winter Etcheberry, es un agitador y representa el proyecto político del FA en las primarias oficialistas. La candidatura y su corbata, no son del todo testimonial ni superficiales. El candidato proviene de la matriz del FA y se expresa como tal. La nueva izquierda sabe jugar en el tablero electoral tras las movilizaciones y el estallido.
La corbata y sus declaraciones no son casuales. Apuesta por un progresismo unido, amplio y sin exclusiones. Representa a quienes mantienen una “visión igualitaria”, pero “no necesitamos más intervencionismo disfrazado de justicia”. Es la típica mirada paternal de la izquierda que insiste en “transformar cada desigualdad en un error que debe ser reparado”. Gonzalo Winter propone un país más justo y feliz. Además de enfrentar “la concentración de la riqueza”, ofrece una “justicia tributaria para un desarrollo justo”. Winter quiere “una sociedad sin clases sociales”, olvidando el pasado, los intentos y fracasos alrededor del mundo, con paraísos igualitarios que terminaron en tragedias sociales y humanas. Una frase extemporánea, extravagante e irresponsable.
Su programa se llama “una vía chilena al desarrollo 2050”, sin empanadas ni vino tinto. Contiene lugares comunes y promesas que son parte del paradigma del FA; un partido que ve en lo público un mantra y mantiene ese horizonte ideológico: “terminar con el modelo de AFP”. Además, una reforma tributaria al patrimonio y utilidades. El llamado al votante del progresismo se hace mediante palabras clave: “dolores y heridas pendientes”. Los dolores de Chile, es la nueva consigna del frenteamplismo y su carta de presentación en las primarias de la izquierda. Winter mantiene el diagnóstico de un país desigual y el petitorio tribal del estallido, al cual define como: “una crisis compleja, real y dolorosa”, y su causa fue: “desigualdad, abusos y falta de justicia”, no resueltas.
Su franja televisiva apunta a los poderosos, privilegios y desigualdades. Es odiosa con los 30 años de la concertación, lo cual nutre y potencia a su electorado. Para el FA, Chile creció para unos pocos en las últimas décadas, pero ese relato carece de datos. Reviven el ambiente del estallido con frases partisanas, tales como “está mal pelado el chancho” y “unos pocos se llevan todos los recursos”. Winter y su tercio de apoyo, dicen que “no le temen al poder” y van a “cortar con los privilegios”, olvidando que son parte del poder, son privilegiados y gobiernan. El FA cuenta un voto militante que “acarrea” pasionalmente a esa generación que quiere refundar el país desde el activismo digital y la nostalgia del fallido estallido (claudicación de Piñera) y la convención maximalista.
Winter ha declarado ser admirador de Allende y de Miguel Henríquez, no sólo por el bigote. “Me declaro allendista, porque creo en la justicia social”. No es el único de su generación que ve en Allende una “fuente de inspiración” y referencia. El frenteamplismo encontró en el pasado una “narración funcional a sus objetivos”, según Daniel Mansuy. Es una generación que no deja nada al azar en el tablero político y cree que todo vale en la calle y en la política. Su base electoral no es menor, tiene “capacidad de movilización”, “organización territorial” y “disciplina partidaria”. Además de municipios relevantes (plataformas electorales). No es sensato minimizarlos en las presidenciales en marcha. Pase lo que pase, no hay que bajar la guardia con Winter ni su corbata refundacional.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Pingüino el domingo 22 de junio de 2025.