La caída de los Ayatolás y el problema del eje Habana-Caracas

Juan Pablo Zúñiga Hertz | Sección: Historia, Política, Religión, Sociedad

Después de una semana de intensas operaciones aéreas por parte de Israel y luego de los EE.UU., con el cese al fuego aceptado de manera inmediata por Irán y los mortales golpes recibidos en el corazón logístico y estratégico de las fuerzas armadas iraníes, todo apunta a que el régimen de los Ayatolas puede estar próximo a su fin.

De los amores de las izquierdas latinoamericanas hacia el radicalismo islámico, no tenemos dudas. Los vínculos del régimen de Irán con países de la región es más que sabido. Irán está detrás de Bolivia suministrando drones antitanques para ser utilizados eventualmente contra unidades blindadas del Ejército de Chile. Por su parte, el brazo armado internacional de los Ayatolás, Hezbollah, opera en Bolivia, posee células en Brasil –algunas de las cuales fueron desarticuladas– y en Argentina. Los vínculos entre Irán y Venezuela van más allá de la cooperación militar y energética: Venezuela es el centro de operaciones de los planes yihadistas de Irán en América Latina.

Regímenes como el de los Castro en Cuba siempre requirieron de un papito que les diese una mesada para mantenerlos, al tiempo que organizaban y ejecutaban acciones de desestabilización de gobiernos en América Latina comprometidos con el mundo libre. La URSS financiaba a Cuba, hasta que, con la caída del muro, Cuba se quedó “tamboreando en un cacho”. Entre 1991 y 1998 Cuba se mantenía a medio morir saltando con dudosos procedimientos médicos, con promesas milagrosas que hacían caminar a los paralíticos y con la industria hotelera que recaudaba recursos funcionando más bien como la “pensión Soto” (a buen entendedor, pocas palabras). Como buen parásito, Castro sedujo a Chávez, luego a Lula y así sucesivamente para conseguir mantener en pie su fracasada revolución.

Desde el maligno eje Habana-Caracas se han fraguado fraudes electorales, redes de corrupción internacionales y asesinatos selectivos de candidatos opositores y jueces en todo el continente. Este mismo eje ha estado implicado en golpes de estado no convencionales como la insurrección de octubre de 2019 en nuestro país, la que torpedeó la línea de flotación de nuestra nación.

Y si cae Khamenei y con él se derrumba el régimen medieval de Irán y, como consecuencia se termina el amor entre Irán y el eje Habana-Caracas, ¿será que caerán los regímenes de Cuba y Venezuela? ¿Quién va a financiar o mantener a este eje del mal que más parece ser el cáncer de América Latina?

Con la caída de la URSS, Cuba rápidamente se aprestó a buscar un hospedero del cual parasitar. Venezuela le vino como anillo al dedo. Luego fueron Brasil y Bolivia, países a los cuales les exportaban médicos de dudosa reputación, médicos que nunca recibían el sueldo integral que el país hospedero ofrecía: todo iba a las arcas de la revolución. Sin el gentil auspicio de Irán, sospecho que el eje Habana-Caracas habrá de seguir recibiendo recursos del narco. Sin embargo, con lo volátiles que son las lealtades en ese mundillo de los estupefacientes, necesitan una fuente constante de ingresos auspiciada por los impuestos de otros.

¿Quiénes serán esos tontos que con sus impuestos pagarán suculentas remesas mensuales para financiar estados fallidos como Cuba y Venezuela? Puede ser Brasil, puede ser Colombia. ¿Será que puede ser Chile también? Si no nos ponemos las pilas para sacar a esta nomenclatura del ejecutivo, tarde o temprano, sus impuestos irán a alimentar a estas dictaduras venenosas cuyo único fin es destruir naciones y alimentar de panfletos de añejo izquierdismo a las nuevas generaciones para así siempre contar con los que su ídolo Lenin llamaba de “tontos útiles”.