Estas izquierdas deslavadas

Gonzalo Rojas Sánchez | Sección: Política, Sociedad

La campaña para las primarias del oficialismo ha dejado cuatro lecciones sobre las izquierdas actuales que vale la pena atesorar. Cada una de esas conclusiones, además, desmiente ciertas percepciones que están muy arraigadas en algunos sectores de las derechas, sobre la supuesta “superioridad electoral” de las izquierdas.

Veamos, en concreto.

La campaña ha mostrado a unas izquierdas en combate sin cuartel unas con otras. Se han dicho de todo, se han ninguneado, se han ridiculizado, se han descalificado hacia el futuro (aunque siempre ha aparecido el mantra, incluso en boca presidencial: “pero gane quien gane, estaremos unidos la primera vuelta”). Esas heridas sangrarán.

Paralelamente, el despliegue comunicacional ha sido pobrísimo. Tanto la franja como los spots han desmentido aquello de que las izquierdas siempre son capaces de enviar mensajes eficaces, basados en textos e imágenes de alto impacto positivo. Basta con recordar la aparición de Winter con la pareja que espera un hijo, o el insólito “musical” de los diputados socialistas “a favor” de Tohá (con comillas, porque fue casi un suicidio), para sospechar que los zurdos creativos parecen una especie en extinción.

En tercer lugar, se ha podido comprobar que las izquierdas –en esta instancia al menos, y por ahora– ya no copan la calle. La vieja tradición de organizar manifestaciones populares en espacios abiertos –o al menos en amplios gimnasios– ha estado prácticamente ausente de la campaña. Temerosos del distanciamiento que experimenta la ciudadanía con los candidatos que apoyan al actual gobierno, los postulantes han preferido el foro sectorial, la reunión nuclear y las redes sociales. Ya nada tiembla porque la izquierda –en esta oportunidad– no salió a la calle.

Por último, ha sido también notoria la incapacidad de los candidatos para presentar propuestas auténticamente rupturistas –dicen que las izquierdas son revolucionarias– ya que se han centrado en proposiciones de carácter general, algunas ellas por supuesto con eventuales consecuencias devastadoras, pero sin mayor capacidad de contacto con la ciudadanía. La tradicional demagogia populista de las izquierdas ha sido reemplazada en esta campaña por una timorata batería de generalizaciones abstractas, con una que otra excepción irrelevante.

Queda por comprobar –escribo antes de la elección misma– si más encima un quinto mito habrá sido desvirtuado: la capacidad movilizadora de las izquierdas en los días de elección. Su tradicional estructura de acarreo, bien financiada, también podría quedar en entredicho. Esto último lo sabremos al conocer las cifras de electores totales. Quizás sea una quinta lección a considerar.