¿El ocaso de la fiesta democrática?

Felipe Díaz | Sección: Arte y Cultura, Historia, Política, Sociedad

Es evidente para cualquier observador serio que el sistema actual, con las condiciones que tenemos, no está dando el ancho. La crisis moral, la cual sabiamente ha señalado su excelencia, el Cardenal Chomali, como la crux del problema, es transversal no sólo en nuestras instituciones, sino en la sociedad entera. 

En un país con una evasión del sistema de transporte público del 40% en la capital, ¿ha de sorprendernos que el presidente malgaste 30 millones de pesos para votar en su pueblo natal? Sicut superius, ita inferius. 

En un contexto de inmigración masiva de los países más pobres y violentos del planeta, se suma que los chilenos no están teniendo hijos, resultando en una fatídica mezcla que, de no ser detenida ya, augura la desaparición de la raza chilena, y con ella, de la nación como fue concebida. El futuro que esto vaticina, de no ser evitado, es el de convertirnos en nuestros vecinos: otra república bananera o, peor aún, un narcoestado. 

¿Pueden realmente las votaciones cada cuatro años, con los vaivenes del corazón humano, dar solución a estas amenazas existenciales? El doctor Angelical, citando a San Agustín, decía: “[Al pueblo corrompido] con [justa] razón se le priva del poder de nombrar cargos y retorna este poder al arbitrio de una minoría de hombres honestos”

No nos son ajenas estas enseñanzas, cuyo eco encontramos en el epistolario del Ministro y en nuestra Historia reciente. ¿Existe hoy esa minoría de hombres honestos? Y si la hay, ¿están dispuestos a tener el coraje de arrojarse al mundo encima para salvar la nación? Sea cual sea el futuro que nos depara, no será el imaginado por el optimismo liberal.