Educación en la infancia

Germán Gómez Veas | Sección: Arte y Cultura, Educación, Familia, Sociedad

Sobre las causas y consecuencias de una educación escolar deficiente, se han revisado, con insistencia, unos pocos asuntos, pero sin promover acciones que reviertan los efectos desfavorables. Esto ocurre por ejemplo en tópicos como la creciente presencia de violencia escolar; la desacreditación de la autoridad docente; el exceso de burocracia que pesa sobre los equipos directivos y docentes; o la importancia de la asistencia a clases. 

Sin embargo, uno de los aspectos escasamente analizado, que en mi opinión es sustantivo en la acción educativa y al que habría que poner mayor atención, es lo referido al fontanal de humanización que se pierde toda vez que la formación en las escuelas es incompleta. En tal sentido, conviene precisar que las escuelas cuando cumplen cabalmente su misión se convierten en el agente más eficaz para impulsar la formación humana, en tanto cuando los centros escolares sólo logran un desempeño mediocre en ese propósito, entonces el resultado son hombres y mujeres con un carácter debilitado para poder alcanzar sus fines existenciales y con deficiencias éticas para contribuir integralmente al desarrollo del bien común.

Visto desde esta perspectiva, las escuelas y también las familias, harían bien en intensificar la formación de los escolares, porque este es el período en que logramos adquirir los hábitos humanos fundamentales, y es el tiempo en que internalizamos los valores con los que reconoceremos durante la vida lo importante respecto de lo que lo es menos, aprendemos a distinguir lo correcto de lo incorrecto, y en términos generales, consolidamos los principios que nos permiten reconocer tanto lo bueno como lo que no está bien. Una expresión de R. M. Rilke resulta especialmente ilustrativa para dimensionar la magnitud de esta circunstancia vital: la verdadera patria del ser humano es la infancia.

En este sentido, es necesario precisar que el ser humano es el único ser vivo educable y las escuelas tienen un tiempo limitado para proporcionar las herramientas formativas decisivas para aprender a vivir humanamente. Por esta razón los educadores y las familias deben estar bien dispuestos para llevar a cabo el proceso formativo. Ahora bien, ¿están las escuelas de pedagogía preparando adecuadamente a los estudiantes en esta dimensión? ¿Cuánto sabe de antropología pedagógica un profesor de inglés o de educación básica recién egresados? ¿Son las familias coherentes en su responsabilidad parental? Además, hay colegios que han descuidado una estrategia fundamental en la formación de los alumnos: la orientación. Por mucho tiempo los profesores ejercieron labores de orientación en paralelo a su jornada docente, con lo que se aseguraba mayor incidencia en el desarrollo personal de los alumnos, en una perspectiva educativa integral. No obstante, esta es hoy una práctica institucional disminuida. 

En suma, valdría la pena volver la mirada sobre lo decisivo que es, para una sociedad que procura el desarrollo armónico de sus ciudadanos, entender que las personas requieren formación y que los colegios, junto a las familias, son muy relevantes en proveerla.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Discusión el miércoles 16 de julio de 2025.