ChileVamos y la trampa de la campaña negativa

Patricio Dussaillant | Sección: Política

En cada campaña electoral, cuando falta estrategia o un relato, o no están funcionando como se esperaba y, más aún, cuando la competencia que se creía fácil se vuelve reñida, aparece un viejo recurso, que algunos piensan que es eficaz: la campaña negativa.

Es lo que se está viendo estos días con los voceros de la candidata de ChileVamos respecto de José Antonio Kast. En lugar de destacar a su candidata, sus ideas o sus méritos, invierten el esfuerzo comunicacional en descalificar a quien, equivocadamente, se ve como “contrincante”. Se lo caricaturiza, se lo estigmatiza, se lo convierte en amenaza.

Esta estrategia, que se apoya en mecanismos emocionales más que racionales, en algunos casos, puede generar efectos inmediatos pero, en el mediano y largo plazo, tiene un alto costo político, más aún cuando el sistema electoral considera una segunda vuelta.

Una campaña centrada en la destrucción simbólica del otro no solo empobrece el debate, sino que puede hipotecar el futuro político del mismo sector que la impulsa. ¿Qué ocurre si ese “enemigo” al que hoy descalificas es mañana tu única posibilidad para construir una mayoría o incluso pedirle apoyo frente a una segunda vuelta? ¿Qué queda si las únicas palabras que se sembraron fueron odio, burla o desconfianza?

Las campañas negativas funcionan bajo una lógica binaria: hay un “nosotros” virtuoso y un “ellos” peligroso. Esa dicotomía, útil en el corto plazo, dificulta cualquier posibilidad de diálogo posterior. Y cuando el resultado electoral no entrega victorias absolutas, sino escenarios fragmentados y obligados a pactar, el camino previamente dinamitado impide cualquier convergencia sin que alguno —o ambos— pierda credibilidad.

Por otro lado, esta estrategia supone una gran desconfianza en el electorado. Es una renuncia implícita al poder propositivo de la política. Un vaciamiento de contenido que, en muchos casos, deja al propio candidato sin una identidad sólida, porque su discurso no gira en torno a lo que quiere construir, sino únicamente a lo que quiere impedir.

Cuando el “enemigo” estigmatizado proviene del mismo sector político, los costos comunicacionales y estratégicos se multiplican. La descalificación no solo erosiona la legitimidad del otro, sino que debilita al conjunto del sector. Es como aserruchar la rama en la que uno mismo está sentado.

Cuando candidatos que comparten una historia política o, incluso, un electorado objetivo, se enfrentan como si fueran enemigos irreconciliables, lo que se resiente no es solo la posibilidad de unidad futura, sino la credibilidad de todo el sector. El votante no entiende cómo un candidato puede llamar “peligro para el país” a otro en la primera vuelta y pedir luego votar por él en la segunda sin parecer cínico. Esa contradicción alimenta el escepticismo ciudadano y, muchas veces, empuja a la abstención o al voto nulo.

Además, esta lógica daña la imagen de gobernabilidad. Si se ha construido un relato donde se caricaturiza y descalifica al otro, ¿cómo sentarse después a negociar una agenda común o equipos de gobierno? Por eso, cuando la estigmatización se dirige hacia dentro del mismo espacio político, no es solo una torpeza táctica. Es un suicidio simbólico. Se destruye capital político, se desorienta a los electores, y se entrega al adversario real un frente debilitado y dividido. La prudencia discursiva no es muestra de debilidad, sino expresión de inteligencia política que entiende que, en democracia, nadie gana solo ni puede gobernar solo.

Es legítimo contrastar proyectos, pero otra cosa es fundar una campaña en el desprecio del otro, porque cuando se convierte en regla, la campaña negativa también debilita la legitimidad de quien la impulsa. Existiendo segunda vuelta, las palabras dichas en la primera pesan más que nunca. Por eso, hay que elegirlas con sabiduría, porque puede que el “enemigo” de hoy sea el socio necesario de mañana.

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio el sábado 28 de junio de 2025.