La ermita
Rodrigo Ojeda | Sección: Arte y Cultura, Política, Religión, Sociedad
Es una capilla pequeña situada en un lugar despoblado. Está ubicada en la zona Huentelauquén, en la comuna de Canela, región de Coquimbo. El lugar cuenta con una estatua de San Alberto Hurtado de más de 5 metros de altura, ese santo que fue canonizado por Benedicto XVI el año 2005. La Plaza de San Pedro en el Vaticano, contó con cientos de chilenos que acompañaron la canonización. La ermita del santo está iluminada por las noches con energía solar fotovoltaica junto a la Parroquia Nuestra Señora del Tránsito de Canela, acompañada por el Cerro Talinay, un escenario natural y de culto que se ha convertido en un punto de referencia para viajeros y peregrinos que realizan pausas, oraciones y peticiones en un entorno privilegiado por la naturaleza divina. Las montañas dibujan en el paño celestial.
San Alberto Hurtado dejó huellas en el siglo XX, y en el presente con su legado social inspirado en el cambio positivo y en su obra íntegra e integradora. El santo se preparó en distintas áreas para fortalecer su mirada de mundo, su fe cristiana y su vocación a Dios. No rehuyó la política y sus dimensiones de: “función y permanencia social”. Sobre los políticos señaló: “de ellos ha de venir al país un ejemplo de la moralidad privada y pública, de honradez, de sobriedad de vida, de trabajo, de consagración al bienestar nacional”. La labor política es relevante y requiere de renuncias a las ganancias propias y partidarias en favor de “los intereses nacionales”. Son palabras del santo desde el pasado con vigencia en Chile: un llamado de atención permanente. ¿Cuántos políticos dejaron de lado la sobriedad y la honradez? ¿La política actual está al servicio de los intereses nacionales y del bien común? Son preguntas que aparecen al recorrer la ermita bajo un cielo celeste con nubes que se mimetizan con la estatua. Necesitamos una política y políticos que no olviden las enseñanzas y peticiones del santo ya que lo social no ha sido resuelto. Lo social, esa preocupación basal del padre Alberto Hurtado, requiere de estudios y técnicas junto a “la caridad” con el objetivo de conseguir “un mundo mejor” para todos.
El santo señaló que los estudios universitarios y las profesiones son “el ejercicio de una misión social y una colaboración al bien común de la sociedad”. La universidad es necesaria y debemos preguntarnos: ¿qué sentido social tiene mi profesión? En el presente, muchos universitarios y profesionales han renunciado a la caridad y se “embarcan en empresas minúsculas”, olvidando lo social, la comunidad y al prójimo. La tecnocracia, el consumismo y el estatus son adicciones que adormecen la solidaridad y el bien común. Desde la calma de la ermita, ese punto geográfico consagrado al santo chileno, es necesario recordar sus enseñanzas y su camino socialcristiano. La bondad y la justicia no son incompatibles con la política, la universidad y las profesiones. Hay urgencias pendientes en la sociedad chilena que no se resuelven desde la indignación inicial. La anomia y el egoísmo están instalados transversalmente. Tenemos que ser mejores personas en todo momento.
La ermita es un punto de encuentro que combina lo humano y lo divino, lo temporal y lo infinito. Es imposible que la naturaleza humana y geográfica sean un accidente cósmico. El entorno de la ermita es una invitación a la reflexión frente a una sociedad instantánea y desechable, alejada de lo justo, solidario y lo trascendente. Las calles de Punta Arenas, fueron recorridas por la camioneta verde y un mensaje vigente: “nuestra acción o inacción tiene un sentido social”. “La meditación, la oración, la educación, debería mantenernos con ojos siempre abiertos al dolor humano”.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Pingüino el domingo 1 de junio de 2025.