“Como Dios no existe, ustedes sobran”

Juan Carlos de la Llera | Sección: Arte y Cultura, Política, Religión, Sociedad

Recordando esta frase grafiteada sobre las paredes de la iglesia de la Asunción, comenzaba hace pocos días la ceremonia de reapertura de este templo (1876), vandalizado en 2019 e incendiado intencionalmente en 2020. Han pasado ya cinco años desde ese trágico momento, en el que la violencia pura y dura nos polarizó y llevó a desconocernos como compatriotas.

Reinaron además consignas como la “única iglesia que ilumina es la que arde”, “la violencia es el lenguaje para los que no escuchan”, o “muerte al Estado”, entre otras que no reproduzco por respeto al lector. Expresiones de muerte y odio brotaron con fuerza en este desenfreno colectivo. Palabras profundas y reveladoras que nacieron del miedo y del resentimiento buscando borrar y cancelar al otro.

En su iluminadora prédica, nuestro cardenal se preguntaba: “¿Qué hemos hecho para generar personas sin ley ni Dios?”. ¿Cuántos son los templos quemados en Chile que ya ni siquiera hacen noticia? Y como siempre, surgió lo inesperado: fueron llamas de odio que sin querer inflamaron llamas de amor en el corazón de muchas personas por nuestras tradiciones e Iglesia. A coro se decía, cada vez que se destruya un templo, lo volveremos a levantar. Y cada vez que se amenace la vida, la volveremos a defender con fuerza.

En ese espíritu es que observo con preocupación la forma en que se busca reinstalar en el debate público la ley de aborto libre. Como probablemente nadie tenga dudas de mi convencimiento personal e institucional en esta materia, no quiero argumentar desde ahí, sino expresar desde una perspectiva humana por qué considero —respetuosamente— que llevar adelante esta discusión en el momento actual es una pésima idea para el país.

Partamos desde la evidencia, que creo exige como mínimo actuar con mucha prudencia. En el plano internacional, los datos muestran que hoy en 75 países o territorios se permite el aborto a petición de la mujer, pero con distintos límites gestacionales entre 12 y 24 semanas. Esto representa un 38% de los países reconocidos por la ONU. En 24 naciones (12%) sigue estando prohibido en toda circunstancia, y en otras 98 (50%) solo bajo causales específicas.

En Chile, la actual ley de tres causales data de 2017, y fue aprobada luego de más de 30 iniciativas presentadas desde 1990. Consecuentemente, en términos histórico-sociales, cualquier legislación de estas características requiere de un camino largo y profundo de reflexión y discusión, fuera del fragor de las múltiples vicisitudes eleccionarias.

Más allá de las legítimas posiciones personales, considero un verdadero despropósito y provocación a la inteligencia humana politizar un tema tan sensible y profundo como este. Si la discusión fuera sencilla, el consenso es lo que primaría, habiéndose zanjado hace mucho tiempo estas materias en otras sociedades. En esto no hay atajos. El cómo y el cuándo son evidentemente inoportunos.

El segundo argumento proviene simplemente desde la vereda del sentido común. Al cabo de cinco años, nuestro país recién se recupera de una tremenda herida social, que pudo haber tenido consecuencias mucho más graves que las conocidas por todos. Por eso parece imprudente imponer temas en la discusión pública que vuelvan a dividirnos como compatriotas.

Por qué no buscar un proyecto que nos una como nación. Uno que genere espacios de encuentro, que ayude a entendernos y aceptarnos en nuestras diferencias y curarnos socialmente. Dividir y polarizar cuesta poco, el verdadero desafío de una sociedad es encontrar ese objetivo común y movilizador. Es un deber moral, de la clase política y de nuestros gobernantes, procurar cuidar todas las llamas de amor y ciudadanía que surgieron —precisamente— tras las llamas de la polarización que quemaron iglesias y patrimonios en 2019.

La discusión sobre la vida y las libertades merece, como mínimo, un debate sereno y sin contaminación política. Si una vez más se fuerza al país a entrar en un debate no prioritario, y que a la vez nos divide, honestamente creo que no estamos pensando seriamente en el futuro de Chile.

Esta semana se cumplieron diez años de Laudato si’, donde el Papa Francisco nos recuerda que “Cuando no se reconoce en la realidad misma el valor de un pobre, de un embrión humano, de una persona con discapacidad —por poner solo algunos ejemplos—, difícilmente se escucharán los gritos de la misma naturaleza. Todo está conectado”.

Y que quede claro que para quienes creemos que Dios existe, nadie sobra en esta conversación.

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio el viernes 30 de mayo de 2025.