Caudillos

Rodrigo Ojeda | Sección: Política

La contienda es desigual. No es fácil derrotar en las presidenciales a un gobierno en campaña y el despliegue de sus acorazados: el gasto fiscal y el corte de cintas. El oficialismo ha decidido ir a primarias y cerrar filas tras el triunfador. El bloque llamado “Unidad para Chile” tiene cuatro candidatos inscritos para las primarias del 29 de junio. Dos ex ministras (Tohá y Jara), el diputado Winter, ungido por Boric y proclamado por el Frente Amplio (FA), y un cuarto invitado. Todos representantes de la izquierda refundacional. La apuesta del bloque es movilizar militantes e independientes y cuantificar en votos el piso del candidato presidencial. El oficialismo está en campaña, ese que durante el estallido decidió exacerbar todas las contradicciones y “desigualdades”. La elección presidencial es una carrera compleja que no está ganada por nadie.

Hoy, nos advierten de un posible “segundo estallido social” si no ganan ellos. Nada nuevo en la lógica maniquea y del victimismo del FA y del comunismo local. Esa izquierda que en su panteón prende velas a Lenin, Ho Chi Minh, Castro, Guevara y Allende. La que cree que Cuba es una “democracia avanzada” de partido único y militares en las cúpulas. El candidato Winter, representa el proyecto simbólico del FA. Esa militancia que sabe llegar a cierto “electorado”, copando espacios con su relato. Además, cuenta con municipios importantes, sumado al activismo digital como herramienta política. Las primarias permiten al FA una medición de votos, organización territorial de los caudillos locales, despliegue electoral y disciplina partidaria. No es momento de confiarse ni de subestimar a nadie. La izquierda sabe de caudillismo y de golpear el panal social.

El caudillo es un cabecilla con influencias políticas y un ideario que representa a una colectividad. En el pasado y en el presente, dice tener la capacidad de resolver los problemas comunes de la sociedad con fórmulas vitoreadas por sus seguidores. El caudillismo ha existido en contextos históricos de inestabilidad política e institucional, frustraciones sociales y desesperanza colectiva. En su despliegue los cabecillas recurren a grandilocuencias, violencia verbal encubierta de salvación, lucha armada y revuelta popular, lo que en Chile se llamó: “el estallido social”. Esos caudillos de la izquierda, no se sonrojan con la violencia verbal y factual, la condenan en puntos de prensa, pero representa en su fuero interno un mecanismo legítimo de acción política, una respuesta a “la violencia institucional y estructural de los oprimidos”.

Hace poco festejaron a Lenin y colgaron a sus enemigos, acusados de algo que no son: “nazis”. Pero suena bien, es odioso y populista. Esas son las “credenciales democráticas” de quienes están dispuestos a utilizar la polarización y frustración existentes con fines políticos. Algunos entendidos ya advierten que el progresismo está politizando la ignorancia, la mediocridad y la inseguridad social, lo cual coincide con las crisis que están afectando a Chile en materias de: educación, salud y seguridad pública.

La derecha debe ordenarse y unirse, entender al rival, acallar sus caudillismos y ajustar las expectativas tras las encuestas, ya que las elecciones de 2025, presidencial y parlamentaria, son fundamentales. Además de recuperar la mística y realismo de la campaña del rechazo, potenciando liderazgos distantes al wokismo generacional y la falta de calle, descartando esa competencia de purismo ideológico y, derrotar a la izquierda refundacional en todos los espacios. La vereda necesita unidad.

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Pingüino el domingo 11 de mayo de 2025.