Algunos problemas que revela el último censo

Max Silva Abbott | Sección: Familia, Historia, Política, Sociedad, Vida

Los resultados preliminares del último censo no han significado una gran novedad en cuanto a la tendencia demográfica de las recientes décadas, si bien han sorprendido por su rapidez. La población de Chile envejece, y a pasos agigantados, debido a la cada vez menor cantidad de nacimientos; y de hecho, buena parte de ellos corresponden a inmigrantes, lo que agrava aún más esta situación respecto de la población autóctona.

Se insiste en que lo anterior no es una novedad, debido a que una serie de políticas adoptadas en las últimas décadas, tanto en Chile como a nivel global, han apuntado inequívocamente a limitar los nacimientos por cualquier medio, aborto incluido. Documentos tan influyentes como el “Informe Kissinger”, de 1974, o la brutal política china del hijo único, vigente hasta hace pocos años, son solo dos botones de muestra de lo antes dicho.

Por eso, la disminución de los nacimientos que ha afectado al mundo entero y en particular a Occidente, es todo menos una casualidad o un fenómeno espontáneo.

A lo anterior se ha agregado el notable alargamiento de las expectativas de vida, incrementando su duración, en algunos países, incluso varios decenios. Y es esto lo que explica que pese al drástico descenso de los nacimientos de las últimas décadas, a nivel global la población planetaria siga aumentando: porque aún deben pasar algunos años para que los más viejos nos dejen. De hecho, varias estimaciones dicen que desde el 2050, la población mundial debiera comenzar a decrecer casi en todas partes.

Ahora bien, además de lo discutible de estas políticas antinatalistas y de los modos de implantarla, en nuestro caso, el gran problema es que este fenómeno se ha producido de manera bastante más rápida que en los países desarrollados y además, con una infraestructura institucional y económica mucho más frágil para enfrentarlo. Todo lo cual producirá (y ya está produciendo) diversos problemas, sobre todo el de la manutención de la población senil, que requiere muchos recursos, recursos que a una población joven cada vez menos numerosa le cuesta más generar.

El problema es que al interior de un país, las cosas no pueden mantenerse indefinidamente si flaquea su principal “recurso”: su población. De ahí que en lo que queda del presente siglo se verán notables cambios en la geopolítica mundial, pues este “recurso” cambiará mucho en unos y otros Estados. Y lógicamente, un país que tenga una población envejecida y hasta decreciente, cambiará mucho su estatus a nivel internacional; y viceversa.

Por otro lado, ¿qué hacer con esta población senil cada vez más numerosa y que requiere de crecientes cuidados? ¿De dónde se sacarán los recursos para ello? Dada la absoluta, canallesca y hasta el momento exitosa guerra que ha existido desde hace décadas contra la humanidad, que ha producido esta drástica baja de la natalidad, ¿intentarán sus promotores convencernos ahora de que la eutanasia impuesta por el Estado es la solución?

O desde otra perspectiva, ¿se podrá mantener la soberanía sobre nuestro territorio si según el censo, hay varias zonas que se están despoblando, y además, rápidamente?

Son preguntas incómodas, polémicas y muy fuertes. Tenemos así un complejo y nada halagüeño panorama ante nosotros, agravado, al haber llegado más rápido de lo pensado, todo lo cual requiere una auténtica (y nunca mejor dicho) política de Estado.

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por el diario El Sur de Concepción. El autor es Doctor en Derecho y profesor de filosofía del derecho en la Universidad San Sebastián.