Falta de conducción
José Tomás Hargous Fuentes | Sección: Arte y Cultura, Política
Los últimos días han sido fatales para Chile Vamos. Una coalición que aspira a conducir el país necesita primero saber ordenar a sus propias huestes y, lo que es básico, a su propia candidata. En el último tiempo nada de eso ocurrió. Por el contrario, han dado tantas muestras de “desorden e improvisación” –en palabras de El Mercurio– y de errores políticos y comunicacionales que a veces uno duda que realmente quieran aspirar a la Primera Magistratura de la Nación.
Y es que el “chispoteo” –si se le puede llamar así– de Evelyn Matthei justificando el golpe de Estado es bien sintomático de esta situación. Si bien lo que dijo era razonable desde los principios de derecha, no se entiende desde su historia política personal, y genera un total rechazo en sus adherentes más próximos. No sólo eso, sino que también era absolutamente innecesario –ya sabemos cómo piensa–, inútil –no acercaría a los votantes de Kast y Kaiser con una carnada tan burda– y demasiado torpe –estar hablando en la Radio Agricultura y con Checho Hirane no te justifica bajar la guardia, ya que el periodista no es tu amigo–. Así cierra el primer gran chascarro de Matthei. Pero no fue el único. Si lo fuera no pasaría más allá de una simple anécdota, un pequeño tropiezo del cual levantarse y seguir en marcha.
La fallida primaria también es una historia de indecisiones, contradicciones y errores políticos. Primer acto: Evelyn Matthei se muestra frustrada porque no hay más candidatos para su primaria, que dice estar convencida de que es el escenario más adecuado para elegir al candidato del sector, y que no hacerlo sería un error, pero deja la decisión a los partidos. Segundo acto: La candidata reclama –porque algo que no hizo fue invitar– a Kast y Kaiser porque sus decisiones de ir a primera vuelta ponían en peligro la unidad del sector –cuando Kaiser siempre quiso ir a la primaria–. Tercer acto: Chile Vamos excluye a Rodolfo Carter, quien hace tiempo tenía intenciones de competir, porque decían que tenía un preacuerdo con Republicanos para una senaduría. Cuarto acto: Francisco Chahuán y Luciano Cruz-Coke habrían aceptado ir de candidatos luego de que Matthei se los pidiera, para armar una primaria competitiva, incluso haciendo a Chahuán renunciar al partido de toda su vida y llamando de vuelta a Carter. Entre medio, Checho Hirane dice que Evelyn también lo llamó para que presente su candidatura, pero al poco tiempo fue obligado a desdecirse por redes sociales de lo que dijo en la radio. Quinto acto: Evelyn da un inexplicable portazo a las primarias, tomando una decisión que ella pocas semanas antes decía que correspondía a los partidos, impidiendo la competencia y dejando a Chahuán sin pan ni pedazo; junto con echar la culpa de no hacer primarias a Kast y Kaiser, cuando claramente era responsabilidad suya y de los partidos.
Ambas polémicas pusieron a los partidos en alerta, decidiendo dar un golpe sobre la mesa, poniendo un jefe de campaña y exigiendo por la prensa más profesionalismo a la campaña de Matthei. Pero terminan por confirmar eso mismo: no hay que ser un experto electoral o un analista político para darse cuenta que la de Matthei es una campaña amateur, que comete errores de novato –inentendibles en una política con tantos años de experiencia en la primera línea–, y que arriesga entregar el primer lugar en las encuestas a Kaiser o Kast, según el sondeo.
Por eso, son incapaces de demostrar –como quiere el ex diputado y generalísimo Diego Paulsen– “que somos la ÚNICA CANDIDATURA DE DERECHA que puede gobernar el país”–. Porque no lo son. Su misma gestión como oposición durante estos cuatro años muestra que no son capaces de defender sus propios principios, y buscar los acuerdos con el Gobierno a toda costa. Y su candidata presidencial muestra que casi cuarenta años en política no son suficientes para estar a la altura del proyecto que asumió. A diferencia de su postulación en 2013 –en la que dio muestras de su astucia política y de una valentía poco común para poner en riesgo todo su capital político por asumir una elección imposible de ganar–, en esta ocasión carece de rumbo, de visión, de una estrategia político comunicacional.
No se entiende qué quiere hacer, más allá de llegar a La Moneda. Porque llegar al Gobierno no puede ser el objetivo final, sino gobernar bien, con una visión de país, y con una capacidad de gestión que ponga a Chile de vuelta en la senda del progreso integral. Su coalición tiene todas las herramientas para hacerlo –y en esto Paulsen tiene razón–. Pero su incapacidad de seguir un plan, de ofrecer un discurso claro, una visión política del Chile actual, la alejan de su objetivo. Imaginemos que Evelyn Matthei gane en diciembre próximo. Es un escenario bastante plausible, considerando todas las encuestas medianamente serias.
Con Evelyn sentada en el despacho presidencial, se encontrará como Megamente a los pocos días de obtener la alcaldía de Metrociudad: desorientado, sin saber qué hacer o, en sus palabras, sin “propósito”. Así, no sabrán qué proponer, tanto por los constantes cambios de pensamiento de su candidata, como por el espíritu entreguista de su coalición que los hace tender puentes con la izquierda. En algunos temas concretos: ¿retrocederán con el aborto, con una líder que fue de las primeras parlamentarias en impulsarlo? ¿Defenderán la familia tradicional y la dignidad de los niños, con una partidaria del “matrimonio” homosexual y de la ideología de género? ¿Propondrán las reformas económicas necesarias para retomar la senda del crecimiento, con una candidata que quiere seguir subiendo impuestos, en particular a los “súper ricos”? ¿Enfrentará con fuerza el crimen organizado, si cuando fueron Gobierno le quitaron el respaldo a Carabineros durante el estallido? ¿Hará lo propio con el terrorismo en La Araucanía, si su candidata no quiere decretar estado de sitio?
Hasta ahora no han aclarado ninguna de estas preguntas. Si de verdad quieren gobernar, deben ponerse las pilas con urgencia y seguir un plan estratégico claro, dejando el amateurismo. Si no, le entregarán la banda presidencial a Kast o Kaiser, que son los otros postulantes con más opciones. El reloj corre.