De Allende a Allende
Gonzalo Rojas Sánchez | Sección: Historia, Política
Entre las muy variadas hipótesis para explicar que Isabel Allende y Maya Fernández Allende hayan incurrido en la grave acción que le costó a cada una su cargo –de maneras distintas, por cierto– se encuentra el viejo dicho “el que lo hereda, no lo hurta”.
Isabel Allende conocía perfectamente bien el uso que su padre hizo de los llamados “resquicios legales”, ese conjunto de pillerías disfrazadas de derecho que, con el impulso de Eduardo Novoa Monreal, Allende llevó a la práctica con la desfachatez que caracterizaba su ejercicio de la presidencia.
Fue la más palmaria demostración de la existencia de una fachada democrática. Define acertadamente el mecanismo Adolfo Ibáñez como el “valerse de disposiciones legales antiguas y poco conocidas, dictadas en un contexto diferente o por gobiernos de facto efímeros, pero que servían para legalizar los abusos, los despojos y el terror”. En palabras de Novoa, se trataba de usar “preceptos que permitan poner en marcha un proceso que facilite posteriores cambios de la estructura política, económica y social”, a partir de “las mismas reglas de ella que dan cabida a la posibilidad de su transformación”.
Para Cristián Villalonga, la fórmula tuvo un enorme costo político “cuyo uso culminó en una lucha frontal entre los poderes del Estado”, fue una “tragedia histórica… un verdadero suicidio institucional, al desconocer Allende parte fundamental del ordenamiento jurídico, cuestionando el sustento mismo de su poder”. Y, por su parte, mientras Jorge Ovalle considera el mecanismo “un fraude político absolutamente inaceptable… una verdadera estafa a la ley”, Jorge Prat lo calificó como “uso jurídico abusivo de instrumentos legales preexistentes”.
¿No están ahí los gérmenes de la insólita actuación de Isabel Allende en el aberrante intento de venta de la dichosa casa al Estado?
A su vez, Maya Fernández seguramente conoce bien el profundo desprecio que su madre, Tati Allende, sentía por toda la institucionalidad formal de la democracia chilena. Su compromiso con Cuba, su entrenamiento militar en la isla, su apoyo a la guerrilla del Che Guevara, su tarea como puente entre el PS y el MIR, en fin, el favoritismo que le dispensaba a Tati el padre y abuelo presidente.
¿No quedó nada de eso en el estilo conductual de la hija y nieta?