Adiós, Francisco
Max Silva Abbott | Sección: Arte y Cultura, Historia, Religión, Sociedad
Como era de esperar, y a pesar de ser un acontecimiento que se esperaba desde hace tiempo, la muerte del papa Francisco ha conmocionado al mundo entero, en particular a Occidente, que pese a su descristianización, aún conserva buena parte de la herencia cristiana. Tal vez por eso un antiguo filósofo español señaló hace varias décadas que luego del cristianismo, el europeo podía ser “cristiano” o “ex-cristiano”, pero nunca “a-cristiano”.
Francisco no dejó indiferente a nadie, y seguramente ese será uno de los mayores legados de su pontificado: su diferencia de actitud y trato respecto de varias materias en relación con pontífices anteriores.
De esta manera, para unos significó el fin o el aminoramiento de diversas tradiciones consideradas demasiado formales, o también, una preocupación por aspectos más terrenales y no solo o prioritariamente sobrenaturales, como la pobreza, la migración o la ecología. De hecho, encíclicas como Laudato Si’ o Fratelli Tutti dan buena cuenta de ello, al abordar materias poco comunes en documentos de esta especie o al menos, no tratadas con tanta extensión. O también su permanente accionar en esferas más cercanas a la política que otros pontífices, como su apertura de la Agenda 2030 en la ONU, entre otras muchas actividades.
Para otros fue lo opuesto, al considerar que no le prestaba la suficiente atención a temas más espirituales, fruto de la ya comentada preocupación por asuntos más terrenales; o también por la celebración de diversos sínodos o algunas modificaciones al Catecismo y otros documentos de la Iglesia.
Por otro lado, fue un férreo defensor de la vida, desde la concepción hasta la muerte natural, llamando a proteger tanto a las madres, sobre todo las más vulnerables, como también a los no nacidos, al margen de su condición; se preocupó de los ancianos, amenazados por lo que llamó nuestra actual “cultura del descarte”; del problema demográfico, fruto del notable descenso de la natalidad que afecta a tantos países; y del peligro de la eutanasia, la gran tentación ante este descenso de la natalidad para enfrentar los crecientes problemas de sociedades envejecidas.
En suma, siempre defendió la dignidad humana, no solo fundamentada en razones naturales, sino también sobrenaturales, al ser todos hijos de Dios. A lo cual añadió además su preocupación por nuestra casa común, sobre todo de la ecología.
Un papa distinto, sin lugar a duda, cuyo legado será motivo de estudio por décadas, con un pontificado marcado por acontecimientos tan extraños como la pandemia de Covid 19, la guerra de Ucrania que tanto ha afectado a Europa, o la coexistencia junto a él del papa emérito, Benedicto XVI, durante tantos años.
Mientras tanto, la Iglesia sigue su camino y como siempre ha sido, un nuevo sucesor de Pedro ocupará su lugar cuando termine el cónclave, de mayoría conservadora, según los expertos. Aunque tal vez como pocas veces, hoy se hace extremadamente difícil vaticinar quién podría ser su sucesor.
Adiós, Francisco. En su origen, “adiós” era una forma de despedida que expresaba el deseo de que la persona vaya hacia Dios o esté bajo su protección, cosa que en su caso ya es una realidad. Por eso, más que nunca cabe decir: “Adiós, Francisco”.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por el diario El Sur de Concepción. El autor es Doctor en Derecho y profesor de filosofía del derecho en la Universidad San Sebastián.