A 50 años de un gran desastre
Gonzalo Rojas Sánchez | Sección: Arte y Cultura, Historia, Política, Sociedad
Se cumple por estos días el medio siglo del final de la guerra de Vietnam, en realidad, de una de las tantas guerras de Vietnam.
Fue el 30 de abril de 1975 cuando Saigón, capital de Vietnam del Sur, fue capturada por las fuerzas del Ejército de Vietnam del Norte, el estado comunista. Ese día las escasas tropas norteamericanas aun presentes en el teatro de operaciones, terminaron de abandonar el país, y los survietnamitas no comunistas quedaron abandonados a su suerte.
Mi generación –los nacidos en torno a 1950– quedó fuertemente marcada por ese conflicto. Más aún, quienes estudiábamos en un colegio como el Saint George’s College -en que la presencia de los EEUU era continua y decisiva– vivimos la segunda mitad de los 60 bien pendientes de cómo la sociedad estadounidense se comportaba ante la guerra. Personalmente, en 1965 comencé a seguir el conflicto de modo precario a través de Time y Life, (mis padres eran suscriptores) y mediante la información de El Mercurio y los cables de TVN, donde trabajaba una persona que me conseguía las transcripciones semana a semana.
Me encariñé por completo con la defensa de la libertad que se intentó en Vietnam del Sur ante la agresión comunista; sufrí con la campaña internacional y al interior de los EEUU contra el esfuerzo por defender a esa nación (y, de paso, a Laos y a Cambodia); traté de comprender la enorme trascendencia geopolítica que tenía cederle el sudeste asiático al comunismo y, finalmente, me desconcertó por completo el cambio de épica en buena parte de la sociedad de los EEUU, antes siempre dispuesta a pedirle a sus jóvenes que murieran por la libertad de Europa y del mundo (en 1917 y en 1941), de Corea (en 1950) y del comienzo de la presencia en Vietnam (entre 1958 y 1965).
Han transcurrido 50 años del desastre que convirtió a Saigón en Ho Chi Minh (por cierto, el líder comunista del Norte fue uno de los ídolos de Salvador Allende). No pasaron los survietnamitas por el espantoso genocidio camboyano, y no están tampoco bajo un régimen totalitario, como el norcoreano. Pero desde hace medio siglo viven en la neblina del neocomunismo, régimen en que ni la libertad es potencia, ni el orden es garantía. “Hagan lo que quieran, siempre que coincida con el Hermano Mayor, que quiere que hagan lo que le gusta al Hermano Mayor”.
Para quien quiera informarse al detalle de ese terrible conflicto, recomiendo especialmente la obra de Max Hastings, La Guerra de Vietnam: una tragedia épica, de 2022. Aunque no comparta todas las tesis que ahí se exponen, el relato contiene muy detallada información y valiosas interpretaciones.