Valparaíso en la encrucijada
Gonzalo Ibáñez Santa María | Sección: Arte y Cultura, Historia, Política, Sociedad
Valparaíso ha llegado a la decadencia en que lo vemos después de un largo proceso de ya casi 100 años: emigración masiva de empresas y firmas comerciales, éxodo de la población, destrucción inmobiliaria, invasión de comercio callejero, predominio de la delincuencia, son algunos de los síntomas.
En 1817, después de la batalla de Chacabuco, Chile se abre al comercio exterior y Valparaíso pasa a ser la puerta de entrada y salida de ese comercio y es entonces cuando comienza a construirse la ciudad que conocemos. El comercio exterior pasa a ser la palanca del crecimiento nacional y, de él, Valparaíso es la capital.
Valparaíso, en definitiva, es una ciudad que se funda y crece alrededor de su puerto. En Valparaíso, la ciudad se construye en función del puerto y no al revés, esto es, el puerto como un apéndice de la ciudad. Sin embargo, para superar la crisis del salitre, durante la década de 1930, y con el pretexto de apoyar a la industria nacional, Chile adoptó una política destinada a “sustituir las importaciones” para lo cual se decidió, mediante barreras arancelarias, cerrar el país al comercio exterior y sujetarlo todo a decisiones que se iban a adoptar en Santiago: fue el estatismo.
En Valparaíso se cerraron, una detrás de otras, todas las empresas dedicadas a ese comercio propinando a la ciudad un golpe fatal. Fue el comienzo de la decadencia.
En 1975, con la reapertura al comercio exterior, la actividad portuaria renació con bríos, porque la actividad económica del país comenzó un repunte que, en definitiva y a poco andar, llevó al país a la cabeza del continente. Pero, ya el país se había centralizado y la capital había absorbido la dirección de todo. Esa actividad no ha regresado a las provincias de donde provino, en especial, de Valparaíso.
Entretanto, y a pesar de todo, Valparaíso tuvo un cierto repunte: la mayor actividad portuaria y el hecho de ser, por su condición patrimonial, un destino turístico privilegiado, fueron sus motores. Pero la pésima gestión alcaldicia durante las últimas décadas comprometió ese repunte hasta hacerlo desaparecer. Especialmente grave ha sido la obstinada oposición a la construcción de un nuevo terminal portuario, como resultado de una ideología patrimonialista que nos quiere hacer creer que cualquier arreglo que se haga en la ciudad va a atentar contra su carácter patrimonial. Se ha alegado que, de construirlo, un bosque de grúas tapará la vista de los cerros cuando precisamente, el ver a las grúas trabajando, constituye la mejor vista que podamos tener.
Valparaíso ha tenido dos buenas noticias últimamente: la recuperación definitiva de la emblemática Iglesia de San Francisco en el Cerro Barón y los trabajos de recuperación del antiguo Colegio Alemán en el Cerro Concepción para convertirlo en una Museo del Inmigrante: Destino Valparaíso. Son obras monumentales que colaboran a la recuperación de Valparaíso, pero esta requiere más. En primer lugar, mantener la competitividad portuaria lo cual exige la inmediata construcción del Terminal Dos allá donde portuariamente sea más aconsejable. En seguida, una política que efectivamente provoque la descentralización desde la capital. Sobre todo, del mundo privado. Este es el que se requiere retorne a las regiones.
El gobierno tiene la palabra para que, a través de una política de estímulos al regreso a las regiones y de castigos por permanecer en la capital, se produzca de una vez por todas esa descentralización.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero el sábado 7 de diciembre de 2024.