Santa Lucía, virgen, mártir y en el canon romano (para las feministas)

P. Javier Olivera Ravasi, SE | Sección: Arte y Cultura, Historia, Política, Religión, Sociedad

La gloriosa virgen y mártir Santa Lucía nació de padres ilustres y ricos en Siracusa de Sicilia, a fines del año 200.

Desde niña fue cristiana y muy inclinada a la virtud y piedad, especialmente a conservarla pureza de cuerpo y alma.

Al morir su padre, Eutiquia su madre, intentó que contrajera matrimonio con un noble pagano de esa ciudad pero Lucía se oponía, pidiéndole a su madre que donara toda su dote entre los pobres. Sin embargo, al enterarse de esto su pretendiente, comprendió que Lucía era cristiana y la acusó frente a las autoridades.

Eran tiempos del emperador Diocleciano, un feroz perseguidor de los cristianos.

Convocada ante el prefecto, le mandaron a que rindiera culto a los dioses a lo que ella se negó diciéndoles: “No piensen que me podrán apartar del amor de mi Señor Jesucristo”.

Entonces, enojado el tirano, la envió a un lugar donde se encontraban las prostitutas para que abusaran de su pureza pero aunque intentaban moverla, no podían: su cuerpo se había vuelto pesado como una roca.

Mandaron luego a que la quemaran viva pero las llamas no la abrasaban.

Finalmente el juez mandó a que le atravesaran el cuello con una espada; herida de muerte, siguió orando y exhortando a los cristianos que presenciaban su martirio, profetizando que, en poco tiempo más, la persecución contra los cristianos acabaría.

Su representación iconográfica es habitualmente con los ojos en una bandeja, sin saber si, en realidad, fue porque les fueron arrancados o porque ella misma, según una leyenda, se los arrancó a causa de su belleza (de allí que sea patrona de la vista).

Tan grande ha sido la devoción a Santa Lucía que la Iglesia la venera en el mismo misal, cada día, en el llamado canon romano. Y esto es una señal para quienes dicen que la Iglesia, durante siglos, se olvidó de las mujeres. Es decir, es una posible respuesta contra las feministas…

Reflexión: Ni la poca edad, ni la debilidad del sexo deben ser excusas para no trabajar la virtud. Si el demonio trata de engañarnos diciéndonos que dejemos para mañana nuestra conversión, recordemos que tantos mártires como Lucía vencieron por no dejarse arrastrar por las tentaciones del mundo. 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Infocatólica el viernes 13 de diciembre de 2024.