La revolución argentina. Un año de Javier Milei
Alejandro San Francisco | Sección: Política, Sociedad
La política es muy dinámica y la historia registra esa realidad cambiante, llena de sorpresas, marcada por contradicciones y que no siempre se comporta de manera lógica y lineal. El triunfo de Javier Milei en las elecciones presidenciales de Argentina en 2023 es bastante ilustrativo de lo que señalamos.
Milei era una figura relativamente marginal y su candidatura parecía ser testimonial, en la lógica de instalar algunas ideas de su pensamiento liberal, pero no en la de instalarse finalmente en la Casa Rosada. Las cosas transcurrieron de forma diferente: Milei triunfó en los comicios y ya se ha cumplido su primer año en la Presidencia de la República Argentina.
Como suele ocurrir en los temas complejos, la evolución y los logros de Milei en sus primeros doce meses han estado sujetos a análisis que muestran énfasis diferentes y resultados contradictorios. Por lo mismo, se hace necesario revisar algunos ejes fundamentales y también números ilustrativos de la situación. En el primer plano aparece la revolución liberal, de un gobernante con posiciones definidas y expuestas con orgullo, con una claridad y determinación que no son habituales en política, más aún cuando no cuenta con una mayoría parlamentaria que lo avale. Con todo, Milei sigue adelante, convencido de que sus ideas son las mejores para Argentina y que los resultados no tardarán en llegar. Ciertamente no faltan las críticas al estilo y a las formas, incluso entre quienes comparten las ideas del gobernante.
La actitud o determinación de Milei ha tenido dos efectos claros. El primero es que son sus ideas y acciones las que fijan los ejes del debate, son parte de la discusión y orientan a la opinión pública. El segundo es que ha permitido a sus partidarios –tanto liberales como conservadores– presentarse en la política diaria con una actitud ganadora y no defensiva, con posiciones que tienen más receptividad en la sociedad y gozan de un buen momento, con el prestigio y algo de la popularidad del Presidente Milei (que sigue sobre el 50%). Dicho sea de paso, hace solo algún tiempo quienes adherían a posiciones liberales o conservadoras estaban como acomplejados, manifestaban sus opiniones en los ambientes más privados y carecían de la decisión de involucrarse en política, situación que ha cambiado parcialmente.
Esto se da, al menos en parte, porque ya es posible observar algunos números del primer año en la Casa Rosada. En ese plano destaca, en primer lugar, la disminución de la inflación, esa enfermedad crónica de América Latina, que cada cierto tiempo amenaza y perjudica a los pueblos de la región. Cuando asumió Milei las cifras llegaban al 25% mensual y hoy se ha reducido casi diez veces, al 2,7% cada treinta días. El segundo tema es la drástica reducción del gasto público: el más alto de la historia, a juicio de la administración. Esto ha significado recortar un 35%, equivalente a 5 puntos del PIB. Por cierto, todo ello ha ido acompañado de las correspondientes explicaciones sobre la inutilidad de ciertos organismos, la proliferación de los “ñoquis” en la administración pública (personas contratadas que no trabajan efectivamente), la corrupción existente en diversos lugares del Estado y la necesidad de racionalizar el trabajo y de priorizar los gastos.
Es evidente que nada de esto es gratis: la población argentina ha vivido un 2024 difícil. El ajuste ha implicado el sinceramiento de los precios y la eliminación de algunos subsidios, lo que se da en un contexto de grave crisis social, con el 50% de pobreza, que afecta a la infancia de manera dramática. Este 2024 la economía argentina se estima que podría llegar a tener una contracción en un 3,5%. Es obvio que esto responde a la estabilización del país y que las expectativas son mejores –se habla de un crecimiento de 5% para el próximo año–, pero todo ello no logra ocultar la difícil realidad transandina.
No podemos dejar de mencionar la dimensión internacional del gobierno de Milei. En ese plano, parece claro que la revolucionaria experiencia argentina está siendo observada con atención desde diferentes países del continente. Admirado o temido, el éxito o fracaso de Milei están en la mira de gobiernos y partidos de la región. De alguna manera está ocurriendo lo que ha sucedido con otras figuras históricas del continente, como en su momento fueron Fidel Castro en el siglo XX o Hugo Chávez en el XXI, con sus respectivas revoluciones que muchos admiraron y quisieron replicar en sus territorios. Más reciente es el caso de Bukele, cuya experiencia en El Salvador muchos observan para analizar los mecanismos que permitan enfrentar el flagelo de la delincuencia que sacude a distintos lugares de América Latina, por el desarrollo del crimen organizado y la incapacidad de enfrentarlo con éxito por parte de los gobiernos democráticos.
En esa misma línea se inscribe Javier Milei: es mirado con atención desde otras partes, se analiza su programa y los avances que ha tenido, así como la posibilidad de replicarlo en otros países, en caso que la fórmula resulte exitosa. En Chile es uno de los presidentes más admirados del continente y sus ideas y cambios son observados con cierta envidia por aquellos que quisieran ver en las derechas menos estatismo y más convicciones. Si hoy estamos recién comenzando el camino –como en una serie de final abierto– el paso del tiempo permitirá clarificar el final de esta historia: con la victoria de la revolución de Milei o con una nueva frustración para el pueblo argentino.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero el domingo 15 de diciembre de 2024.