Trump o el triunfo de la realidad
Joaquín Muñoz López | Sección: Arte y Cultura, Política, Sociedad
¿Cómo entender lo sucedido en las últimas elecciones de EE.UU.? El triunfo del Partido Republicano fue total, no sólo ganó la Presidencia, sino también ambas cámaras legislativas. Hay que mirar este fenómeno desde el voluntarismo izquierdista. Los políticos de izquierda, al igual que todo el mundo, tienen ideas de la realidad, muchas de éstas preconcebidas, pero, a diferencia de todo el mundo, tienen un voluntarismo exacerbado y delirante que los lleva a crear un relato que termina desplazando la realidad dentro de sus cabezas. Sin duda alguna, el voluntarismo de las izquierdas es admirable, su gran arma para alcanzar el poder, el gran sustento de su propaganda deconstructivista, el gran creador de sus mitos y la gran némesis de sus enemigos, pero también su gran punto débil cuando tienen al frente a un verdadero rival, no a esos aficionados a la política que se creen inteligentes sin serlo –en nuestro Chile tenemos ejemplos de sobra–. He aquí donde surge el punto de inflexión en la lucha entre las izquierdas y los pocos valientes que se atreven a enfrentarlas de verdad.
El voluntarismo zurdo va contra lo obvio y lo lógico, contra el sentido común. Aunque Lenin haya dicho que si los hechos no concordaban con sus aspiraciones “tanto peor para los hechos”, la realidad se termina imponiendo. Quedan así en evidencia la falta de sustancia de sus afirmaciones, que en verdad son más declaraciones de intenciones que afirmaciones, pues no afirman nada, son verdaderos mantras majaderamente reiterados. He aquí el meollo del asunto, como los izquierdistas promueven un relato creado ad hoc terminan creyéndoselo, es decir, reemplazan la realidad por sus propias creencias, o sea, se terminan haciendo trampa. Una vez que surge un líder capaz de pelear con el mismo grado de voluntarismo, pero que, por no ser de izquierdas, hable desde la realidad y el sentido común, la cosa cambia. Las izquierdas chocan entonces con la realidad, su verdadera némesis.
Estimado y paciente lector, era necesaria esta introducción para poder entender el triunfo de Donald Trump. Él ya había gobernado una vez, por lo que no servía de nada toda la mitificación que la izquierda estadounidense hace de su persona. El ciudadano de a pie vive la realidad y de la realidad, por ello, la mencionada mitificación no dio sus nefastos frutos.
Bastó que Trump fuese el líder que las derechas necesitaban para que cayeran sobre él toda la ponzoñosa propaganda izquierdista. Él es un oponente que descoloca, pues no representa a las derechas cobardes, incoherentes y sin voluntad de pelear tan comunes hoy en día. Representa una revitalización de su sector, el líder que su país y Occidente necesitan. Decidido y voluntarioso dice lo que hay que decir, no lo que dicta la corrección política izquierdizada. Ante este escenario adverso, la izquierda estadounidense, incapaz de vencer la realidad, no tuvo más que hacer que crear un relato fantasioso por segunda vez. El “pequeño detalle” es que ahora no había por donde éste diera resultado. Fracasó la primera vez, más bien lo haría una segunda vez.
Los políticos e intelectuales zurdos corrieron a decir que Trump era un peligro para la paz mundial, libreto repetido y fracasado. La realidad nos dice que el presidente Trump fue el presidente de los EE. UU. más pacifista de la posguerra. Si el presidente Obama recibió el Premio Nobel de La Paz, no hay motivo alguno para que no lo reciba Trump. Formado en el impersonal y competitivo mundo de los negocios, Donald Trump aprendió a negociar en el mundo real, de ahí sus éxitos diplomáticos. A diferencia de sus antecesores, prefirió las rondas de negociación a los ejercicios bélicos. Desgraciadamente la ineptitud del presidente Biden se farreó estos avances.
¿Por qué pensar que no sería capaz de negociar? La realidad mató el relato zurdo. Los políticos izquierdistas, acostumbrados a vivir del aparato público, organismos internacionales u ONGs, ven con desconfianza, desprecio y desconocimiento al sector privado. Ellos, mirándose el ombligo, razonaron de la siguiente manera: “nosotros, los políticos, negociamos, los empresarios sólo compran o venden, por lo tanto, Trump no sabrá negociar”. Craso error. El mismo “raciocinio” usaron en todos y cada uno de los ámbitos en que se lucha en una campaña electoral. “Si nosotros no votaríamos por un próspero magnate, menos lo haría un obrero empobrecido de Cinturón de Óxido”. También se equivocaron: la inmensa mayoría de los Estados de este cinturón votó por Trump. Lo mismo ocurrió con otros nichos electorales, tales como las mujeres, los habitantes de zonas agrícolas, los grupos étnicos y los inmigrantes. Aparentemente, ninguno de estos nichos tiene motivos para haber votado por Trump, pero aportaron los votos necesarios para ganar.
Éste es el punto donde las izquierdas se hacen trampa, y la peor de todas: falsear la realidad. Por ejemplo, para las izquierdas es de ultraderecha todo aquel que pretenda ponerlas en su lugar, luego, por ser ultraderechista, no tendrá apoyo popular. Análisis simple y lógico, pero sin sustento real, porque de dónde sacan que la ultraderecha no tiene votos y porque, en el caso del trumpismo, éste no es de ultraderecha. Son los principios y no las actitudes lo que posiciona a un actor en el espectro político.
Pero, ¿cuál es esa realidad? Podría decirse que es el sentido común o el día a día del ciudadano común y corriente y de la sociedad en que éste vive. Su definición no da para filosofar. Para nada tiene que ver con la postura de las izquierdas: un enfoque falaz por sostenerse en creencias, no en hechos.
El votante promedio se sintió representado por Trump, puesto que él le habló sobre sus necesidades desde el sentido común, no imaginarias. Aquí tenemos, por ejemplo, que le habló de cerrar las fronteras para tener una inmigración controlada, es obvio que la inmigración descontrolada es un problema; de menos conflictos internacionales y más negociaciones, es lógico que todos quieran vivir en paz; de respeto a la ley, es obvio que debe haber cierto orden en una sociedad; de crear empleo, es lógico que las personas quieran ganarse el pan dignamente; de engrandecer el país, es obvio que el buen ciudadano es patriota; también habló de valores tradicionales –aunque con menos fuerza que antes–, es lógico que el ciudadano promedio comprenda el valor de la familia. El listado es largo.
Se podría decir que las izquierdas, con su voluntarismo negando la realidad y el sentido común, cayeron en su propia “trumpa”, pero es mejor hablar del triunfo de la realidad.




