Los desafíos que nos plantea la corrupción
Germán Gómez Veas | Sección: Arte y Cultura, Política, Sociedad
Hace un par de semanas en el canal de YouTube “Nuevos Desafíos-Humanidades y Educación hoy” tuvimos la ocasión de dialogar con el filósofo Álvaro Pezoa respecto a la corrupción en las instituciones y los desafíos nos plantea este fenómeno. Si bien fueron varios los tópicos sobre los cuales el académico de la Universidad de Los Andes compartió su visión, por espacio ahora solo me gustaría destacar una de sus observaciones, que parece de atención prioritaria.
El profesor Pezoa advierte que desde hace un tiempo asistimos a una preocupante fragilidad educacional y formativa, situación que estaría entre las causas de los crecientes fenómenos de corrupción.
Al respecto, considera necesario comprender que los años de la niñez y de la adolescencia son los tiempos más relevantes en la formación de la persona. Por ejemplo, si un niño y luego joven ha sido mal formado, no deberíamos asombrarnos de que luego en la vida adulta tenga una tendencia habitual a saltarse las normas, a desestimar las buenas costumbres y a infringir o trasgredir las leyes.
En cambio, si la persona tiene buena formación, si su conciencia le habla, si sus virtudes, sus hábitos, o la voluntad le ayudan a rechazar las tentaciones (que todos las podremos tener), sabiendo cuestionar y encauzar sus acciones, entonces nos damos cuenta que el esfuerzo invertido en una buena formación ha valido la pena.
En este ámbito es conveniente subrayar que la primera instancia formadora éticamente de las personas y la sociedad, es la familia. Luego tenemos que reconocer el trabajo educativo formal, que se da desde los ciclos de párvulos hasta el término del período escolar. En este contexto bien vale la pena considerar que los educadores son orientadores del buen vivir, puesto que los docentes ciertamente han de proveer conocimientos sólidos, pero fundamentalmente, son formadores de humanidad. Asimismo, conviene acentuar que en la formación humana los componentes decisivos son antropológicos y éticos. Éstos vienen a constituir el marco imprescindible para que tanto las familias como las comunidades educativas puedan lograr sus fines propios.
Desde esta perspectiva, inculcar valores y principios, es decir, formar en humanidad e impulsar un florecimiento de las personas sobre la base de la verdad, el bien y la belleza se presenta como el desafío más considerable que como sociedad debemos lograr. Por su puesto, las instituciones de educación superior y también en el mundo laboral se puede hacer algo por ayudar a la probidad y la formación humana. Sin embargo, es en las familias y en las escuelas en donde se han poner todos los esfuerzos. Y para ser eficaces en este empeño, es preciso responder con claridad lo concerniente a “quién es la persona”, cuáles son los rasgos distintivos de la persona, ¿se agota la persona en los impulsos o instintos egoístas que pueda tener?
Por tanto, la corrupción la podemos combatir convenientemente si junto a otras medidas, se priorizan la vida familiar y la educación escolar con el objetivo de realizar una oportuna formación humana, con fundamentos antropológicos y éticos.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Discusión el domingo 10 de noviembre de 2024.




