Gonzalo Vial y el consenso añorado
José Tomás Hargous Fuentes | Sección: Arte y Cultura, Historia, Política, Sociedad
Aunque pasó colado por los sorprendentes resultados de las elecciones regionales y municipales, así como por el súper fin de semana largo, la semana pasada conmemoramos un nuevo aniversario del fallecimiento de don Gonzalo Vial Correa (1930-2009). Abogado de la Universidad Católica, por muchos años se desempeñó como periodista, y su gran pasión fueron la historia y la educación, a las cuales se volcaría por entero hasta su partida en 2009 a causa de un cáncer.
La vida de don Gonzalo fue multifacética y en todos los ámbitos en que incursionó buscó la excelencia o, más exactamente, la Verdad: era un intelectual, pero no un ratón de biblioteca; era un discípulo, pero no un repetidor; era un educador, pero su expertise venía de la experiencia de dirigir una fundación educacional para familias vulnerables y no de uno que otro posgrado; denunciaba las injusticias, pero no desde el balcón, sino porque conocía los problemas sociales, económicos, morales y espirituales de las familias de Santiago; no era un político, pero siempre lo movió la alta política, la que ordena todas las actividades de la vida social al bien común; en fin, no era “socialcristiano” por recitar encíclicas, sino porque comprendió la esencia del Evangelio de Jesucristo y sus consecuencias sociales y políticas, convirtiéndolo en el motor de su actividad pública y privada.
A quienes nos interesa la cosa pública, bien nos haría releer a Gonzalo Vial. En una columna reciente, Luis Robert sintetiza muy bien algunas de las razones más importantes para hacerlo. En esta columna nos centraremos en una de las ideas principales de su obra: el consenso. Tanto su monumental aunque incompleta Historia de Chile (1891-1973) (1981-2001) como su algo más breve Chile: cinco siglos de historia (2009) se articulan en torno a su teoría de los consensos.
Como explica en el artículo “Alrededor de la búsqueda del consenso mínimo” (Perspectivas Vol. 2 N° Especial, 1999, 546), “El consenso mínimo es un hecho político en sentido amplio. No depende de ninguna ciencia (historia, sociología, politología, etc.), pero todas las que traten del hombre pueden cooperar a su consecución. Sin embargo, debe evitarse que los tecnicismos y teoricismos, y la jerga de cada disciplina, hagan perder de vista u oscurezcan el objetivo central que se persigue”, al mismo tiempo que “Tenemos que pensar en el consenso mínimo con nuestra cabeza y basándonos en nuestra realidad”.
Si bien estos consensos van cambiando según avanzan las épocas, (“Alrededor de la búsqueda del consenso mínimo” (Perspectivas Vol. 2 N° Especial, 1999), 558), “En todos los consensos mínimos que Chile ha conocido hay elementos comunes, de modo que históricamente puede hablarse de períodos de supraconsensos más amplios. Estos elementos permanentes podrían ser, por ejemplo, el ‘Estado de Derecho’ y su variante moderna, ‘el legalismo’, y el continuado perfeccionamiento de la democracia formal”, de manera que “Históricamente, sorprende cómo estos elementos de consenso comunes a todos los períodos han terminado por ser parte integrante de la idiosincrasia chilena”.
Explicando la lógica del “consenso mínimo”, Gonzalo Vial señaló que “En la teoría del consenso mínimo, los chilenos dicen a coro: ‘esta es nuestra regla de vida y de convivencia, y no la alteraremos sino de común acuerdo. A ninguno nos satisface en plenitud, pero todos y cada uno pensamos que aquellas carencias que cada cual, desde su óptica particular, ve en el consenso alcanzado, no son tan graves –aquí y ahora– como para deshacerlo. Pero no renunciamos, ninguno renuncia, a seguir señalando y argumentando sobre esas carencias, en plena libertad, para con el tiempo persuadir a los demás y obtener sean reparadas’” (Perspectivas Vol. 2 N° Especial, 1999, 555-556).
Por eso, éstos no son un acuerdo ingenuo entre las clases políticas, sino que se parecen mucho a algo así como nuestra constitución histórica. Pareciera que muchas veces que se clama –citando o no al fallecido historiador– por la búsqueda de consensos, tanto en un sector como trascendiendo a las alianzas políticas, se piensa en insípidos pactos de los partidos para favorecer sus intereses y no el bien de Chile. Y es que olvidan que para Vial los consensos no se votan, ni son un contrato social hobbesiano, lockeano o rousseauniano, sino que los consensos se constatan: “El consenso mínimo es tácito, general y no de detalle”, sostenía el historiador (Perspectivas Vol. 2 N° Especial, 1999, 555).
La teoría de los consensos propuesta por Gonzalo Vial no son sólo una interpretación histórica de largo plazo, sino que son algo así como una propuesta política, pero no para un partido, sino que para la sociedad en su conjunto. Así, estos consensos son cruciales para que la sociedad pueda avanzar y mantenerse en el tiempo. En una entrevista que le hizo su discípula Patricia Arancibia el 19 de octubre de 2007 –¡doce años antes de la crisis de octubre!– en la revista Capital, explicó que “toda sociedad, para marchar en alguna dirección, necesita de ciertos consensos básicos en materia política, económica y social” –o, más exactamente, moral–, “y que dichos consensos tienen que darse simultáneamente y ser compatibles entre sí. Cuando éstos se quiebran la crisis está ad portas”.
Justamente, en el último capítulo de su Chile: cinco siglos de historia (2009), propuso que el último consenso se encontraba “incompleto”, porque había consenso político y económico, pero la sociedad a partir del régimen militar y la Concertación carecía de “una visión ética común”. Por eso, pronosticó que “es posible que venga, a mediano plazo, una verdadera catástrofe social. Mientras el Estado no decida invertir como corresponde en educación, mientras la pobreza se mantenga en los niveles que se encuentra, mientras las drogas, el alcohol, la promiscuidad sigan deteriorando a la juventud, la crisis tarde o temprano estallará. Yo espero no verla y me encantaría equivocarme, pero dadas las circunstancias, ¿por qué podría ser de otra forma?”.
Quince años después de la partida de Gonzalo Vial Correa, uno de los más grandes historiadores que ha tenido nuestro país, la lectura atenta de su obra se hace más necesaria que nunca. En tiempos en que añoramos el retorno de los consensos, o la construcción de uno nuevo, su lúcida visión puede ser de mucha ayuda para la rearticulación de nuestras instituciones políticas y sociales, aprendiendo las lecciones que diera durante toda su vida.




