Ética de la virtud y corrupción

Álvaro Pezoa Bissières | Sección: Arte y Cultura, Educación, Política, Sociedad

Para poder hablar de ética parece cada vez más evidente que primero se debe descartar la idea generalizada según la cual el poder es el fin principal de la política y el beneficio el de la actividad empresarial. Se trata de objetivos errados porque ambos son, esencialmente, medios y no guarda sentido convertirlos en una finalidad última. Es más, no resulta posible desarrollar unos criterios de actuación sólidos si no se tiene en mente una finalidad determinada, razonable y honesta. Y ocurre que el deseo de acumular poder o riqueza es indeterminado e infinito; además, acopiar infinitamente es un propósito irrealizable por definición.

Como sostenía Rafael Alvira, la sociedad humana puede ser entendida como un sistema de diálogo y de propiedad. La clave está en que la persona únicamente podrá ser verdaderamente humana si es capaz de comunicarse racionalmente y de poseer adecuadamente. Cuanto más profundo es el uso del intelecto y de la voluntad para comunicarse y poseer, más humano se es. Y existen al menos tres tipos de posesión: de virtudes, intelectual y material.

Se puede afirmar que el comportamiento ético únicamente es posible cuando la persona tiene virtudes, es decir, cuando ha aprendido a comportarse. La ética consiste en la actuación humana correcta o perfecta, y el ser humano se define por la capacidad que tiene de enriquecerse a través de la comunicación y la posesión. La expresión máxima de la comunicación (la verdad) y la expresión máxima de la posesión (el bien) se dan en los seres espirituales (intelectuales). La paradoja es que sólo es posible comunicar verdaderamente si no se impone la propia opinión, sino que se acepta la realidad; y sólo se tiene realmente amor y amistad auténticos (la forma de posesión más profunda) cuando se renuncia a instrumentalizar a los demás para conseguir las propias metas. Este es el único tipo de comportamiento realmente humano y que, por lo tanto, es ético en el significado estricto de la palabra.

Se denomina virtud moral a aquello que el ser humano añade a su naturaleza; mediante ella es capaz de adquirir más humanidad, de ser cabalmente humano. La virtud es un hábito que transforma la individualidad cerrada en universalidad (o incorporada en una comunidad). Únicamente mediante la virtud el ser humano es capaz de concebir y adquirir el sentido común y, por lo tanto, de realizar el bien común.

Las leyes y el poder político constituyen coacciones externas; pueden “obligar a respetar”, pero no son capaces de ordenar interiormente al bien común, ya que éste se halla por encima de las esferas de las leyes y de la política. El bien común es objetivo y subjetivo al mismo tiempo. La persona que no posea la conciencia subjetiva (interior) del bien común, nunca descubrirá el bien común objetivo, incluso si alguna autoridad trata de determinarlo.

La esencia de la corrupción, hoy tan generalizada, es la utilización de la influencia y los bienes públicos para conseguir el beneficio privado. La esencia del escándalo es utilizar incorrectamente lo privado para utilidad también privada. Ambos casos, hoy tan repetidos, son consecuencia de la falta del sentido del bien común, por haberse perdido igualmente el sentido común. En síntesis, por carencia de virtud.

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero el sábado 2 de noviembre de 2024.