Generales después de la batalla
Gonzalo Ibáñez Santa María | Sección: Historia, Política, Sociedad
Con motivo de cumplirse 51 años desde el pronunciamiento militar de 1973, la directiva de la Juventud del Partido Republicano publicó un video donde reconoce la importancia del paso dado por nuestras Fuerzas Armadas y Carabineros y les agradece haber puesto término al experimento marxista que entonces destruía al país.
Como era de esperar, este video provocó de inmediato diversas controversias con personeros del actual marxismo criollo y sus compañeros de ruta. Pero, también las ha provocado con algunos miembros de un partido distante de ese marxismo, como es Evópoli. Gonzalo Blumel, Ignacio Briones, María Emilia Undurraga, Luz Poblete y Hernán Larraín M., adherentes a él y exministros en los gobiernos de Sebastián Piñera, protestaron, en reciente carta a la prensa, alegando que a través de ese video se ponía en peligro la democracia y se aplaudía la violación de los derechos humanos. Y ello, a pesar de reconocer cuán desastroso fue el régimen de Salvador Allende. En carta posterior aceptaron que, incluso, podría haber sido legítimo el paso de ese día, pero sólo para haber llamado de inmediato a elecciones y entregar el poder a los civiles.
Es decir, aceptaron que el poder militar haya hecho el trabajo “sucio” de derrocar el poder entonces instalado, pero sólo eso. Para lo demás, los civiles. Con todo, no está de más recordar cómo esos “civiles” fueron también responsables de la caída en que se encontraba el país. Ellos, Democracia Cristiana y partidos de la derecha política, habían, en su momento, pavimentado el camino para que los comunistas se hicieran del poder. ¿Era del caso llamarlos de retorno?
Es importante recordar, a este propósito, que del quiebre democrático no fue causa el pronunciamiento militar, sino la intentona marxista de apoderarse del poder total para imponer su propia dictadura inocentemente disfrazada como “del proletariado”. El paso dado por los militares fue una consecuencia de ese quiebre, nunca su causa. De hecho, hasta el final los militares quisieron evitarlo y sólo la evidencia del desastre en que se encontraba el país, más un clamor ciudadano ya ensordecedor, los inclinó a darlo. Ese clamor se expresó en el Acuerdo de la Cámara de Diputados del 22 de agosto de ese año y fue reconocido por el ex Presidente Eduardo Frei M. cuando días después del 11 de septiembre, en entrevista al diario español ABC, declaraba: “Los militares han salvado al país”.
El gobierno militar tuvo luces y sombras, como bien se sabe. Pero, de ellas asimismo no están libres los gobiernos denominados democráticos. Basta pensar cómo bajo muchos de estos se practica, casi sin restricciones, un crimen tan abominable como es el que se comete al matar a seres humanos en la primera etapa de sus vidas, en el vientre de sus madres, para advertir que la violación de los derechos humanos no es monopolio de aquellos otros regímenes.
Por eso, a la hora de enumerar los requisitos para que nunca más perdamos nuestro orden democrático, el primero de todos ellos no es el de recordar a los militares sus deberes de obediencia y de no deliberación, sino el de recordar al gobierno de turno, cualquiera sea este, que su deber es el de gobernar bien y con prudencia, ajustándose a los requerimientos del bien común y dejando de lado todas las ideologías que, como el marxismo en su momento, pretenden traer el paraíso a la tierra a costa de masacrar a la humanidad.
De hecho, es muy importante no poner de nuevo a nuestros uniformados frente a un dilema como el de 1973 y para eso es primordial preocuparse, antes que nada, de evitar que el mal gobierno se instale en el país como sucedió entonces. Y como está sucediendo ahora cuando, bajo el disfraz de democracia, sufrimos la peor de las dictaduras como es la de la delincuencia, el crimen organizado, el narcotráfico y el terrorismo. Las posibilidades del país de soportar una agresión como esta que sufrimos ahora son limitadas y al límite estamos llegando. De hecho, para no quejarnos después de las consecuencias negativas, no podemos permitir que las cosas lleguen a un extremo como aquel al que el régimen marxista condujo al país en 1973.
Si las personalidades de Evópoli están en política, me parece que esa, y no otra, es la tarea que el país espera que cumplan: prevenir futuras crisis, extrayendo de las anteriores las debidas lecciones. Pero no que vengan ahora, más de 50 años después, a enseñar pomposamente cuál debió haber sido el otro camino para resolver, en su tiempo, la crisis de 1973. Así, no hacen sino ser generales después de la batalla. Muy fácil, pero, para eso, no los necesitamos.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero el martes 24 de septiembre de 2024 como carta al director.