Ética, sociedad y gobierno
Álvaro Pezoa Bissières | Sección: Arte y Cultura, Educación, Política, Sociedad
A propósito de la corrupción y el relativismo moral, tan lamentablemente presentes hoy en Chile, parece relevante efectuar algunos alcances respecto al nexo existente entre la ética, la sociedad y el gobierno. La ética es el vínculo primordial –para algunos el único– de cohesión social. No lo es el dinero, el lenguaje, la educación, etc., porque esas realidades se pueden usar bien o mal, y quien distingue entre el bien y mal uso es la ética. La clave del crecimiento de la sociedad es el desarrollo ético, sencillamente porque entre los diversos niveles del tener, el más alto es la virtud, ya que es el que más perfecciona a la persona en su esencia, concretamente en su voluntad, que es la potencia que más puede ser activada por ella.
Ahora bien, la virtud se adquiere sobre todo en sociedad. Por tanto, el hombre no se puede desarrollar fuera de ella. Para él, la sociedad es condición no solo de viabilidad sino de perfeccionamiento. Sin ética no hay buena sociedad y difícilmente habrá hombres rectos.
Nadie es nativamente ético, porque todo ser humano nace con una voluntad que es “tabula rasa”, es decir, que carece de virtud. Por tanto, como tempranamente percibieron los grandes filósofos griegos, el fin de la sociedad es que cada uno de sus miembros llegue a ser más virtuoso. Pero como eso dependerá de la libertad de cada persona, la sociedad debe organizarse de modo que se favorezca la adquisición de virtudes e impida la consecución de vicios.
Además, originariamente el hombre no solo no es ético, sino que no está inclinado a serlo, porque en su condición hay tendencias contrarias al crecimiento ético. En efecto, por disposición nativa, sin la virtud de la justicia, todo hombre prefiere lo suyo a lo ajeno; es más, prefiere que lo ajeno sea suyo. Nadie vive espontáneamente la virtud de la justicia, ni tampoco cualquier otra virtud. Por eso la consistencia no solo no está asegurada, sino que cuenta con impedimentos en la propia naturaleza de los hombres para estarlo. La ética pone de manifiesto un hecho crucial, esto es, que si el hombre no “va a más” la sociedad se derrumba.
En suma, la solidez social se alcanza con la ética, y la clave de la ética es la virtud. La congruencia de la sociedad humana es la de un sistema abierto, no es estática ni está grabada en la naturaleza biológica. De acuerdo con lo señalado, si aquello que más cohesiona lo social es la virtud, y si la sociedad requiere ser gobernada, el gobernante debe ir por delante en la adquisición de la virtud y debe favorecer su educación. De ahí la importancia de que el liderazgo social no sea entendido primeramente como técnica y poder, sino principalmente como ética.
Desde este punto de vista, los mayores enemigos de la sociedad son la corrupción moral y el relativismo ético (equivalente a sostener que hay tantas éticas como tipos sociales, grupos, o incluso, como personas), fenómenos tanto más graves mientras más alto anidan –y se difunden– en el cuerpo social.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera el lunes 23 de septiembre de 2024.