Los privados en la educación: el gran aporte desde siempre

Joaquín Muñoz López | Sección: Arte y Cultura, Educación, Familia, Historia, Política, Religión, Sociedad, Vida

Hoy por hoy, está en el debate el tipo de educación que deberíamos darnos. Lógicamente, hay visiones contrapuestas. Surge aquí el dilema: educación pública o privada. ¿Qué papel cumplen o deberían cumplir lo público y lo privado? (Privado es todo aquello que no pertenece al Estado).

La educación, entendida ésta como el proceso formativo de un individuo, en primera instancia, proviene del ámbito privado, del hogar en que le haya tocado vivir, por ello, la importancia de la familia, considerada la célula de la sociedad. Notoria es la diferencia entre personas criadas en familias bien constituidas, mal constituidas o sin constituir, más aún si tenemos en cuenta que es en los primeros años de vida cuando más se forma la personalidad de cada individuo.

Recién cuando el niño está en “edad escolar”, aparece el Estado de forma clara y directa, pero como apoyo a la función de padres o tutores legales de cada niño. Esto en sociedades normales, pues, en sociedades bajo la égida de partidos como el Partido Comunista sucede lo contrario; el Estado es el principal o casi único educador. No obstante, en la etapa de la edad escolar, el Estado no es el único educador, es más, la mayor parte de la historia humana ha sido un actor inexistente o casi inexistente. Básicamente, la educación la impartía el clan familiar, algún establecimiento educacional muchas veces auspiciado por un mecenas o alguna institución religiosa o de beneficencia, en ocasiones financiada por el Estado o un equivalente, pero ello no quería decir que fuera estatal dicho establecimiento.

Sin importar el tipo de establecimiento educacional, éstos empezaron a surgir por las necesidades que iban teniendo las sociedades cada vez más complejas, es decir, surgieron cuando los conocimientos que podía entregar el clan familiar eran insuficientes, o sea, como apoyo a las familias, en otras palabras de forma subsidiaria. Para constatar esto no es necesario ir lejos, basta con mirar lo que ha sucedido en nuestro país, donde los primeros educadores pertenecían a órdenes religiosas o eran simples vecinos con vocación pedagógica, para todos estos educadores la falta de recursos era su verdadero obstáculo, ya que no siempre contaban con el aporte del Cabildo respectivo o de la Corona. En este punto, es oportuno derribar el mito de la Real Universidad de San Felipe. Siempre se nos ha enseñado que fue ésta la primera universidad del país, pero no fue así. Fue la primera universidad estatal, pero la cuarta del país. Las tres más antiguas eran privadas, una muestra más de que el mundo privado es más de avanzada en educación. En 1591, empezó a funcionar la Universidad Santo Tomás, perteneciente a la Orden Dominica o de Predicadores; en 1621, por bula del papa Gregorio XV se autorizó la existencia de la Universidad de San Miguel o Pontificia de La Compañía de Jesús; en 1730, los jesuitas obtuvieron la autorización papal para inaugurar en Concepción la Pontificia Universidad Pencopolitana de La Concepción, y finalmente, en 1738, se promulga la Real Cédula que funda la Real Universidad de San Felipe, que recién en 1747 entró en funcionamiento. (Al respecto, consultar de Juan Guillermo Prado, Cosas de La Educación, 2019).

Como hemos visto, el sector privado es más dinámico en educación que el sector público, algo que no debería sorprender porque ocurre en todos los ámbitos del quehacer. Además, la educación pública nació después que la educación privada. Sin embargo, es necesario demostrar cuál sistema es mejor, no bastan las elucubraciones.

En Chile, podemos comparar el rendimiento de establecimientos particulares pagados, públicos y la fórmula intermedia, los establecimientos particulares subvencionados. Por ejemplo, en 2015, la prueba SIMCE en matemáticas dio como resultado los siguientes puntajes: en cuarto básico, sobre 290 en colegios particulares pagados, sobre 250 en colegios particulares subvencionados y 240 en colegios municipales; en sexto básico, sobre 290 en colegios particulares pagados, 250 en colegios particulares subvencionados y sobre 230 en colegios municipales, y, en segundo medio, sobre 320 en colegios particulares pagados, sobre 260 en colegios particulares subvencionados y sobre 220 en colegios municipales. En lectura y ciencias la tendencia es exactamente la misma. (“Resultados del sector particular pagado en el Sistema Educativo chileno”, Biblioteca del Congreso Nacional, 2018). Con estas cifras podemos ver que la educación privada es mejor que la pública. Se podrá decir que los colegios particulares pagados tienen más recursos porque sus alumnos provienen de familias con más recursos, es cierto, pero eso sólo reafirma lo antes dicho, pues, se trata de aportes de privados. Este raciocinio tampoco puede eludir otro fenómeno que es que los colegios municipales, en general, tienen una peor administración de sus recursos que sus pares particulares subvencionados y pagados. Todo esto fruto de la burocracia del sector público y de sus vaivenes políticos, lo que los expone a la corrupción.

Otro tanto sucede con la educación superior. Las instituciones privadas, tanto del Consejo de Rectores como del nuevo sistema, superan a sus pares estatales. Aquí además tenemos un círculo vicioso porque los buenos egresados de la educación media prefieren las mejores universidades, las que se empiezan a potenciar y, como van mejorando, atraen a más buenos egresados, y así sucesivamente.

He aquí la última clasificación de Quacquerelli Symonds (QS) (2023), una de las principales agencias mundiales de evaluación de universidades. Dentro de las diez mejores universidades del país figuran en orden decreciente: 1) Pontificia Universidad Católica de Chile, 2) Universidad de Chile, 3) Universidad de Santiago de Chile, 4) Universidad Adolfo Ibáñez, 5) Universidad de Concepción, 6) Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, 7) Universidad Técnica Federico Santa María, 8) Universidad Diego Portales, 9) Universidad de los Andes y 10) Universidad Andrés Bello. Sólo la Universidad de Chile y la Universidad de Santiago son estatales, el resto todas privadas del Consejo de Rectores o del nuevo sistema, pertenecen a la Iglesia, fundaciones de derecho privado o grupos educacionales.

En este análisis no podía quedar fuera un aspecto que los acérrimos estatistas de izquierda siempre enarbolan con bastante éxito, pese a ser un error. Según ellos, las universidades públicas son más pluralistas porque tienen en sus aulas una correcta representación de la variopinta gama de grupos humanos que hay en nuestra sociedad, mientras que las universidades privadas sólo tienen alumnos que adhieren a los principios de los dueños de éstas. Por lo que aquellas harían un aporte mayor a la sociedad en el campo del debate de ideas y cuestionamiento y análisis de la realidad nacional. Al parecer, a las universidades estatales concurren quienes adhieren al estatismo que les da origen a éstas, pues, no son correctos los argumentos sobre su pluralismo.

¿Qué fundamenta una posición contraria a esta “verdad acuñada”? Un fenómeno muy simple, pero contundente: durante el siglo XX, hubieron cuatro corrientes de pensamiento salidos de las universidades, a saber, el pensamiento social cristiano, el gremialismo, las ideas del Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU) y las ideas de la Izquierda Cristiana (IC). Estos cuatro salieron de la P. Universidad Católica de Chile. Además, hemos empezado el siglo XXI con la misma tendencia: en torno al Movimiento Nueva Acción Universitaria (NAU), de la PUC, nació la nueva izquierda, esa que se autodefine como a la izquierda del PC, pero con grandes visos de socialdemocracia, llena de espíritu y mística juveniles, y que terminó formando el Frente Amplio. No obstante, que el Frente Amplio sea perjudicial para el desarrollo del país, no quiere decir que no sea una muestra del pluralismo de la educación privada.

Pareciera que la educación por ser algo inherente a la naturaleza humana, funcionara mejor dejada al arbitrio de la capacidad creadora de los privados y no a la burocracia estatal que gusta tanto a las izquierdas, origen de un sinfín de vicios políticos. En conclusión, reconociendo el papel fundamental del Estado en la educación, éste debería ser, por sobre todo, un ente que subsidie la labor de los privados.