“Los pactos del mal”

Juan Pablo Zúñiga Hertz | Sección: Política, Religión, Sociedad

Para todo aquel que venga del mundo rural o que tenga el curioso gusto por las leyendas populares, sabrá que los “pactos con el diablo” nunca terminan bien, a no ser que quien pacte goce de una astucia mayor que la del maligno.

Por el momento no hay evidencias públicas del o los pactos con el diablo que Boric y compañía realizaron. La preponderancia de las evidencias apunta en esa dirección. Cuál será el desenlace, no lo sabemos, pero sí lo intuimos. De lo único que hay mayor seguridad es que en la camarilla gobernante no hay ningún huaso ladino ni un Pedro Urdemales con un brillo mental suficiente como para salirse con la suya, sin que el diablo tarde o temprano les cobre su parte en el trato.

¿Y quién es ese diablo? Me temo que no es uno, sino varios los peligrosos agentes del mal con los cuales el progresismo nacional hipotecara su existencia en todos los sentidos posibles. Para complicar la vida de los señoritos que gobiernan Narnia en vez de Chile, estos demonios con los que pactaron están todos relacionados de alguna u otra manera, de modo que basta con que la delicada relación con alguno de ellos falle, como para que se desestabilice ese círculo del mal y haga caer el castillo de naipes.

Durante la campaña presidencial el Sr. Boric enfrentó problemas con los otrora glorificados “prisioneros de la revuelta”, quienes no solo lo agredieron en una visita a un recinto penitenciario, sino que sin duda chantajearon al presidente con algo así como “o nos sacas de aquí y nos das pensiones de gracia, o abrimos el tarro. De allí el festín de pensiones para los “compañeros luchadores sociales”.

Antes y durante la campaña presidencial, el Sr. Boric se daba sus gustitos ideológicos avivando los fuegos de la CAM y visitando comunidades mapuches de dudosas intenciones. Se dice por boca del propio Llaitul que Boric nunca fue santo de su devoción, más aún, lo consideraba –tal vez– aún no más que un “niñito bien” jugando a revolucionario. Lo cierto es que el terrorismo en la Araucanía se instrumentalizó para la gran causa progresista de llegar al poder. El ex líder de la CAM maneja informaciones que ciertamente involucran al PC y por ende al gobierno. La caída de Llaitul y su condena en algunos días más me temo que puede terminar como el famoso caso de Jeffrey Epstein en los EE.UU., donde era tanto lo que sabía, tantos políticos involucrados en las sórdidas reuniones que este señor les facilitaba y tantos los secretos a los que tuvo acceso, que no hubo más remedio más que silenciarlo permanentemente.

El PC está metido a fondo en el gobierno y en las intrincadas relaciones de poder e intereses de la majamama del FA. Es difícil evaluar el tenor mental del progresismo nacional. Sin embargo, producto de su limitación intelectual y de su gran deseo de poder, cayeron redondos en la trampa, sin saber que hacer tratos con el PC es venderle el alma al mismísimo Lucifer. Tal vez lo sabían, pero como son arrogantes creyeron que se podrían salir con la suya. El PC es calculista, persistente y vengativo.

Si se da lo que todos queremos –la derrota de la izquierda en las próximas elecciones– el PC literalmente va a echar al agua a Boric y compañía. Bajo esa circunstancia, la izquierda nacional estará hundida. Los comunistas harán lo que saben hacer muy bien: replegarse y entrar en la clandestinidad para fraguar la próxima intentona. Los antiguos jerarcas de la UP arrancaron a tiempo y se arreglaron los bigotes en de un cuánto hay de organismos internacionales. Los progresistas no son tan listos. Algunos ya tienen sus peguitas y contactos listos para irse a Londres, Barcelona o Ciudad de México –nada de Cuba, por supuesto–, pero el resto volverán a patear las piedras.

“Maduro, Maduro” debe ser el mismísimo cuco que se les aparece a nuestros gobernantes por las noches. Si este hablase, los reventaría de una sola vez al revelar todo lo que el progresismo hizo para destruirnos la vida y hacer pedazos nuestro país desde octubre de 2019 hasta ahora. “Ni se les ocurra denunciar que mandamos a matar al disidente en Santiago; cuidadito con hablar de nuestro tren de Aragua; si denuncian que metimos a Irán y Hezbollah en Chile, ya saben lo que les va a pasar”.

Ese debe ser el tenor de las amenazas que les quita el sueño al gobierno. Por ello la complacencia y el entreguismo para con Caracas. Los pactos con el maligno nunca terminan bien. Me temo que, a pesar de la torpeza que sobreabunda en los círculos progresistas, deben intuir que la cuenta está por llegar. Ante eso tienen tres caminos: los más vivarachos se arrancan, asumen su derrota y el fin en la política nacional para siempre, o, lo más peligroso, hacen de todo para perpetuarse en el poder, desde adulterar elecciones en adelante.