La reforma educacional no puede ser utópica

Germán Gómez Veas | Sección: Arte y Cultura, Educación, Política

Hace unos días José Joaquín Brunner analizando la puesta en marcha de una reforma educacional por parte del actual gobierno, afirmó en una columna en El Mercurio que ninguna reforma educacional ni su implementación puede basarse en “utopías abstractas”. En su lugar, señaló, han de seguir “utopías realistas”. Sin embargo, para proponer un sistema educativo o las reformas que este requiera, resulta absurdo, incongruente y anómalo basarse en o buscar algún tipo de utopía. Ello porque toda utopía (económica, tecnológica, ecologista, etc.), tal como lo señala el diccionario de la RAE, es en esencia, un proyecto deseable, pero irrealizable.

Al respecto, vale la pena tener muy presente que la acción educativa trata sobre la educabilidad de la persona humana respecto de sus fines existenciales. Por ello, lo que cabe, tanto respecto de la formulación de una reforma educacional como de lo correspondiente a su implementación, es sostenerse en una Filosofía de la Educación, pues esta disciplina trata acerca de la persona y lo que es necesario para que ella florezca desde sus facultades y capacidades reales.

La Filosofía de la Educación es una rama práctica de la filosofía general que en específico, se aleja de la abstracción pura y también se distancia con mucho de la perspectiva mecanicista de entender el desarrollo humano. En rigor, es un saber de y para la acción, es un conocimiento en y desde la acción. Por esta razón también se caracteriza por ser una filosofía aplicada vinculada a la Filosofía de la Cultura.

Cabe subrayar que la Teoría de la Educación también se relaciona con la Filosofía de la Educación. De hecho si bien ambas se refieren a temas específicos, las dos tratan unos temas que les son comunes, como por ejemplo, los fines de la educación, las nociones de libertad-autoridad o los valores pedagógicos. Ahora bien, lo distintivo en la Filosofía de la Educación es que como disciplina científica ha de fundamentar filosóficamente la actividad educativa. De hecho, es esta la que da cuerpo a diversos modelos pedagógicos, tales como el constructivismo o las teorías cognotivistas, por nombrar dos de los más cultivados en nuestros días. María García y Juan García en Filosofía de la Educación. Cuestiones de hoy y de siempre explican que “como todo saber filosófico, se caracteriza por estar reflexiva y críticamente fundado, por su exigencia de coherencia interna y adecuación a la realidad, y no por su realización práctica en una determinada cultura”.

Desde esta perspectiva, habría que convenir que las reformas educacionales han de apartarse de cualquier tipo de utopía. Lo lógico es que estas se afirmen en una Filosofía de la Educación con descripciones antropológicas claras y precisas que despejen cualquier ambigüedad en los principios, los métodos y los fines que se establezcan. Sólo de esta forma un equipo de gobierno interesado en lograr una educación de calidad será capaz de plantearse y responder las preguntas decisivas en la acción educativa: a quién educar; para qué educar; por qué educar; quién puede educar, y por cierto, cómo educar y en qué educar. 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Discusión el domingo 4 de febrero de 2024.