Mitos y verdades de la Agenda 2030

Higinio Marín | Sección: Arte y Cultura, Familia, Política, Religión, Sociedad, Vida

La Agenda 2030 es una declaración hecha por la Asamblea General de las Naciones Unidas, en un pleno extraordinario en el que votaban y participaban los Jefes de Estado y de Gobierno, o en su defecto por los representantes más altos que enviaban esos Estados. Tuvo lugar en Nueva York en el año 2015, y plantea una serie de objetivos y metas, que se supone había que conseguir completamente en el entorno del año 2030, de ahí el nombre. Los objetivos, que son 17, se desglosan en 169 metas, que son aspiraciones más parciales. Fue aprobada prácticamente por unanimidad.

En una primera lectura ―que tiene que ser esforzada, porque no es una delicia desde el punto de vista literario o conceptual, sino más bien un texto institucional poco interesante― produce una opinión favorable. A no ser que se esté avisado de antes, por ejemplo en lo que respecta a la salud sexual y reproductiva, la primera lectura da sensaciones positivas. Los objetivos de acabar con el hambre en el mundo, con la pobreza, conseguir la distribución de agua para todos los seres humanos del planeta, generar instituciones seguras, una justicia equitativa, promover la igualdad social de la mujer y demás… a priori no parece que sea nada malo.

Pero si uno tiene el coraje de meterse en la redacción de las 169 metas, empieza a encontrar cosas. Y aquí es donde el asunto se pone interesante, porque en el fondo, equilibra bien la opinión a mi parecer razonable, sin prejuicios, que se puede hacer acerca de la Agenda. En la Agenda hay muchas cosas que no solo son compartibles por un hombre de bien, con la conciencia recta de un cristiano, sino que además de compartibles, son estrictos deberes morales. Preocuparse por la pobreza en el mundo no es algo que se haga para buscar un premio, sino que es una exigencia, un deber. Preocuparse por la preservación medioambiental de los mares y las fuentes hídricas terrestres, también es una exigencia. Yo fui introducido hace unos años en el medioambientalismo por mis hijos, que empezaban a ser adolescentes, y si yo tiraba un papel, ellos se asombraban y me gesticulaban, y así, ahora cuando tengo un papel y voy a tirarlo al suelo, tengo una parte de mi conciencia que me dice que no puedo tirar el papel. Está muy bien no tirar papeles, los lugares están más limpios, y eso es bueno. Por eso, hay un montón de asuntos menores como estos, y también otros mayores, que no solo son recomendables de cumplir, son deberes. Hacer que estas cosas tengan que promoverse institucionalmente, con la educación, y difundirse mediáticamente, no es solo bueno, es muy bueno. Por tanto, hay muchas cosas que en un nivel primero, no solo no se pueden repudiar, sino que se pueden asumir, y pueden asumirse con conciencia de que se está del lado de lo que se debe y es mejor hacer.

Otra cosa es si son así todos los puntos, y entonces hay que aclarar que no. De los 17 puntos de la Agenda, hay tres que para las personas con una conciencia moral bien formada o una conciencia cristiana, plantean graves problemas. Problemas que son irreconciliables con un planteamiento moral íntegro. Desde luego, el punto sobre la salud sexual y el bienestar reproductivo. Porque lo que se encuentra es que la Agenda 2030 es matizada pero declaradamente abortista. Hay algunos pasajes de las metas que se corresponden con el objetivo, que hablan de la evitación del aborto y lo califican como una experiencia no deseable y que es preferible poder evitar. Pero la propuesta que hay para evitar eso es una educación sexual y una planificación correcta manejada por el Estado y las instituciones, y aunque no se llegue a explicitar, se puede llegar a tener la constancia de que esto incluye políticas de planificación que incluyen el aborto y la difusión planetaria de los métodos anticonceptivos y las formas más invasivas de la medicina al respeto de la fertilidad humana. Entonces, en esta parte de la Agenda, ya no es que haya un pequeño problema que sea un asunto de matiz, porque de hecho, si uno sigue leyendo, se va a encontrar en esas mismas metas un montón de otras cosas problemáticas. De hecho, al final de la versión que yo leí, aparece un asterisco, que te lleva a una breve nota a pie de página en letra muy minúscula, en la que dice que la Santa Sede expresó su reserva al respecto de la redacción final del texto y que se remitía a la nota que el legado papal de la Santa Sede presentó por escrito en la conferencia de El Cairo de 1994, donde se afrontan estos temas en una conferencia mundial. Si se mira la nota del legado papal se encuentran todas estas cosas que nombré.

Esto es importante, porque con frecuencia se escucha a personas de ámbitos muy variados que dicen que la Agenda 2030 es asumible, y que en el hecho de asumirla o no están involucrados puntos de vista ideológicos, y que se trata del conservadurismo católico o del progresismo católico. Miren ustedes, se puede discutir lo que quieran, pero hay cuestiones como estas que no son negociables ni discutibles. Hay base textual y documental, así que quien no lo sepa es quien no lo quiere saber o no lo busca. Y en este aspecto hay más cuestiones, porque, y este es un tema interesante, en toda la Agenda la redacción es una asunción no declarada de lo que conocemos como la ideología de género. La sexualidad es descrita como el ejercicio del género y el género no está vinculado a la identidad de ningún soporte de naturaleza biológica. La sexualidad aparece como una potencia de la que se sigue un bienestar y realización que no aparecen vinculados ni a la procreación ni a los procesos demográficos, sino que a la salud y al bienestar. Entonces, queda claro que no es solo que se propongan prácticas que son inasumibles desde el punto de vista moral, ya que además los objetivos y las metas están redactados con unos supuestos que son ya de suyo inasumibles, y que implican divergencias y problemas, más profundos incluso que esos puntos que son inasumibles. No soy capaz de entender cómo se puede mantener respecto de la Agenda 2030 una posición sin matices, ni muy severos ni muy graves. Mi única explicación es que esa gente la conoce sólo superficialmente, no tengo otra. O eso, o sencillamente no formamos parte del mismo pueblo, ni de la misma Iglesia, ni de la misma fe, ni siquiera de la misma racionalidad moral ni de la misma posición moral en términos naturales y racionales.

Pero hay otros dos elementos que son no tan netos, no tan explícitos, pero son manifiestamente difíciles de asumir, que son el que se refiere a la igualdad de género, y el que se refiere a la educación. El de la educación es un asunto más de matiz, porque en el fondo, la observación que uno puede tener a la redacción del punto, es que está redactado sobre el supuesto de que el que tiene que garantizar una educación universal y acorde con los principios de los derechos humanos y demás, es el Estado. Y creo que se hace de una manera inadvertida. Por ejemplo, se dice que es un derecho indiscutible el acceso a la educación reglada infantil y gratuita. ¿Por qué gratuita? ¿Que se está dando por supuesto cuando se dice que la educación tiene que ser gratuita, que es un derecho universal? ¿Está mal pagar el colegio de mi hijo? ¿Está mal promover que haya iniciativas sociales y privadas que resuelvan ese asunto? Claro, la gratuidad se corresponde con instituciones sin ánimo de lucro y además con patrimonio suficiente para sostener semejante actividad. La fundación que sostiene mi universidad no tiene sin ánimo de lucro, pero igual cobra, a pesar de que nadie tiene beneficios. Hay muchísimas instituciones que no tienen fines de lucro, pero igual necesitan cobrar para sostenerse, sin que se beneficie nadie. Hay un montón de matices de este tipo, como por ejemplo, una recomendación que lleva a pensar que el acceso a la instancia educativa, a las instituciones o al profesorado, tienen que ser equitativos. ¿Qué significa equitativo? Pues en el contexto de la Agenda, equitativo significa cuota, significa que las universidades tienen que cuidar que los varones y las mujeres, que forman un claustro universitario, sean el mismo número. Sinceramente me parece un insulto. Si yo nombrara a una de mis profesoras vicerrectora de algo, solo por ser mujer, se lo ocultaría, me parece ofensivo. Y me parece ofensivo quitar a alguien porque es varón y necesito una mujer. No soy capaz de concebirlo. En la Agenda está eso como una línea de fuerza. No se habla de las cuotas directamente, pero se habla de equidad, de equilibrio, de igualdad, en el gobierno, en las instituciones, etc. Este aspecto, a mí me parece que reúne este reparo, que para mí es importante.

El tercer objetivo que me parece inasumible, es el que se refiere a la igualdad. Estos asuntos, al contrario que en el otro caso, en  el que solo hay indicios, son completamente manifiestos. El lenguaje, las suposiciones, las proposiciones, son todas ellas lo que se conoce como igualdad de género. La igualdad de género ciertamente forma parte de una ideología. Ahora, estos dos rangos que he señalado, el del estatalismo y el de la ideología de género, no afectan solo a estos tres puntos, afectan a toda la declaración de la Agenda 2030, ya que toda ella está escrita en un lenguaje que hoy es políticamente correcto. Toda ella, de punto, a final.

Con lo cual, si desde el punto de vista de los objetivos, resulta que de los diecisiete, hay dos del todo inasumibles, aunque uno sea sólo con reservas, pero todos están escritos desde la posición de que el agente con carácter planetario, sobre el que descansa la responsabilidad y la iniciativa de llevar a cabo todos estos objetivos y metas, es el Estado, entonces uno se encuentra ante un documento que es estatalista. Yo soy partidario del Estado, pero una cosa es el Estado y otra cosa es el estatalismo. En la Agenda, es predominio ese protagonismo del Estado como agente planetario del bien, y se nota en la desautorización casi implícita que hay de otras instancias tanto institucionales como sociales. Por ejemplo: se encontrarán con que la religión es una cosa poco importante para la Agenda 2030. Y si se vuelve sobre el contexto semántico en el que aparece, se encontrará que muchas veces aparece junto a otros términos en los que se dice que no puede haber marginación por causa de raza, de género o de religión, o cultural, o lo que sea. Con lo cual, de una manera implícita, pero muy predominante, la religión es una instancia de la que se siguen marginaciones o discriminaciones que no son asumibles. Si un filólogo estudiara los supuestos en la estructura profunda del término, se encontraría con que la religión es una fuente de conflicto, de discriminaciones, de desencuentro, de violencia, etc. Y sorprendentemente, si se hace lo mismo con la palabra deporte, que aparece muchas menos veces, se encontrarán con una loa propia de Virgilio, acerca de los valores que el deporte da, filantrópicos, culturales, de encuentro, de relación, etc. Sorprendente. Sorprendente, porque como muchos de ustedes saben, yo no soy muy futbolero ni nada de esto, pero cada dos o tres semanas, los profesionales del fútbol y los aficionados, aparecen dándose cañetas, por lo que decir que el deporte no es una fuente de conflicto, es una cosa realmente sorprendente. Será fuente de otra cosa, pero desde luego fuente de conflicto. Esa diversidad de tratamiento pone de manifiesto el punto donde se verifica que no es que se le conceda al Estado un lugar relevante, que tendría en cualquier declaración de este tipo razonable, sino que hay un estatalismo, y eso es en el neutralismo moral que respira. Cuando se habla de pluralidad, de tolerancia, de diversidad, de inclusión, lo que se está diciendo es que nadie tiene un juicio que pueda distinguir entre lo que es mejor y peor, y por supuesto, nadie está autorizado a comunicarlo con sus vecinos, compatriotas o congéneres. El neutralismo del Estado en realidad es la posición moral que destila la Agenda 2030 en su conjunto.

También se puede hacer el mismo ejercicio con el término familia. Y este es todavía un poco más llamativo, porque, en primer lugar, el conjunto de las tradiciones del planeta y de los sistemas sociales del planeta, coinciden, sin haberse puesto de acuerdo, en que la institución vertebral del orden social es la familia. De hecho, todos aquellos países que han padecido regímenes, de manera explícita e intensa han procurado la disolución de de la unión familiar como un elemento del sistema social. Todos los países totalitarios, como el soviético, o el chino, lo han hecho declarada y manifiestamente. Incluso en esos países, lo sorprendente del caso y que debería de llamar la atención, es la insistente durabilidad y supervivencia de una institución con tantos enemigos ideológicos con tan grandes y poderosas fuerzas. Buena parte de las utopías del mundo moderno del siglo XX, también del XIX y del XXI, pasan por la anulación de la familia. Y bueno, si se subraya el término familia, verán que le ocurre lo mismo que a la religión: según la Agenda 2030 es el contexto de las discriminaciones, de los abusos, de la dominación, de la desigualdad. No se dice explícitamente, pero es igual que en la religión, o incluso aumentado. Y la conclusión es que el Estado tiene que poner remedio a lo que pasa en las familias. Y tiene que poner dominio a lo que pasa entre los credos políticos. Y tiene que poner remedio a lo que pasa entre las etnias supremacistas. Y entonces al final, uno lee la Agenda 2030, y sabe quién lleva el sombrero bueno, y quién el malo. No lo duden, el sombrero malo lo llevan los que son padres de familia. Y los funcionarios de la ONU y del Estado, son los que llevan el sombrero bueno. La encarnación de los ideales de la humanidad, el punto de vista benéfico que da cumplimiento al bien y da razón de la esperanza que tenemos los hombres en este mundo, están en la oficina del catastro, en la consejería de sanidad, en la dirección general de tráfico, y a la que uno se descuida, todo funcionario se cree en la posición de dar una soflama de porque tenemos que hay que inscribir la finca rural en el catastro de otra manera a como se ha hecho. Y el padre de familia que paga por llevar a mis hijos al colegio es un agente reaccionario, inadvertidamente reaccionario. Es un obstáculo para el progreso, para el equilibrio medioambiental, para la potabilidad de las fuentes de agua disponibles en el mundo, para la limpieza y la disolución de la huella de ozono y de carbono, para la vida submarina, etc.

No es exageración. Lo tienen ustedes a su mano, y lo pueden leer. Y cómo pueden ustedes imaginar, mi conclusión en mi informe era que una institución que se declarara cristiana en su inspiración y en su medio, no podía asumir la Agenda 2030 sin expresar severas reservas. Y que si lo hacía de manera logotípica, incluyendo la rosquilla con los colores, estaba prestándose al equívoco. Y que si decía que se declaraba a un objetivo y no hacía mención a que se trataba del objetivo interpretado desde el punto de vista del ideario de lo institucional, también se prestaba al equívoco. Pero no les voy a engañar, hay instituciones declaradamente cristianas católicas militantes, compuestas por personas que yo creo que son de apreciable compromiso, que asumen la agenda 2030. Vayan ustedes a buscar universidades católicas de prestigio del país, y lo encontrarán. Y cuando en algún caso han omitido el logo, encontrarán ustedes todo el lenguaje de la sostenibilidad. Pero al final, ¿qué es sostenibilidad? Sostenibilidad es mantener a la familia y a la religión a la raya, que todo el mundo haga mucho deporte, y que los funcionarios nos digan por donde tenemos que ir. Eso es, al final. La palabra sostenibilidad significará muchas cosas, y las personas de buena voluntad podremos encontrar cosas comunes, pero yo, que me dedico a la historia de las ideas, no conozco ningún punto de vista ni ningún fenómeno de la tradición occidental, que pueda reivindicar el carácter de antecedente del punto de vista ecológico, como la cosmología cristiana. Es verdad que estas cosas se activan histórica y culturalmente, nos damos cuenta de cosas que antes no sabíamos, pero en 1920, Romano Guardini, que es un teólogo que les recomiendo, declaradamente dice una cosa muy interesante. Dice que lo que caracteriza y le da una visibilidad al laico (la cual era hasta ese momento brumosa, ya que es una figura cuya nitidez empieza a formarse a principios del siglo XX o finales del siglo XIX), es que sobre él, en cuanto fiel de la Iglesia, recae la responsabilidad de la custodia del mundo como en ninguna otra época había sido posible considerarlo. Lo dice así, explícitamente, a principios del siglo XX, cuando todavía no existía la palabra ecología, ni ambientalismo. Y él lo expresa y lo desarrolla de manera con lo que uno concluye que lo que hay que hacer de este mundo es un jardín, cosa que si uno lee el Génesis, es una conclusión obvia. Pero las conclusiones obvias no lo son hasta que se hacen manifiestas. Y hay un montón de líneas que cruzan la Agenda 2030, que como digo, no sólo son asumibles, sino que respecto de muchas de ellas, podemos asumir una autoría. Yo he leído la mayor parte de los autores de la historia de la filosofía occidental, y en ninguno de los autores que han dado lugar a nuestro mundo hay una preocupación por la pobreza ni tan temprana, ni tan extensa, ni tan irrestricta como en los textos evangélicos y en los comentaristas de los textos evangélicos que son los padres de la Iglesia. En ningún otro sitio, en ningún otro autor. Considerar que la pobreza no es un asunto que tiene nuestra tradición una matriz estrictamente y además con una singularidad que está perdida, y es que en la tradición cristiana es al mismo tiempo un mal y una virtud. Con lo cual el pobre es al mismo tiempo alguien a quien hay que ayudar pero es también alguien a quien en cierta medida hay que imitar. Semejante dignificación de la pobreza no existe en ninguna de las propuestas morales, incluso las más elevadas de las propuestas morales de nuestra tradición. Entonces, claro que hay muchas cosas que compartir, pero, o es una frivolidad, o es una superficialidad, o es un misterio que yo soy incapaz de desentrañar, como instituciones declaradamente cristianas pueden asumir e incorporar su colaboración con esos fines, muchos de ellos nobles, sin poner la cautela y la reserva que permita soslayar el equívoco al que se puede inducir y al que en cierta medida se invita.

El actual nuncio de su Santidad en España, don Bernardito Auza, dio una lección magistral el 27 de enero en la Universidad CEU Abat Oliba en Barcelona, invitado por el rector. Ahí empieza con una amabilidad diplomática y sincera, diciendo que la Iglesia supone que hay mucha gente de buena voluntad, con intenciones loables, impulsando la Agenda. Que la Agenda en sí misma, como acuerdo de los estados planetarios para la promoción de muchas causas morales que son no sólo aceptables, sino recomendables, es algo loable. Y a partir de ahí empieza a contar cuales son las reservas de la Santa Sede respecto de la Agenda 2030. Expone en cinco puntos que yo mencionaré. Es verdad que esas reservas son sobre un legado pontificio que es un diplomático, y por lo tanto, aunque se las voy a mencionar, no son exactamente las mismas que les he puesto yo, que soy un profesor de filosofía. Él, en nombre de la Santa Sede, pone cinco reservas. La primera que nombra,  es el idealismo de la Agenda 2030, y menciona un pasaje literal del primer objetivo, que es la finalización de la pobreza, y dice que es un objetivo eliminar la pobreza en todas sus formas y en todo el mundo. Nuestro reverendo nuncio y legado pontificio dice que eso es un idealismo que pone de manifiesto un cierto carácter utópico de la agenda, y aunque esto está bien, es así, hay otros asuntos bajo este utopismo idealista, y es que la humanidad, unida y constituida como un agente unificado bajo el auspicio tutelar de las Naciones Unidas, es capaz de acabar con el mal en el mundo. Eso no es un idealismo, es una secularización de la función mesiánica de Cristo en una institución transnacional. Es verdad que uno lo lee y lo encuentra utópico. Pero el problema no es que sea utópico, que ya sabemos que lo es. El problema es que está planteando que la humanidad congregada con un solo corazón bajo el auspicio tutelar de los funcionarios estatales y las Naciones Unidas, es capaz de acabar con la pobreza en todas sus formas y en todos sitios. O sea, el cielo en la tierra. Claro que el lenguaje diplomático es un idealismo utopista. Pero el lenguaje comprensivo del fondo y de los supuestos de ese idealismo utopista es un mesianismo secularizado, cuya sede se ha localizado institucionalmente en un agente transnacional que tiene sus delegados en las instituciones estatales y pluriestatales del planeta, entre las cuales destaca por cierto, como agente principal la Unión Europea.

La segunda reserva, dice el nuncio y legado pontificio, es que hay un nominalismo declaracionista, ya que en muchas de las declaraciones que hay, se puede observar una especie de maximalismo y una especie de nominalismo. A eso los filósofos escolásticos le llamaban flatu vocis. Flato, hacer una traducción mala, mera voz, voz vacía. Debajo de eso hay otro asunto, que es muy interesante, y es que este transnacionalismo, que es un mesianismo secularizado, cuya sede agente capaz de actuar con efectividad sea lo pensado en el organismo transaccional de las Naciones Unidas, genera una nueva lírica mundial. No es simplemente nominalismo, es una pedagogía del corazón. Esos pasajes de la Agenda 2030 son los únicos que tienen un cierto valor literario. Porque expresan el hondo anhelo compartido universalmente por los seres humanos, que es acabar con el mal, que el bien prevalezca, eliminar el sufrimiento, vencer a la violencia abusiva. Eso no es nominalismo, es más que eso, son los vientos del corazón del hombre, soplando y soplando, pero desde las ventanas de las instituciones estatales, desde las burocracias estatales y transnacionales. Eso es lo sorprendente, que de eso surja semejante delirio lírico, y que forme parte del discurso común cuando la gente expresa que le parece que es el bien. Cuando la gente expresa que es lo que le parece que es el bien, se vuelven todos poetas, porque la lírica es el lenguaje del bien. Y en la Agenda hay muy breves, pero sustanciales momentos de una lírica que a mi se me hacen detestables, porque tolero muy mal la lírica que surge del Estado. Pero eso es un asunto personal.

En la tercera reserva, dice que se abusa de soluciones preconfeccionadas, y que además esas soluciones preconfeccionadas ejercen un cierto colonialismo en plata, y que en instancias muy localizadas de los países desarrollados se define cuales son las soluciones a los problemas de los países subdesarrollados, que por cierto, solo son un problema desde el punto de vista de los países desarrollados. Por ejemplo, la explosión demográfica. Se les dice a los pobres incultos que no saben que hay que planificar familia, que es lo que tienen que hacer. Y se les dice además, no solo que tienen que hacer con los niños, sino que tienen que hacer con el agua, que tienen que hacer con los cultivos, que tienen que hacer con las emisiones de CO2, etc. Entonces, hay una especie de pedagogía tutelar de la encomienda de los asentamientos de la corona de España en América. O sea, el mundo está encomendado a esas élites que son capaces de prefigurar cuales son las soluciones. La Agenda 2030 se los encomienda, hace una encomienda planetaria. El conjunto de las tradiciones de los países, de los credos, de los puntos de vista, tienen que ser elevados a la condición de la conciencia moderna, y tienen que ser elevados mediante lo que nuestro nuncio llama unas soluciones precocinadas, preconfeccionadas.

La cuarta reserva que dice es que la aplicación de las soluciones es electiva. Por ejemplo, si uno le pregunta a una mujer africana cómo solucionar la sostenibilidad de los entornos semiáridos, la mujer seguramente va a decir que llevando agua, o excavando pozos. Un sujeto con una conciencia bien formada diría que teniendo menos hijos. Llevando agua también, pero lo principal es sobre todo tener menos hijos. A eso es a lo que se refiere el delegado papal cuando dice que la soluciones están sesgadas, o que hay soluciones de naturaleza preferencial o que se aplican preferencialmente. Es posible que en alguna situación desesperada, alguien diría que hay que disminuir la población infantil de manera segurísima. Pero fuera de situaciones de ese tipo de un padecimiento muy extremo, es difícil encontrar madres que se arrepientan de los hijos que han tenido. De lo que si se arrepienten, es de no poder darle una vida digna material, educativa, y culturalmente. Así que no son las mismas las soluciones que demandan los pueblos indígenas de los que por cierto se habla con fruición y deleite en la Agenda. No son los mismos. Son los mismos que plantean los indigenistas, pero eso es otra cosa. Pero no los pueblos nativos, no la gente que lo quiere es poder mantener la familia que tienen y que están dispuestos a renunciar a bienes de comodidad material y de bienestar material como los occidentales no somos capaces ni siquiera capaces de imaginar.

Y la quinta y última reserva, dice que es colonización ideológica. Hay aquí, por parte del nuncio, una vecindad del corazón y de la cabeza con los padecimientos que los pueblos no europeos han tenido, y que esa afinidad y esa empatía, que es comprensible, la trasladan como el foco con el que interpretan la aplicación de la agenda como colonialismo de países desarrollados. Ciertamente eso es así, pero eso mismo se puede comprender desde otra perspectiva, y es que lo que hay es una aspiración planetaria a convertir la modernización en una secularización de la tradición europea de los últimos dos o tres siglos, en el patrón de la prosperidad y el progreso mundial. Y ahí, los que somos europeos y no hemos padecido ese espolio y que si han padecido muchos pueblos indigenistas, y que sinceramente no nos hemos dejado seducir por la Ilustración, lo que vemos no es colonialismo, lo que vemos es Ilustración, secularización, modernidad en el sentido en el que de una manera declarada y explícita. Se pretende la sustitución de cualquier elemento de trascendente resistencia humana, y de la sociedad humana por el elemento intramundano que lo sustituye en la medida de los posible, pero con el horizonte utópico de que esa medida de lo posible satura las expectativas del corazón humano. Pues ¿qué me parece a mi que este punto de vista que yo les he contado no sea tan unánime como creo que lo merece? Voy a usar un término que no utilizaría con personas que tuvieran un punto de vista distinto del mío, porque les podría resultar ofensiva. A mi me parece que es un problema del grado de alfabetización. Los pedagogos hablan de la alfabetización profunda. Leer es una actividad susceptible de perfeccionamiento. Y el perfeccionamiento de la lectura es un proceso de extensión basta. Lee mejor el que más sabe. Y el que más sabe es capaz de mantener en presente y relacionar. A mi me parece que solo una alfabetización superficial, o si quieren ustedes una lectura poco atenta y con poca información que poner en relación con lo que se está leyendo, puede dejarse atrapar por esa escala mayor, con la que al principio, el aspecto que ofrece la Agenda 2030, es un conjunto de cosas que pueden mantener en su inmensa mayoría los hombres de buena voluntad.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Suroeste el viernes 12 de enero de 2024. La ilustración fue realizada por José Ignacio Aguirre para Revista Suroeste.