El “poder” de las primeras damas

Cecilia Morán Tello | Sección: Historia, Política, Sociedad

Las acciones de las primeras damas a lo largo de la historia de Chile deben entenderse desde la lógica de un rol cultural institucional. No es un cargo elegido por ninguno de nosotros; sin embargo, se mantuvo y creció en responsabilidades porque muchos lo han requerido cuando el Estado no ha podido hacerse cargo de ciertas problemáticas; una vez que esas carencias han resultado cubiertas institucionalmente, ellas han mirado y trabajado por revestir otras.

Debemos entender que la ciudadanía es la que ha entregado ese “poder” a las esposas de nuestros presidentes y que no ha sido algo antojadizo (basta leer las miles de cartas y luego correos electrónicos que desde el siglo XIX y hasta hace muy poco les hacían llegar solicitándoles ayuda).

A partir de su posición, con decisión y agendas propias, han aportado a mejorar la vida de muchos.

Si bien venían trabajando desde el siglo XIX, a partir del XX, comprendiendo cada vez más las dinámicas estatales, hicieron grandes esfuerzos por cubrir las demandas de esos individuos a los que el Estado no llegaba: Juana Aguirre, Rosa Markmann, Graciela Letelier, por ejemplo, repartieron alimentos, calzado, vestuario, medicamentos y hasta coordinaron la construcción de viviendas.

Posteriormente, aparecieron otras que a sabiendas de las necesidades de sus contextos entregaron tecnología, recursos y herramientas técnicas y artísticas a mujeres y niños, cultura a los más pequeños, sonrisas a mujeres, oportunidades para mejorar la calidad de vida de la tercera edad, entre otros.

Así, resulta imprescindible comprender que si bien estas han tenido “poder”, nosotros mismos se lo hemos delegado, y a la vez es importante recordar que la mayoría de ellas, con positiva visión, han visibilizado o cubierto muchas de las necesidades de millones de chilenos.

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio el miércoles 10 de enero de 2024 como carta al director.