Ecuador está cerca

Joaquín García-Huidobro | Sección: Historia, Política, Sociedad

¿Cuántas veces nos advirtieron los colombianos para que nos preparáramos? Pero nosotros, los chilenos, esos seres únicos en Latinoamérica, consideramos como una ofensa esos consejos de hermanos.

¿No oímos una y otra vez a los ciudadanos de La Araucanía implorar auxilio? Sin embargo, los habitantes de la capital éramos tan inteligentes que “sabíamos” que ese era un problema muy específico, estrictamente vinculado a la cuestión mapuche, por más que los mapuches de verdad nos dijeran algo muy distinto cada vez que votaban.

Ahora es Ecuador, sumido en un mar de violencia y sangre. Al menos allí el presidente ha decidido enfrentar de manera decidida a la delincuencia y ha recibido el apoyo de quien supuestamente es su archienemigo, el expresidente Rafael Correa. Quizá tarde, pero se han dado cuenta de que este no es el momento de las querellas internas, porque está en juego la subsistencia del país.

¿Y nosotros? El mismo día en que las noticias de Quito y Guayaquil nos inquietaban, “El Mercurio” dedicó toda la primera página del cuerpo nacional para alertarnos sobre el alza sostenida de homicidios. En 2023 fueron 1.400 tan solo en la Región Metropolitana. Y no parece haber una reacción proporcionada. ¿Qué tendría que hacer el diario para que lo tomáramos en serio? ¿Pintar todas sus páginas de rojo? ¿Y mañana de negro?

Mientras tanto, la polémica se traslada a Viña del Mar, por la participación en el festival de un cantante que se ha hecho millonario exaltando la violencia y el mundo narco. Con una sutileza intelectual envidiable, se desacredita a los que alzan la voz alarmados. Se dice que esto es arte y que no admite censura ni cancelación (como si fuese, por ejemplo, un simposio académico o una presentación en un teatro cerrado y no un acto que se transmite a millones de televidentes en todo el continente). En fin, todo esto se trata con brocha gorda, cuando requeriría un pincel muy fino.

Supongamos que únicamente fuera un problema de censura del arte. En ese caso tendríamos un nuevo problema, porque dudo que harían lo mismo si a un músico exitoso se le ocurriera glorificar la acción de la Dina. ¿Dirán que es arte y reducirán todo a la censura?

El asunto de la censura no es el centro del problema. ¿Tenían la Municipalidad de Viña del Mar y los canales de televisión la obligación de invitarlo? ¿Con qué cara les darían una explicación a las familias latinoamericanas que han perdido a sus padres, a un hermano, a los que fueron asesinados en manos del narco por negarse a aceptar sus reglas corruptas?

¿Es esa la respuesta que puede dar el mundo público (la municipalidad) y el mercado (los canales de televisión) al drama que hoy vive Chile? ¿En qué planeta habita esa gente?

Volvemos a lo de siempre. Salvo casos muy excepcionales (como Alberto Mayol), la nueva izquierda es incapaz de ver este tipo de problemas. Esto sucede por dos razones que están conectadas. En primer lugar, carece de una reflexión que justifique o incluso exija el uso legítimo de la fuerza estatal, de modo que es trivial oponerse al poder público. Y esto no le sucede porque sus integrantes sean poco inteligentes, sino porque las filosofías que los han nutrido conciben todas las relaciones humanas como relaciones de dominación. Así se hace muy difícil distinguir entre la acción de un policía y la conducta de un sicario narco.

No puede ver que cabe ejercer un poder legítimo, en el Estado, en la familia o la empresa, que es completamente distinto de uno opresivo y arbitrario. Esa forma de autoridad es correcta, aunque se puede abusar de ella, y por eso ha de someterse a ciertas reglas. El poder como mera dominación, en cambio, implica siempre una corrupción de quien lo ejerce.

En segundo lugar, esta izquierda no solo desacredita el ejercicio legítimo de la autoridad, sino que además nos entrega una visión romántica de la violencia cuando la ejercen personas o grupos contrarios a un sistema que estima esencialmente opresivo. Tampoco ve, quizá no puede ver, que so pretexto de la causa mapuche pueda haber un gigantesco negocio de robo de maderas o de narcotráfico. En los sucesos del 18 de octubre, por ejemplo, solo entiende que había una enorme presión social en el país más desigual del mundo, que de repente estalló. Le resulta imposible reconocer lo que haya de corrupto, de delictual, de profundamente antidemocrático en buena parte del octubrismo.

Sucede que esa misma izquierda hoy se encuentra en el Gobierno, y a ella le corresponde evitar que Ecuador llegue a Chile, ahora que está a la vuelta de la esquina. Cada medida que toma en la dirección correcta contradice sus palabras y acciones del pasado. Esa izquierda tiene como acompañante al Socialismo Democrático, pero este sector político se encuentra maniatado, no puede cumplir con su deber, y a veces está simplemente desorientado.

Pobre Chile, qué cara ha pagado su arrogancia, su idea de que era una nación única y que jamás tendría los problemas del resto, porque iba a toda carrera hacia el desarrollo.

Pobre Chile, que tiene un gobierno cuya filosofía, por definición, le impide enfrentar la violencia con la decisión del Presidente ecuatoriano y el apoyo de sus adversarios políticos.

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio el domingo 14 de enero de 2024.