“Del desarrollo económico al desarrollo integral”

Fernando Chomali | Sección: Familia, Política, Religión, Sociedad

El desarrollo tiene un carácter ambivalente. Por una parte, permite descubrir signos de la grandeza del hombre y lograr mejores condiciones de vida material para las personas y, por otra, se constituye en fuente de grandes inquietudes y amenazas. Hoy, como nunca antes en la historia de la humanidad, el hombre tiene poder sobre el propio hombre y se constituye en su peor amenaza.

La pregunta para evaluar el desarrollo de las naciones es si está o no al servicio del hombre, de la mujer, de la familia y si todos los bienes y servicios que surgen de él hacen la vida más digna.

Para que ello acontezca es fundamental que junto con el aspecto económico esté el moral, social y espiritual. Para que el desarrollo sea auténticamente humano hay que mirar los índices económicos, por cierto, pero también las relaciones interpersonales, el respeto entre las personas, los niveles de justicia y equidad y la fraternidad involucrados en él.

Una sociedad que muestre flamantes índices económicos, pero también individualismo y violencia, ha de cuestionarse profundamente. Observando nuestro país, ¿no será demasiado estrecho el concepto de desarrollo que tenemos? ¿No será hora de abrirlo a otros aspectos como lo son la ética, la cultura, el fortalecimiento de la familia y una educación centrada en el respeto por las personas, un irrestricto amor a la verdad y en la lógica del compartir más que en la competir? ¿No será hora de dejar la ostentación y optar por lo simple? Cuánta razón tenía Jorge Luis Borges al afirmar que “es tan triste el amor a las cosas; las cosas no saben que uno existe”.

Muchas personas, fascinadas por el embrujo de los bienes materiales, experimentan una gran sensación de vacío que los ha llevado a una búsqueda del sentido de sus vidas que en ellos no han encontrado. Creo que Chile está obsesionado por los índices económicos, pero no ha sido capaz de frenar la violencia, la destrucción de la familia, el malestar que experimentan muchos jóvenes al sentir una gran soledad y, sobre todo, las escandalosas desigualdades que aún subsisten en nuestro país. Los resultados de la PAES es un buen termómetro de ello. Es urgente fortalecer los valores más profundos que anidan en el corazón del hombre, como lo son el deseo de hacerse parte en la construcción de un mundo mejor, el tener razones para vivir, el descubrir el sentido trascendente de la vida y reconocer en el otro un don y no a alguien con quien compito o del cual me tengo que defender.

Es el tiempo de promover una cultura centrada en el ser y no tanto en el tener. Solamente desde la centralidad del hombre y su dignidad será posible una sociedad más justa y a escala auténticamente humana. Ello va de la mano de una propuesta que tenga como prioridad a los más necesitados. Cuando no se percibe un interés real por ellos y el desarrollo pasa a concentrarse sólo en unos pocos, las tensiones sociales crecen. Eso lo estamos viviendo.

Creo que todos los proyectos, tanto en el ámbito público como en el privado, debiesen considerar qué tipo de desarrollo está en las bases de su propuesta. Si todo proyecto o negocio llevase de la mano un componente ético y educativo que considerase el lucro como un aspecto del proyecto, pero no el más relevante, estoy cierto de que saldríamos de la pobreza y mitigaríamos el drama de tantas personas que lamentablemente sienten cómo el desarrollo pasa por su lado y que no sólo no los toca, sino que los agrede.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero el martes 9 de enero de 2024.