La guerra civil de la “nueva derecha” en Chile

Juan Cristóbal Demian | Sección: Arte y Cultura, Historia, Política, Sociedad

Antes que todo, un pequeño resumen para quienes recién están enterándose de lo que está pasando en Chile y quieren entender el por qué del título que he elegido para esta columna.

  • En 2019 mediante una insurrección, la izquierda radical presionó a la clase política para que cambiara la Constitución chilena.
  • En 2022 la propuesta ultraizquierdista de constitución fracasó siendo rechazada por el 63% de la población, hastiada del octubrismo (expresión político-cultural de los insurrectos de 2019) y el no-gobierno del autonomista Gabriel Boric junto a sus cómplices del Partido Comunista y el Partido Socialista.
  • Como medida de emergencia, los sectores progresistas moderados propusieron seguir el cambio constitucional manteniendo, precisamente, un enfoque progresista a través de “bordes” que fueran el esqueleto de una nueva Constitución.
  • En 2023, a modo de castigo al octubrismo y al régimen del PC-PS-FA la población chilena encumbró al Partido Republicano (derecha) para ocupar en amplia mayoría los escaños del nuevo consejo constitucional, el cual debía apegarse a los “bordes” previamente estipulados, lo cual hicieron.
  • Autoconvencidos de que habían logrado una buena combinación de los “bordes” con su propio ideario, los republicanos lograron convencer a la centroderecha y parte de la centroizquierda de que apoyaran el texto, con esa base buscan aprobar esta nueva Constitución de consenso, con el fin de crear una nueva configuración de partidos moderados, desde Republicanos a Demócratas (igual que en EEUU, curioso).
  • Esta decisión del Partido Republicano generó un quiebre interno entre las bases de la derecha, pues no han sido pocos quienes han declarado que esta movida de los Republicanos es una traición a sus principios. De esta forma se ha gestado una división que está pulverizando lo poco y nada que la “nueva derecha” había avanzado en Chile desde la aparición de José Antonio Kast en la escena política como candidato presidencial (2016) a la fecha.
  • Como intelectual absolutamente independiente, que no le debe favores políticos a nadie, declaro que estoy a favor de ese proceso de quiebre y división en la “nueva derecha”, así como estoy en contra del texto presentado por Republicanos y explico el por qué.

1.- Motivos de Índole Histórico-Política

La Constitución republicana sigue el mismo patrón de una “restauración conservadora” en el marco de un proceso revolucionario.

Si en 2019 la insurrección tenía entre sus objetivos concretar la corrida del marco institucional de Chile fuertemente hacia la izquierda, el rechazo de dicho proyecto, la primera Constitución 100% deconstruccionista en la historia de la humanidad, llevó a que le tocara al partido del orden, la facción conservadora (Republicanos + el centro) hacer su contrapropuesta, la cual no corre el eje hacia la derecha, sino que sigue el patrón de correrlo hacia la izquierda de una forma moderada y caballerosa.

En suma, en una restauración conservadora se corre el eje a la izquierda, sólo que un poco menos que como estaba estipulado en un principio. Y así sigue el ciclo, eternamente, hasta que alguien tenga los cojones de salirse de ese patrón histórico.

Demás está decir que cuando hay gente que piensa que el proceso de izquierdización se acaba votando “a favor” sencillamente no entienden los procesos históricos de la modernidad. La ultraizquierda, cualquiera sea el resultado, organizará un nuevo asalto a la institucionalidad para correr nuevamente el cerco y, nuevamente, un sector reaccionario de derecha moderará ese asalto y hará concesiones hacia la izquierda. Si el marco ya está previamente corrido hacia la izquierda, se correrá otro poco, y así, en el marco de unas décadas el país quedará finalmente irreconociblemente izquierdista, hasta que el proyecto rechazado en 2022 sea una realidad sin que los chilenos se hayan dado cuenta. Creo completamente legítimo no prestarse para ser parte de ese juego.

2.- Motivos de Reconfiguración Política

La derecha que vota a favor resume sus argumentos en dos principales líneas, las cuales sólo son honestas cuando se entienden como excluyentes entre sí, es decir, debieran decidirse si es la una o es la otra.

La primera línea es la que sostiene que hay que votar a favor AUNQUE la propuesta sea mala, ello para propinarle una nueva derrota al oficialismo, de ahí viene todo ese superficial argumento de que “no puedes votar con Boric”, es decir que si Boric les dice que NO coman excremento, van a darse un banquete de diarrea para llevarle la contra.

A esta línea argumentativa se puede presentar una objeción de conciencia completamente válida, no votar por el “mal menor”, no aceptar que las opciones a elegir entre variedades de diarrea. Dirán que quienes siendo de derecha votan en contra “celebrarán con los comunistas” si gana esa opción, personalmente me parece muy triste que el régimen de Boric y sus secuaces tengan un motivo de celebración, pero lamentablemente así es la vida, no siempre se gana, y uno no debe condicionar sus decisiones a los sentimientos transitorios y pasajeros del enemigo. Si llegamos a la instancia en la que, trágicamente, es mejor que la izquierda tenga esa victoria, “mala cueva” dijo el conejo, eso ha sido culpa de quienes nos llevaron a este punto con su mala conducción política, no de quienes votaremos a conciencia, porque no estamos obligados a votar por el “mal menor”, el “mal” es “mal” y punto.

Algunos, en esta misma lógica, hablan de votar “a favor” como «estrategia». Pues bien, la palabra ESTRATEGIA les queda grande. Hablen de estrategia cuando sus acciones se orienten a un objetivo con al menos 10 años plazo. No puede llamársele ‘estrategia’ a salvarse el pescuezo con un evento fugaz, aislado e improvisado como este plebiscito. La palabra ESTRATEGIA merece más respeto.

Otros hablan del “a favor” como “cálculo político”, sinceramente me causa asco el uso de esa jerga tecnocrática en política, ya que demuestra el pobre nivel de formación de la gente de derecha, que cree que ganar elecciones es lo que vale, lo cual es uno de los elementos más importantes de erradicar a futuro.

También están los que quieren que la cosa se acabe sólo para “volver a la normalidad”. Estos personajes son igual de cómodos que el presidente Piñera, a quien criticaban por negociar la Constitución en 2019 a cambio de un poco de paz. Esto es producto de ese engaño que es la “despolitización” de la vida, la idea del “sólo vivo para producir/consumir”. Aquellos son los burgueses a los que les venden la soga con la que los ahorcan, como decía Lenin.

Finalmente, están los que creen que el “a favor” va a sacar a la izquierda del mapa. Permítanme reír a carcajadas en este punto. Carcajadas que lamentablemente no puedo llevar al texto escrito. Uno no derrota a un enemigo político mediante elecciones. Derrotar a la izquierda implica sacarla de la base social: colegios, universidades, juntas vecinales y comunales, centros culturales, etc. El proceso es de abajo hacia arriba, no al revés. Ganarle a la izquierda en cargos de elección popular es como pegarle a un “mono porfiado”, le pegas, pero la base está estable y el mono vuelve. Por el contrario, si disuelves la base es cuando el mono cae.

La segunda línea argumentativa de la derecha “a favor” es la que sostiene que la Constitución presentada es excelente, maravillosa, un elixir como un Johnnie Walker Blue Label, y que representa el triunfo definitivo del liberalismo en Chile (hablemos con menos eufemismos, “ideas de la libertad” = liberalismo).

Este escenario ha dividido nuevamente a la derecha entre los “ultrones” que acusan a los que están a favor de estar vendidos al globalismo y a los “pragmáticos” que acusan a los que están en contra de delirantes, disputa que ha llevado a un espectáculo lamentable de malas argumentaciones de lado y lado. Con todo, este quiebre y la devastación que generaría en lo poco y nada que ha avanzado la derecha en Chile tiene un lado positivo, la fricción que se está viviendo es mejor que el inmovilismo, y la insumisión de las bases radicalizadas del Partido Republicano contra su dirigencia son motivo de celebración, muestra de dinamismo, lo que siempre hace bien para momentos de purificación doctrinaria. Será a futuro importante ponerle empeño a la erradicación tanto del caudillismo como del “infantilismo de derecha” propios de nuestro sector.

En aspectos jurídicos no voy a entrar, porque no es mi área, pero desde la politología se constata que la incorporación de lenguaje deconstruccionista y socialdemócrata es evidente en el texto, y creer que su lectura puede ser “derechizada” me parece un autoengaño mayúsculo. Preferiría que fueran en ese sentido más honestos y se sumaran a lo que ha dicho de forma muy acertada Gabriel Alemparte: “esta es la constitución progresista que siempre soñamos”. Estoy con Alemparte, él tiene razón, y su sector de centroizquierda tiene todo el derecho de celebrar y defender este proyecto constitucional, pues está hecho sobre sus cimientos ideológicos. Ellos son los ganadores.

La relación entre los bordes constitucionales de este proceso y la ideología de izquierda es algo que toco y expongo en una parte de mi próximo libro “Ensayos desde el fin del mundo sobre el final del tiempo”, pronto a ser publicado, así como también ha sido tocado por muchos otros exponentes a través de distintos medios de comunicación, por lo cual no cerraré yéndome hacia ese tema, sobre el cual existe, de hecho, una saturación de información a estas alturas.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Somos Trascender el miércoles 29 de noviembre de 2023.