¿Quién fue Maritza Alejandra?

Vicente José Hargous Fuentes | Sección: Política, Sociedad, Vida

Finalmente, el Consejo Constitucional despachó su proyecto de eventual nueva Constitución. Mientras tanto, los chilenos viven con normalidad los vaivenes cotidianos, con sus propias dificultades, historias y dramas existenciales… Realidades que, cuando se ven en carne y hueso, en ocasiones deshacen las piruetas mentales de “los intelectuales” y “los políticos”. Una de ellas es la de Maritza Alejandra.

Esta es una historia real, de hace pocas semanas. Una mujer vulnerable, esperaba con mucho amor el nacimiento de una hija, que tenía poco más de 24 semanas de vida. El embarazo se complicó. Una columna no es el lugar adecuado para imputar ninguna conducta antijurídica, pero presuntamente los problemas habrían comenzado porque el innecesario y mal uso de un espéculo le habría roto la bolsa. El asunto es que supuestamente le recomendaron abortar. Incluso, la madre y sus familiares sostienen que fue presionada para abortar. Frente a toda la presión que habrían ejercido, ella acabó por firmar el documento necesario para la interrupción “voluntaria” del embarazo. Se tuvo que tomar ella misma las pastillas. Pero la guagua no murió: nació y vivió. La bautizaron y le pusieron por nombre Maritza Alejandra, para que lleve los nombres de sus dos abuelas. Su mamá, Fernanda, la sostuvo en sus brazos, y sintió su manito apretándole el dedo. Pidió una incubadora, y no se la dieron. Le pidieron en el momento que firme un documento para “quemar los restos”. Después de esta tragedia, ella quiso cortarse las venas. Su papá, desde la cárcel, sufría por la impotencia de no haber podido hacer nada para que a su hija le den una incubadora y los cuidados que merecía por el solo hecho de ser una persona.

En fin, más allá de los detalles de un testimonio desgarrador, hechos como este llaman –¡gritan!– a una reflexión sincera sobre una de las normas más polémicas del texto de la propuesta de nueva Constitución despachada por el Consejo.

“La ley protege la vida de quien está por nacer”. Tanta polémica por esa oración. Que si deroga el aborto, que si es un “retroceso” en los “derechos” de la mujer… ¿Ese es el retroceso? ¿Cuál es la realidad del aborto? La verdadera, no el cuento del empoderamiento y liberación que nos quieren vender con pañuelos verdes y morados y silencios cómplices. ¿Libertad? Se trata de un drama terrible: ¡Vayan a decirle en la cara a Fernanda que ejerció con dignidad su derecho a matar a su guagua por una “conquista civilizatoria”!

Pero incluso si vamos a algo más básico que el debate del aborto (y ojo que no estamos hablando de la responsabilidad criminal en casos difíciles), miremos solamente la cuestión previa: Maritza Alejandra no fue un mero “fetito” –como decía el personal sanitario, según Fernanda–, ni tampoco fue un montón de “restos”, ni un “desecho biológico” digno solamente de ser incinerado. Ella fue un ser humano, pero no sólo eso, porque ninguna persona es un simple miembro de una especie biológica, sino que fue radicalmente un individuo singularísimo, irrepetible, una niñita con un rostro que nadie más volverá a tener. Se llamaba Maritza Alejandra: tuvo nombre. Fue alguien, fue un “quien”, una persona.

Se rumorea que ciertos expertos y líderes de partidos políticos quieren, entre cuatro paredes, decir que no. Quieren sacar esa norma, porque es políticamente incorrecto sostener que los seres humanos no nacidos son personas, porque quieren que el texto de la nueva Constitución se apruebe, porque quieren darle en el gusto a la izquierda caviar, o lo que sea… Todas las excusas que quieran, pero, en definitiva, si los expertos proponen cambiar el texto en este punto, nos estarían diciendo que Maritza Alejandra no merecía ser reconocida como un “quien”.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero el sábado 7 de octubre de 2023.