Pues no, no caben todos

Luis Fernando Pérez Bustamante | Sección: Familia, Política, Religión, Sociedad, Vida

La última moda en el discurso modernista disfrazado de catolicismo es la idea de que en la Iglesia caben todos. O mejor dicho, “todos, todos, todos”. Y bueno, ciertamente todo hombre puede pertenecer a la Iglesia. Pero hay algunas condiciones. Primera de todo, tener fe, que en el caso de los bebitos la “aportan” los padres. Segunda, bautizarse. Tercera, creer lo que la Iglesia enseña. Porque ya me dirán ustedes cómo se puede ser católico sin creer lo que dice la fe católica. 

Y luego hay algo que sin que sea estrictamente necesario para pertenecer a la Iglesia, es altamente conveniente que se dé para que esa pertenencia no sea meramente nominal. Pero esto voy a dejar que se lo explique a ustedes San Pablo, que sabía mucho más que un servidor: “Os escribí en mi carta que no os mezclaseis con los fornicarios. Pero no me refería, ciertamente, a los fornicarios de este mundo, o a los avaros o a los ladrones, o a los idólatras, pues entonces tendríais que salir de este mundo. Lo que os escribí es que no os mezclaseis con quien, llamándose hermano, fuese fornicario, avaro, idólatra, injurioso, borracho o ladrón. Con éstos, ni comer siquiera”. (1 Cor 5,9-11)

¿Qué parte no se entiende de eso? No se puede formar parte de la Iglesia siendo un pecador que no se arrepiente de sus pecados y vive como si la ley de Dios no existiera. No se puede pretender vivir en adulterio y andar por la Iglesia como si tal cosa. No se puede pretender tener una pareja homosexual y andar por la Iglesia como si tal cosa. No se puede ser un asesino y andar por la Iglesia como si tal cosa. No se puede ser un sinvergüenza, un corrupto, un etc., y andar por la Iglesia como si tal cosa.

No se puede engañar a la gente diciéndole que da igual cómo viva, con quién se acueste o cómo se comporte porque al fin y al cabo Dios es amor y nos quiere a todos por igual y en la Iglesia de Dios caben “todos, todos, todos”.

Es más, en el supuesto caso de que cupieran todos, lo que no admite dudas es que no todos van a ir al cielo. El mismo San Pablo, que sin duda era demasiado rigorista para los gustos de los apóstoles del Nuevo Orden Mundial, advirtió: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os hagáis ilusiones: los inmorales, idólatras, adúlteros, lujuriosos, invertidos, ladrones, codiciosos, borrachos, difamadores o estafadores no heredarán el reino de Dios”. (1 Cor 6,9-10)

¿Veis, necios? No os hagáis ilusiones. No engañéis a la gente. No seáis asesinos de almas como aquel que dijo aquello de “peca fuertemente pero cree fuertemente” (Lutero). Y al menos aquel criminal espiritual tuvo la decencia de decir que era necesario tener fe. Vosotros, ni eso.

Cristo no vino a salvar a los justos sino a los pecadores. Pero vino a salvarnos del pecado, a darnos la libertad para poder ser hijos de Dios y vivir en consonancia con semejante dignidad. Y como todavía somos débiles, caemos y pecamos. Pero nos arrepentimos y pedimos perdón a Dios. Quien no se arrepiente, quien se queda en su pecado como si tal cosa, es un pobre desgraciado que va camino del infierno. Un infierno que, sepan ustedes, es eterno.

Es más, no hay cosa más miserable en este mundo que haber sido cristiano y dejar de serlo. Así lo dijo San Pedro, que también era demasiado rigorista para esos farsantes que se disfrazan como apóstoles de Cristo: “Porque si después de haber escapado de las impurezas del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, se dejan atrapar nuevamente por ellas y son vencidos, sus postrimerías resultan peores que los principios. Más les valiera no haber conocido el camino de la justicia que, después de conocerlo, volverse atrás del santo precepto que se les entregó. Se ha cumplido en ellos aquel proverbio tan acertado: ‘El perro vuelve a su propio vómito’ y la cerda lavada a revolcarse en el fango”. (2 Ped 2,20-22)

Perros, cerdos, todavía es tiempo de salvación. Todavía podéis volver vuestras almas a Cristo. No sigáis las palabras de aquellos que os engañan diciendo que en la Iglesia caben todos, todos, todos. No es cierto. En la Iglesia caben los cristianos y no los que diciéndose cristianos, viven como si Cristo no existiera. 

Como dijo el apóstol: “A los de fuera los juzgará Dios. ‘¡Echad de entre vosotros al malvado!’”. (1 Cor 5,13).

Cristo, ven pronto.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por InfoCatólica el miércoles 11 de octubre de 2023.