Mentiras, enrabiados y cabezas huecas

Juan Pablo Zúñiga Hertz | Sección: Política, Sociedad

Son tiempos tumultuosos, o, como mínimo, son tiempos raros. Sumamente raros. Tiempos de histeria y de arrebatos; de pataletas y rabias. Son tiempos de muchas hormonas y pocas neuronas, mucho grito y poca o ninguna razón. Son tiempos de sinsentidos casi cómicos, pues los mismos histéricos y enrabiados creen cabalmente tener la razón y, como parte de ello, están auto convencidos de ser racionales.

Estos pobres ilusos tienen la triste virtud de ser ruidosos y hacer notar su ignorancia en medio de su tribu compuesta por un sinfín de otros ruidosos y enrabiados dispuestos a vestir los colores de la causa que sea con tal de poder enarbolar la espada de los paladines de la justicia. Así, pueden ser feministas, ambientalistas, anticapitalistas, anti patriotismo, anti familia, anticristianismo, anti americanos, anti israelíes y anti semitas. Todo al mismo tiempo. Mientras más “antis”, mejor. Y si uno o más de esos “antis” entran en contradicción, la solución es fácil: gritar, hacer escándalo, hacerse la víctima y tildar a quien ose mostrarle la contradicción de “fascista”.

¿Será que la cuestión es ser “contreras”, como se decía antiguamente? La respuesta es no. “Contreras” puede ser un adolecente o un joven tonto y mediocre, pero a estos “anti todo” se le suman legiones de cabezas huecas no necesariamente jóvenes que, en su inmensa fauna, comparten una cosa en común: la rabia. Son enrabiados, tal vez parientes lejanos de los enragés y los sans-culottes de los tiempos de la convención nacional durante la Revolución Francesa. Tal como sus antepasados, los mueve la ira y la rabia, la cual siempre está hambrienta de razones para alimentarse, crecer y consumir la mente de quien la cobija con cariño. La rabia es cuidada con celo maternal por el enrabiado porque le permite desviar la atención de sus propios fracasos y evacuar la frustración interna que le genera el fruto de sus malas elecciones.

Israel, o simplemente un judío cualquiera, siempre ha sido el chivo expiatorio del mediocre enrabiado cabeza hueca puesto que es manipulado por el diablo, el enemigo por antonomasia. Asusta ver el cómo estos se han multiplicado de una manera impresionante. Asusta ver cómo ha crecido el antisemitismo en los EE. UU. y en el mundo. Resulta más que preocupante ver cómo la sola presencia de un apellido de origen semita en el nombre sea motivo de sospecha, un motivo de denuncia para el dedo acusador del enrabiado. Por ello, la guerra de Israel contra el terrorismo islámico de Hamas y la Yihad Islámica es una causa para alimentar las rabias de estas hordas que asolan desde el ciberespacio hasta las universidades y las calles.

Estos rupturistas de poca monta, con ínfulas de revolucionarios piojentos y barbudos, son los primeros en caer en las mentiras de los medios de comunicación igualmente enrabiados dispuestos a tirarles una galletita de mentiras a sus feligreses para alimentar un poco más las rabias personales y, lo que es más peligroso, las rabias colectivas. Como son cabeza hueca, no analizan nada por su mérito, sino por su contenido apetitoso para la rabia con hambre voraz. Como son enrabiados, la razón no opera, sólo las hormonas y, con ello, fácilmente creen las mentiras.

La mejor prueba de ello fue el supuesto bombardeo de Israel a un hospital en Gaza. Terminó siendo verificado que no era más que una mentira y que había sido un cohete artesanal de Hamas. Pero, para el momento en que la mentira fue revelada, ya era tarde. La mentira ya había echado raíces en la cabecita de los enrabiados y les había dado combustible para desatar sus furias, sin importar que hubieran de quedar como completos imbéciles por haber caído, otra vez, en la mentira. Así opera el fanático: aunque en un momento fugaz se de cuenta de su error, no va a dar pie atrás pues además de las tristes características señaladas, son arrogantes.

“La arrogancia humana comienza cuando las personas se rebelan contra Dios y sus corazones se rebelan contra quien los creó” (Si 10: 12). El enrabiado se revela contra su creador, se revela contra todo lo bueno que su creador le puede ofrecer y termina aceptando la contraoferta del enemigo del Creador: la destrucción satánica. Por ello, estos enrabiados que asolan las sociedades distan mucho de los antiguos locos de la plaza que gritaban disparates: son agentes del mal, un mal travestido de “bien” y con la “justicia social” como mantra sagrado. Son peligrosos y capaces de hacer tambalear sociedades enteras y qué bien que sabemos ello como chilenos, lamentablemente, a 4 años de la insurrección de los enrabiados.