La importancia de la familia

Juan Pablo Zúñiga Hertz | Sección: Familia, Política, Religión, Sociedad

En los últimos 50 años, el sacramento del matrimonio disminuyó 75% en EE.UU. Sor Lucía de Fátima –en su carta de 1984– señaló que la batalla final entre Cristo y Satanás sería sobre el matrimonio y la familia.

Cuando señalamos que la familia es el núcleo fundamental de la sociedad no es mera retórica. Es en el seno de la familia cristiana donde comienza y se fortalece la formación de la fe y la estructura valórica del cristianismo. Al caer la familia, cae el refugio de donde surge la próxima generación y, con ello, cae también el mundo laico, la feligresía e inclusive las vocaciones para la vida religiosa. Por lo tanto, al caer la familia, cae el cristianismo, el gran pilar de nuestra civilización.

Sin intención de culpar a la generación anterior a la mía, sea por el desarrollo que experimentó la sociedad o por otros mecanismos que desconozco, el hecho es que muchas veces en la propia familia surgió una línea de pensamiento sobre el proyecto de vida para los hijos que, inconscientemente, terminó saboteando al matrimonio.

Me explico. Al igual que muchos, nací en una familia de clase media, sin ninguna carencia material, espiritual y emocional, con padres sin estudios profesionales. Enfrentados a una sociedad que ya en los años 80’ mostraba claros signos de la necesidad de mayores niveles de preparación, nuestros padres nos inculcaban la importancia de tener una carrera profesional, montar la vida y luego casarnos. Como plan tiene cierta lógica aparente, pero en el fondo supone un problema pues transforma las conquistas profesionales y no la formación de una familia como la primera prioridad. A su vez existen otros problemas asociados como lo es demorar la edad para traer hijos al mundo con el riesgo de no poder hacerlo. Al mismo tiempo, el hogar debe ser formado literalmente desde cero por los dos cónyuges; cuando uno de ellos tiene su vida montada y el otro “entra en el barco”, comienza la nueva familia con el yugo desigual.

La disminución en lo que podríamos llamar de afiliación al catolicismo u otra tradición cristiana viene de la mano con el creciente desinterés en el matrimonio, lo cual termina afectando inclusive la salud del individuo y la estructura de la sociedad. Estudios realizados en el estado norteamericano de Arizona señalan que 80% de los gastos sociales destinados a individuos en situaciones de riesgo derivan de una desestructuración familiar. Datos del estudio “Faith & Relationships”, desarrollado por la fundación norteamericana “Communio”, señalan que el 65% de los individuos solteros entre 30-39 años reportan sufrir de soledad, porcentaje que disminuye para 15% cuando los individuos del mismo estrato etario son casados. Más aún, 85% de las personas que cohabitan, pero no son sacramentalmente casados son más proclives a sufrir de soledad. 

El mismo estudio señalado identifica la ausencia de la figura del padre de familia como una de las principales causas del colapso del matrimonio. Señala que “el colapso de los padres residentes a través del colapso del matrimonio está en el corazón del desmoronamiento del cristianismo”. J.P De Gance, autor del libro “Endgame: The Church’s strategic move to save faith and family in America” (“Fin del juego: la medida estratégica de la Iglesia para salvar la fe y la familia en EE. UU.”), a través de su fundación “Communio” han desarrollado planes para atraer de vuelta a la Iglesia a los hombres y padres de familia y blindarla a través de ministerios destinados a matrimonios. En una intervención realizada en la ciudad de Jacksonville, las estrategias propuestas consiguieron disminuir en 24% la tasa de divorcio en tan solo tres años. La consecuente mejoría en la salud matrimonial, la estabilidad familiar y la participación en la Iglesia, terminó mejorando la comunidad como un todo en dicha ciudad, demostrándonos la importancia de la familia.En tiempos en que se discute el texto que ha de ser propuesto como aquel que nos constituye como nación, considerar la importancia de la familia es fundamental. Lo es no porque lo hago desde mi perspectiva conservadora Católica/cristiana, sino porque la historia y los tiempos tumultuosos que vivimos nos indican que cuando el matrimonio y la familia sufren, el individuo sufre y con él su entorno social. Cuando la familia se fortalece, la sociedad se fortalece, dándole finalmente la razón al eslogan que circulase en círculos católicos en el Chile de los años 90’: “en familia, surge lo mejor”.